Tenía el capricho de algún Beaufort o de algún Camembert o Brie trufado, pero no había ninguno en óptimas condiciones y , la verdad, tampoco los echamos de menos:
Empezamos con un Vacherin Mont D’Or , un queso de pasta blanda elaborado con leche cruda de vaca y tres semanas de curación. Se presenta en una caja de madera y lleva una “cinta”, que le sustenta y da forma de madera de “epicea” (pino), que le aporta su personal gusto y aroma. Tiene una ligera corteza de color anaranjado y ligeramente enmohecida, bajo la cual se encuentra la pasta de queso casi líquida.
Estaba muy cremoso , con notas de mantequilla , y , gustando, hubo división de opiniones. Hubo quien alabó su finura y quien echó de menos un poco más de carácter. Probablemente si lo hubiéramos horneado ligeramente, como es costumbre, se hubiera potenciado más y todos nos hubiéramos puesto de acuerdo en lo bueno que estaba.
Seguimos con un AOC Brie Coulomiers , que como su nombre indica , está hecho en Coulomiers y no en Meaux. Elaborado con leche cruda de vaca y una maduración mínima de 6 semanas, llegó con un punto perfecto (el interior más pastoso,el borde anterior a la corteza líquido) , transmitiendo frescura junto con una intensidad de sabor poco habitual para los habitualmente planos brie. Mu rico.
Seguimos con un Camembert al Calvados, que es, por lo visto, una especialidad de Normandía, región de donde proviene el Camembert, y que además se elabora sidra y Calvados.
Es un queso de leche cruda de vaca, aliñado con una mezcla de Calvados y pan rallado. Fue una de las estrellas de la noche. El Camembert estaba perfecto y el maridaje con el Calvados es especialmente afortunado. Y eso que no lo horneamos, que dicen que mejora. Para hartarse
Seguimos con un Mothais sur Feuille , un queso pasta blanda (aunque un poco más pastosa) elaborado con leche cruda de cabra con una maduración mínima de 3 semanas. Fue un queso que tenía toda la intensidad de la leche de cabra pero que la daba con frescura y finura. Las hojas aportaban unos aromas de sotobosque muy agradables, añadiendo profundidad. Buen queso.
Seguimos con un Olivet Cendré , que es un queso de pasta blanda elaborado con leche cruda de vaca, cubierto de ceniza (originalmente cenizas de sarmiento de vid), y una maduración de diez días. Me pareció un queso un poco más simple pero muy resultón, con unas agradables notas de tierra.
Seguimos con AOC Pont Leveque, un queso de pasta blanda y corteza lavada, elaborado con leche cruda de vaca y una maduración de 2 a 6 semanas. La verdad es que por unanimidad fue el peor de la noche , porque llegó con poca intensidad, fofo. Los que conocían este queso decían que normalmente presenta mayor potencia e identidad.
Seguimos con un AOC Epoisses de Borgoña. Me vais a permitir un copio y pego con la nota de cata que nos pasaron, porque deja poco que añadir y se corresponde con lo que tuvimos en la mesa:
Brillat Savarin llamó a este queso el « rey de los quesos ». El origen data de 1775 , originariamente se elaboraba por monjes de alguna abadía de la zona, y posteriormente la receta pasó al pueblo. Su principal característica es el lavado de la corteza con “Marc” de Borgoña durante la maduración, lo que le da una intensidad aromática superior.
Aroma intenso a fermentación, cereales, algo pútrido, y los recuerdos vinosos provenientes del aguardiente,.En boca es cremoso y fundente, con un sabor marcado pero no tan potente como anuncia la nariz. Quizás venía un poco fresco, pero me encantó.
Seguimos con un Munster alsaciano, de pasta blanda y elaborado con leche cruda de vaca , con una curación de dos meses. Tenía toda la intensidad de un buen Munster, que es mucha, pero sin rastro de agresividad ni amoniaco. Buenísimo.
Y de postre terminamos con un auténtico Gamoneu del Puerto, concentrado, con un buen ahumado, aunque quizás un poco corto de curación, aunque era suficiente .A mi me gusta que el humo se enfrente con la fuerza de una larga maduración, con el hongo más infiltrado, como el que tomé en Poncelet, aunque hay quien lo prefiere así. En todo caso, estaba muy bueno.
Un festín de queso con buen vino (Lusco 2004, más ácido, mejor para acompañar , Lusco 2005, más equilibrado, mejor para beber, y un buen Leirana, y un buen Pinot Noir francés del que no recuerdo el nombre) y buena compañía, que coronamos con unos oricios con trufa y algún postre recuperado de Martino .
Qué envidia me dan los gabachos.