martes, agosto 31, 2010

Crónicas gallegas, verano de 2010. Capítulo I. Están locos estos vigueses. Por Jorge Díez



Pero bueno, vamos a ver; mira que tiene sitios bonitos Galicia para vivir. ¿Cómo se os ocurre plantaros aquí? Yo vengo de una ciudad con cuestas pero esto no son cuestas, son paredes. Y luego está la señalización. Está claro que Vigo la ha señalizado un cabronazo que la odia y que quiere que tú la odies tanto como él. Y lo consigue enseguida. No hay más que caer un par de veces en sus señales emboscada y tener que dar un rodeo, lo que en esta ciudad serán dos o tres kilómetros sin despeinarse, para que también tú detestes circular por allí. Reconozco que en mi relación con las ciudades las trato como humanas, puedo amarlas u odiarlas, o toda una gama intermedia de aprecio o desapego. Con Vigo siempre discuto y en tono elevado, no hay manera de llevarnos bien. Pero insisto y vuelvo a verla. Nunca me recibe bien: ajena a la estación que sea o me agarra una lluvia pelotuda o me toca un calor abrasador, como esta vez.

Empecé, como animal que tropezará innumerables veces en la misma piedra, por no cumplir reglas básicas del viajero. Primera: evita el verano. Pero claro, ¿y si no puedes escoger? Segunda: no, nunca, jamás, tampoco viajes a una ciudad en obras. Aunque, ¿existen ciudades sin obras? Y más ahora que nos las dejarán inacabadas como museo permanente de la mucha estupidez. Vamos, que las reglas sirven para poco salvo para sufrir las consecuencias de no cumplirlas. Así que ahí me vi asediado por un sol excesivo, alojado a desmano y perdido con frecuencia en el laberinto urbano, pero decidido a pasarlo bien pese a todo.

Primeros paseos de reconocimiento, para situar lo que quería visitar. Veo muchos sitios cerrados por vacaciones y otros que tienen menos interés del que yo me prometía. Y aprovecho la (buena) costumbre de la zona de poner tapitas abundantes con la bebida para pelearme con el calor y a la vez solucionar la cena. La “amenaza” de las fiestas, los tenderetes y las banderolas tapando los edificios de gran parte del casco antiguo presagian un día duro para mañana; habrá que hacer intenso slalom urbano.

Una mañana de visitas con agenda apretada, con el constante subir y bajar de rampas y pendientes duras, no admite el bullicio de ostras al abordaje por debajo del Mercado da Pedra, así que hay que buscar refugio en los bares que más disimulen el lado turístico. Una cerveza en Casa Gazpara, por ejemplo, o atravesar el Berbés, infiltrado de africanidad, para mimetizarse lo más posible. Después será el momento de acercarse a la cara más civilizada de los muelles y de buscar sombra en la Praza de Compostela. En Baraciña puedo tomarme un vino aceptable y con acompañamiento sólido abundante antes de comer.

El asunto de la comida, que es por el que muchos estáis esperando… No me decido a calificarlo. Por lo visto y lo probado esta plaza también es de las muy conservadoras. Quería conocer Maruja Limón pero los comentarios de alguien con un criterio fino me hacían dudar. No obstante al final fui allí. Un problema con la temperatura de los vinos y un mercado que ese día no aportó buen bonito; por lo demás puedo escoger. Puedo escoger demasiado, incluso, porque durante un largo rato era el único comensal; después llegó otra mesa de dos. Día de semana, mediodía, pero es agosto. Debe de ser difícil mantener tu apuesta así. Ensalada de tomates confitados, una buena pieza de sanmartiño, un postre de chocolate agradable; un Lagar do Merens 2009 que me sorprendió gratamente y que acompañó bien cuando enfrió lo suficiente. La RCP, menos favorable que la de Santiago el pasado verano, por ejemplo, pero dentro de márgenes comedidos. Salgo con una sensación semejante a la que me dejó Ébano en una visita anterior a Vigo: comidas agradables, correctas, buenas salas, buen servicio; pero no las guardaré en ese rincón especial de la memoria mucho tiempo, no serán una pulsión para volver. Para que no os sintáis decepcionados y para mantener vuestro interés os adelanto que las comidas “grandes” las fui a buscar por los alrededores, pero las hay y las contaré en su momento.

La tarde será para pasear por esa otra arquitectura que se suele valorar menos por su proximidad en el tiempo. Vigo refleja su primer gran crecimiento en los edificios solemnes (bancos, aseguradoras…) de Policarpo Sanz, García Barbón y calles adyacentes. Merecen atención, cuidado y respeto, más del que reciben a veces, sobre todo sus bajos.

Así, después de un café en el Van Gogh, muy tranquilo a esa hora, hice un recorrido comercial y de museos. Hagamos aquí un alto. De acuerdo, riño mucho con Vigo pero en ese aspecto bien puede presumir de un buen puesto como ciudad grande. Esas sedes bancarias tan graves esconden en varios casos buenas colecciones y buenas exposiciones y no se mustian con el calor. Vale la pena repasarlas. Tenía como asignatura pendiente la Casa das Artes y allí, además de unas curiosas fotografías de patas de bichos (una divulgativa de la Caixa, tan dada a esos temas), contemplé la colección Torras y la de Laxeiro. Me gustaron, sobre todo esta última.

Un helado de Capri-2 para intentar engañar al calor. Entro en la Casa del Libro más por buscar fresco que otra cosa pero voy a llevarme alguna sorpresa grata, libros que buscaba por Oviedo sin éxito y que encontraré aquí. En especial, Grupo abeliano, de Cid Cabido, que llevaba años persiguiéndolo. Eso sí: en galego (ale, a ejercitar lenguas, majete).

Vuelta al cogollo histórico y el calor que no deja de apretar, así que me siento en la terraza del Scala, en la misma Praza da Constitución. Ya me pueden mirar todo lo mal que quieran los grupitos que buscan sitio porque ocupo aquella mesa yo solo, que de allí no me pienso mover en un buen rato. Empieza un ensayo y arma bastante ruido. Las señoras de edad avanzada que tengo al lado ponen mala cara pero yo voy siguiendo el ritmo con el pie mecánicamente. Unas cuantas Estrella de Galicia más tarde aquello suena hasta bien; los Donatore di Groove seguro que darán un buen concierto esa noche.

Los tres días siguientes Vigo sólo será mi dormitorio. Tendría que haber podido aprovechar el final de la tarde, la luz bien bonita de la puesta de sol, las primeras horas de la noche, pero llego siempre rendido, deshidratado y sin ganas de más. Hasta el fin de semana casi no volveremos a hablarnos Vigo y yo. Tranquilos, en esos días se concentra el interés gastronómico de este viaje y hablaré de ellos.

Para el sábado ya estoy preparado. Voy a pagar una buena primada de aparcamiento pero bajo directo y me lanzo a la caza de un café decente y de prensa que no sea local-regional, que es bastante cutre. La Cafetería Garibaldi me soluciona estos dos asuntos, es temprano y está todavía algo fresco; el día empieza bien. Me pregunto qué harán colgadas en la Alameda todas esas figuras aluminizadas, lo mismo un Citroen 2CV que un guerrero antiguo o peces varios. Creo que me hacen a mí más gracia que a los niños que juegan debajo. Todavía hay poca gente paseando por el casco antiguo y eso hay que aprovecharlo. Después me acerco al puerto, a sus tripas industriales más viejas, de Laxe hacia el Berbés, y me doy cuenta de que Vigo es hija de este litoral con el que tampoco se entiende bien, del que escapa ladera arriba.

Rúa do Príncipe. Entro en el MARCO (Museo de Arte Contemporáneo) casi por refrescarme. Este ya lo conocía y siempre pensé que había más continente que contenido, depende de la exposición temporal de turno. Esta vez no está mal, hay cosas interesantes, pero tiene trampa: son fondos del CGAC (Santiago de Compostela) así que ese tanto no te lo apuntas, Vigo, que te sigo vigilando de cerca.

La idea era comer casi a base de los pinchos que tendrían que acompañar a las abundantes cervezas que iba a necesitar, pero la zona más céntrica es también más rácana. Ni en el Café Princesa ni en los entrañables y viejos Verín y Salceda voy a saciarme. (Moito enxebre, amigo, y eso tiene otras normas.) El Princesa presenta un muestrario de batallas por el casco antiguo, contra diversas maneras de maltratarlo, que hay muchas. El Verín es un bar anclado en el tiempo y en la calle Placer –no me digáis que no suena bien- justo al lado de un restaurante vegetariano (el Gálgala), donde me pusieron Mahou por mi acento que no pasó la prueba de autenticidad. Y el Salceda cae en el Berbés y si no te fijas ni lo encuentras. Auténtico, recogido, oscuro. La tortilla estaba buena. Lástima que estuviese casi vacío, malo para ellos.

Visto que la Operación Pincho no había dado frutos tenía que buscar algún sitio, que se hacía tarde. A Curuxa estaba demasiado llena, así que me quedé en otra Estrella más y un pinchito diminuto. Como la proporción entre cerveza y sólido era desfavorable para mi estabilidad acabé entrando en el Fame Nejra, donde había más espacio. Aceptable. Ya os adelanto que durante esa semana me comí a toda la parentela superviviente del pulpo Paul (que en realidad era gallego emigrado, por eso apostaba por la selección española) así que no os dejéis engañar: si os ofrecen uno que acierta los números de la loto es un fraude. Y para seguir esa línea también pedí pulpo en Fame Nejra, que estaba bastante bueno, y un arroz con chocos que resultó demasiado salado. Una pena porque por lo demás estaba bien.

Resuelto el trámite de la comida por un precio razonable me aferro a otro café digno (el conjunto de café y prensa, que para mí forman tándem) en el Don Gregorio.

Y vuelta a la pelea con el tráfico para ir al Museo Quiñones de León. Siempre merecerá la pena la visita por los jardines y por el propio edificio además de su contenido interesante. Claro que poco van a ayudar salas cerradas, restricciones, una boda que parasitaba por allí, poca información, y calor y humedad excesivos que no pueden ser buenas condiciones de conservación de la obra depositada y expuesta. Sustituir al personal de apoyo y guía por personal de vigilancia y seguridad, traspasar al visitante, al usuario, el trabajo de depositar cualquier objeto en una consigna automatizada y el de orientarse por las salas seguro que es buena forma de ahorrar dinero pero es mala manera de hacer cercano y accesible el patrimonio expuesto. Y como además se hace todo ello con mi dinero, con el de todos, con dinero público, pues no me da la gana de callarme y dejo aquí mi queja. Eso sí, el personal, en sus funciones, de acuerdo a las instrucciones recibidas, es atento, es cortés. La culpa de todo esto no es suya, desde luego.

El domingo lo empiezo más o menos igual aunque Vigo no madruga ese día. Todo cerrado, vacío, calles desiertas. Allí sólo están activos un montón de chavales que hacen cabriolas con sus bicicletas como parte del festival O Marisquiño y un enjambre de putas que te salen al paso en Abeleira Menéndez, entre cascarones de ciudad destartalada. Sin complejos, que aquí cada cual está a su negocio y a su riesgo. Es lo que hay.

Me sigue cansando esa prensa tan local, tan cateta. Me sigue resultando chocante ver que se hacen planes para humanizar las calles, cuántos juegos de palabras se me ocurren. Pero bueno, me sumerjo otra vez en ese Vigo popular, sudoroso, ajeno a las fotos y las visitas. Hay mucho de pueblo grande aquí, hay reductos que no saben contar tantos cientos de miles de habitantes. También hay sitios muy pijos, claro (¿La Trastienda del Cuatro, por ejemplo?) Repito cervezas en algunos locales de los que ya me fío. Busco dónde comer ese día. El Mesón Jamonería Compostela no tiene mala traza pero su decoración un tanto rancia me desanima, así que me decido por el Casanosa. Muy correcto, cumplidor. Buena RCC(de cantidad)P. Más pulpo, cómo no, y un buen solomillo a la plancha; combustible de sobra para ese día.

La tarde será para el Museo do Mar, tan mal señalizado como todo por aquí. Pero dentro la cosa cambia. Buen espacio expositivo, muestras temporales, vistas bien escogidas desde el interior. Es un museo didáctico, explicativo, no de muestra; es decir, tiene muchos paneles con datos pero pocas piezas. Sin embargo es completo y claro. Otra vez un personal especialmente amable. Si acaso, señalar un pequeño error en mi entender: preeminencia del texto en gallego. A mí no me supone un problema pero los museos tienen que pensarse también para el visitante foráneo y no es fácil que manejen esa lengua los usuarios de zonas lejanas de España o del extranjero. En todo caso está muy bien. Y me sorprende su estupenda integración en el entorno, ese carácter abierto que podría suponer problemas de custodia pero que parece haberse resuelto como buena convivencia.

Poco más queda por contar. Antes de irme el lunes, eso sí, visité Peccataminuta Delicatessen, una tienda bien surtida y amablemente atendida en la calle Rosalía de Castro. La había visto la primera tarde y la dejé pendiente para comprar algo al marchar. Me busqué compañía para el viaje de vuelta: Attis 2009, Nana 2007 y A Torna dos Pasas Escolma 2007. Ya os diré más cuando los beba. Aparte, una conversación agradable con las dos chicas que estaban al cargo y algunas risas a cuenta del Gran Cerdo (para dudas, pregúntenle a Gonzalo Gonzalo). Para los que tenemos estos gustos es una visita interesante.

En fin, Vigo, no hay manera contigo. Discutimos y discutimos pero… De una gran capital andaluza dijo un natural que lo peor eran sus habitantes. Vigo es su antítesis: lo peor es la ciudad; sus gentes, en general, son estupendas. No sé, será la vecindad pero con los gallegos acabo conectando sí o sí, incluso a mi pesar. Así que están locos estos vigueses, mira que vivir ahí, pero me caen bien, qué coño. Volveré. Y vosotros no protestéis, que en los próximos capítulos ya hablo de comida, ya. Qué prisas.

Graciñas. Chao.

jueves, agosto 26, 2010

Las Torres (Huesca), por Toni



La noche siguiente al Lillas Pastia fuimos al otro afamado restaurante de Huesca capital: Las Torres. Se encuentra situado en un barrio fuera del meollo turístico pero suficientemente cerca como para ir dando un paseo.
Está regentado por los hermanos Abadía que han conseguido que el restaurante sea muy bien valorado por las principales guías gastronómicas.
En su página web se puede leer. "Nuestros deseos para usted, que son los mejores, implican ese compromiso con la calidad y el equilibrio. Confiamos en conseguir que nada más entrar en Las Torres cualquier cliente, sea cual sea su origen y procedencia, se encuentre en un ambiente agradable en sus formas y colores".

Debe ser que el ambiente agradable no alcanza a los olores. Está claro que cada persona tiene un concepto distinto de "ambiente agradable". El mío está muy lejos de considerar "ambiente agradable" el de un comedor pequeño permanentemente apestado por el humo de los 12 cigarrillos que en menos de una hora y media se fumaron dos adictos al tabaco que estaban en la mesa de al lado sumados a los que también fumaron los de la otra mesa ocupada en el comedor. Resulta difícil de comprender que un restaurante de esta categoría desee que sus clientes estén en un ambiente agradable y permita algo así. Uno da por descontado que en este tipo de restaurantes deberían desterrar el humo de sus locales y dar valor a su propuesta culinaria, pero está claro que hasta que la ley no ponga fín a este despropósito lo único que se podrá hacer es no ir y punto.
Una vez nos dan las cartas observamos que tienen el IVA incluído pero con truco. Al final del post explicaré de que se trata.

Pido disculpas por la bajísima calidad de las fotos debido a mi conocida falta de habilidad con la cámara, la poca luz que había y no usar el flash. De todas formas las incluyo para hacerse una idea del plato.


Al medio minuto de tomarnos la comanda y sin haber elegido el vino nos trajeron el aperitivo de la casa que así de memoria era un fiambre de cabeza de cerdo con ajoblanco. Muy rico y poco visto el fiambre acompañado de un sabroso fresco ajoblanco y unas galletas muy ricas. Muy bien. Tienen un entrante con este ingrediente que es fiambre de cabeza, pan de molusco y ficoide glacial.



En la carta de entrantes tenían platos a priori apetecibles y de moderna factura como por ejemplo Vainas-Esturión, judías verdes, tirabeques, judía de Kenia y gusantes con pez agridulce pero esta vez fuimos más a lo seguro como con el Foie frío-Cerezas, hígado de pato a baja temperatura, compota y batido rojo de trigo, 20,52€. Muy bien el foie y muy rcio el batido de cerezas en un plato perfecto para la calurosa noche oscense.




El otro entrante fue Ventresca-Manzanas, ensalada de hierbas aromáticas y cebolla, bonito escabechado y aliño del bajo Aragón, 20,52€, en una buena ración. Nada impactante pero tampoco era lo buscado en ese momento. Muy agradable en todo caso.




Los platos principales fueron mas contundentes. Tremenda ración para lo acostumbrado en este tipo de restaurantes la de la Tenera-Albahaca, lomo a la parrilla, mojo verde picón y ratte "arrugás", 24,84€, con una carne bien de punto, sabrosa, refrescada por el mojo y acompañada de unas ricas patatas. Para no quedar con hambre.




Igual de contundente aunque no lo parezca en la foto fue el plato de Cochinillo-Naranja, adobado y frito con granizado de sangría, 25,92€, en una preparación que se aparta de la típica al horno y con un conseguido resultado final entre tierno y crujiente y al que le venía muy bien el granizado. Notable.





Aún así hicimos un esfuerzo y tomamos postre aunque no recuerdo exáctamente los ingredientes. Uno era Limón-Hielo que básicamente consistió en un sorbete aunque estaba bueno y el otro creo que era un helado de chocolate blanco con flan de Baileys, en el que el flan resultó un poco empalagoso y el helado pasó sin pena de gloria. Ambos 8,59€ cada uno, carillos. Acompañamos los postres con una copina de Oporto Osborne 20 Años. 4€.


Para beber tomamos un Marboré 2003, 21,60€, asombrosamente buen precio para restaurante. La carta de vinos bastante mejor que la de Lillas Pastia, aunque tampoco era precisamente difícil superarla. El vino estaba a algunos grados más de lo debido y al decírselo al maitre me pregunta:
-"¿Qué es que lo quieren frío?".
- "No, frío no. A su correcta temperatura".
- "Estaba a 17 grados en la cava".
- "Ya, pero seguro que sabe que al sacarlo de la cava, abrirlo y servirlo gana como poco 3 grados y más en pleno verano".
- "No conviene tenerlo demasiado tiempo en la cubitera".
- "No claro, sólo lo justo para tomarlo a los 16 grados que aconseja la bodega en la etiqueta".

Un restaurante así no debe tener este tipo de fallos con el vino y pienso que el maitre tampoco debería de discutir con el cliente aunque este lo quiera congelado ó hirviendo.



Lo de la factura fue un auténtico despropósito. En la carta el IVA está incluído, pero el anterior al 1 de Julio, es decir, el 7%. En la nota venían los precios desglosados por esa norma bastante estúpida, que no es culpa del restaurante por supuesto, que al parecer obliga a desglosar el precio en la factura y luego aplicar el IVA, el cual era del 8% como es preceptivo. Lo que si es culpa del restaurante es anunciar unos precios con un IVA obsoleto y luego cobrar el IVA actual lo cual no deja de ser un engaño pues el precio final es superior al que dice la carta.
Igual de engaño es el asunto del vino, igualito que en El Celler de Can Roca y en Kabanova. En la carta de vinos no pone nada de IVA incluído ó no, así que si el Marboré marca 20€ tienen que ser 20€ como obliga la ley y con más motivo si la carta de platos dice que el IVA está incluído. Pues no, claro, 20€ más el 8% de IVA. Esto se está convirtiendo en demasiado habitual ya.
Y para rematar la tomadura de pelo, la copa de Oporto marcaba 4€ en la carta y así fueron cobrados sin añadir el IVA y como se puede ver en la factura, añadidos a mano y sumados al total de la cuenta. Delirante.
Es asombroso que estas cosas me pasen a mi y en cambio parece ser que a los inspectores de las diferentes guías gastronómicas nunca les ocurre.

Algo que creo que es muy importante hoy en día para un restaurante es su página web y creo que la de Las Torres es manifiestamente mejorable. Parece un publi-reportaje de auto bombo más que una web útil con datos precisos y útiles que ni siquiera tiene un plano de ubicación, ni la carta, ni fotos más que de un plato.

Fijándonos en la comida estrictamente, estuvo bien. Elegimos la parte menos creativa de la carta a priori, y el resultado fue bueno. Buenas materias primas, ejecución y puntos de cocción. Sería interesante comprobar como se manejan en las opciones creativas.
En el aspecto del servicio y sobre todo los detalles del humo y de los precios, suspenso total. Solo por lo descrito, sería motivo para no volver a pisar más el restaurante.

Nota general: 5

Emoción: 4


Las Torres

C/ María Auxiliadora, 3 - HUESCA
974 228 213 www.lastorres-restaurante.com


toni









viernes, agosto 20, 2010

Lillas Pastia (Huesca), por Toni




En Lillas Pastia se autodenominan "taberna", aunque nadie lo diría al entrar en el elegante comedor situado en los bajos del Casino de Huesca, que estaba celebrando sus fiestas de San Lorenzo. Nada mejor que entar en su web para conocer la historia del restaurante y ver más fotografías del local.

Algo que nos llamó poderosamente la atención fue ver ceniceros en todas las mesas en un comedor en el que estaba prohibido fumar y aunque nadie lo hizo en el transcurso de la cena todavía nos preguntamos que pintaban allí.

Como es habitual en el picaresco mundo de la restauración española, los precios en carta no tenían el IVA incluído como es preceptivo por la Ley.

Fue curioso que no nos pusieran ningún aperitivo de la casa, algo que evidentemente no tienen obligación pero es habitual en restaurantes de estas características. El servicio andaba un poco despistado ya que además de no traernos la carta de vinos a la vez que la de los platos nos preguntó directamente que queríamos beber en plan chigre ó sidrería de medio pelo.



Los entrantes vinieron tan rápido que acababan de servir el vino inmediatamente antes. Siguiendo la búsqueda del mejor arroz quedó bien en la clasificación el arroz de trufa de verano con royal de foie, 17,28€. Un arroz bien ligado, sabroso aunque con una pizca de sal más de la cuenta. Tal vez algo caro para la ración.





La otra entrada consistio en un carpaccio de presa ibérica, kikos, yoghurt y foie, 17,82€. Muy buena la presa que armonizaba de maravilla con los kikos. Lo que no vimos que aprtara nada fue el yoghurt. Bien de todas formas en general y aunque sigue siendo un precio algo subido, la ración era generosa.






Una vez hecha la comanda nos dimos cuenta de que habíamos pedido como principales los mismos platos que en el España de Lugo en cuanto a los pescados. El San Pedro con jugo de patata e ibérico, 25,38€, fue considerablemente más caro que el del España y más pasado de punto que aquel aparte de que el acompañamiento fue en este caso inferior. Mejorable.




Y el otro pescado fue una ventresca de atún con pepino y yoghurt y ensalada de frutas, 26,73€. En este caso más barato que el del España pero en una cantidad inferior, aunque eso sí mucho mejor de punto. Está claro que al cocinero le gusta el yoghurt como ingrediente aunque en este caso todos los acompañantes iban muy bien para refescar el paladar del graso atún.



Los postres tenían precios más típicos del norte de los Pirineos que del sur. Tomé un conguito, 9,72€, que aunque no me empaché precisamente era un festival para los amantes del chocolate, con un notable helado coronando los conguitos. Carillo, pero muy rico.





La carta de vinos penosa. Suena duro pero por poner un ejemplo tenían 10 vinos blancos. Literal. Y pocas referencias aragonesas como sería esperable. No es normal en un restaurante de esta fama y prestigio. Como no tenían el primero que pedimos y eso que era del Somontano nos ofrecieron un Enate Chardonnay Fermentado en Barrica 2007, que no estaba en la carta y cobraron a nada menos que 30,75€, el doble que en tienda. Eso me pasa por no ajustarme a lo que pone en la carta.

El pan a 3,24€ c/u. Como ya comenté el servicio bastante despistado y con algunos fallos de principiantes.

La impresión final fue de luces y sombras. Lo comido estuvo bien en conjunto pero por las referencias y la fama nos esperábamos bastante más en todos los sentidos. La famosas "expectativas". Y los precios no son amables precisamente.
Como siempre digo, por una cena no juzgo a un restaurante pero se puede comprender mejor que la famosa guía de color rojo que todos conocemos le haya bajado su calificación.

Nota general: 5,5

Emoción: 5,5


Lillas Pastia

Plaza Navarra, 4. 22002. Huesca
974 211 691 www.lillaspastia.es


toni

lunes, agosto 16, 2010

Aceite de Oliva La Quinta Esencia


Ya sabéis que , en cosa de aceites , tengo una inclinación nada objetiva por la picual jienense. Este pertenece a la DO de Sierra Mágina. De este último descubrimiento voy por la tercera botella. No dice ser biodiodinámico, ni siquiera ecológico, ni pertenecer a olivos centenarios, ni estar plantado en suelos arcillo-calcáreos, ni estar cosechado en vendimia temprana o tardía. Pero tiene la intensidad de lo auténtico, la frescura de la fruta, la suavidad de lo puro. Evita ,además , un tufo a gas que se cuela en bastantes aceites de calidad. Está muy bueno y no sale caro: 4,95 en lo de Marisun. Así que no puedo menos que recomendarlo.

Beaune Coissaints 1er Cru 2005, de Albert Morot




Pinot Noir de la patria de la Chardonnay, la Côte de Beaune, que sin embargo consigue tener su oasis en la parte norte, en los alrededores de Beune y , sobre todo, en la colina de Corton. Este es un 1efr Cru de la Apellation Beaune. Bajo de su característica elegancia de cassis, de callada y precisa dicción , muestra una desatada sensualidad de tierra y vegetalidad , un materia vibrante y , a la vez, bien definida, sabrosa y franca, con un fondo mineral intenso y con una frescura y naturalidad que no sacian la sed . Perfecto para enamorarse de ella.
Y encima no es caro: 35-40 euros.

Nota : 83

sábado, agosto 07, 2010

Taberna El Cencerro (Gijón)



Se llama taberna aunque le parezca a uno que al sitio , tranquilo y modoso, le sobre lo tabernario. Sería más certera la palabra bistrot, con su algo íntimo y bullicioso, y su informal formalidad. No deja de ser un logro que el sitio , a pesar de su comprimida barra de entrada, de su abigarrado comedor de pequeñas mesas y bancos corridos , consiga que uno acabe hablando en voz baja. Aunque sin duda el mayor logro es que allí , con sencillos mimbres , se coma y beba bien. El sitio lo llevan Viviana en la cocina y Damián la sala. Ambos vinieron , hace ya algún tiempo, de la Argentina, lo que a lo mejor se nota en el barroquismo de algún plato, o en el hablar y moverse cachazudo de él. Ella tiene, de verdad , buena mano en la cocina, lo que significa , al revés de lo que suele suceder, que el resultado en el plato mejore las expectativas de su enunciado. Como pasó , por ejemplo, con el Foie con perretxicos y polenta, con un tiouqe de romero y jamón. Quizás se note también en lo privilegiada que resulta la oferta de carne , pudiendo encontrar un corte extraño para nosotros como la Picaña, y también una chuleta de Aberdeen Angus de Nebraska, que resultó ser una carne muy equlibrada, con menos grasa, no muy madura, muy agradable de comer. Eso no implica que se les den mal los pescados. Al menos la ventresca de bonito que apareció por la mesa era generosa y bien recortada, sin esas otras partes secundarias que suelen acompañarla. En cuanto a los postres , a mi me gustó mucho, otra vez, el helado de aceite, reducción de sanguina, aceite arbequina al fondo y un acierto de ralladura de lima; la tarta de queso, aunque algo empalagosa , recargada de frutas del bosque ,estaba bien rica. Llega una nota que no da lugar a sorpresas. Y se levanta uno con esa sensación, cada vez más extraña , de haber estado a gusto, de sentirse un poco privilegiado, de querer volver

Tiene una más que interesante carta de vinos, abundante en los españoles, y que picotea con tino en los extranjeros, pudiéndose encontrar unas cuantas referencias de Champagne , Burdeos y Borgoña de las que uno puede encontrarse por Coalla.


Taberna El Cencerro.

C/Prendes Pando 24. Gijón.

984 391 567.