Quizás influyera que el domingo pasado me abriera algo tan distinto como un Tenutta San Guido Sassicaia 2003 , el más francés de los vinos italianos (85 % Cabernet Sauvignon, 15% Cabernet Franc), que no defraudadó las expectativas de finura y elegancia. Color rubí intenso. Nariz embriagadora: fresca a la vez que concentrada y compleja. Cuerpo ligero, honda la expresión frutal, con notas de fruta roja (frambuesa) y especiadas (pimienta). Volumen medio-alto. Gran persistencia.Taninos abundantes, de la fruta y de la madera, pero finos. Y qué diferentes las notas de crianza. En lugar de las palos astringentes y avainillados, aquí caramelo, notas ahumadas, caja de puros,...y todo ello armónicamente integrado con el vino. Incluso sin ser redondo (fue un año cálido, por lo que le falta un poco del contrapunto de la acidez ), es un gran vino. Eso sí, hay que soltar 100 euros.
Estos días pude pasarme por “La tienda de Vino” de Germán Blanco, ese pequeño local al lado de “La maleta del loco” a hacer acopio de un par de botellas de Borgoña y de un Barolo, que empezarán a caer a partir de la próxima semana. También de un boyolé ( “beaujolais”) de gama media-alta, Morgon, de Marcel Lapierre, de estos que hacen ahora los gabachos: muy biodinámico, ecológico y sin apenas sulfatar. Tiene esa rica expresión frutal de la uva gamay, compensada con una punta de acidez bien integrada, y un paso sencillo y muy agradable de vino joven. Sin embargo da unas notas exageradas de “barrica sucia”, similar a las tan frecuentes en las sidras corrientes, que desvirtúa un poco el vino. No es barato: 16,20 euros.
También aproveché para pasarme por la tienda de Coalla Gourmet y coger algo para la cena de ayer. Un detalle muy positivo fue que al preguntar por los quesos franceses me preguntaran si me gustaban un poco evolucionados, porque si no era mejor que esperase al pedido que iban a recibir. Así que acabé con una Torta del Casar de Rafael Pajuelo, a ver si me reconciliaba con ellas. Y sí pero no. Sí porque estaba buenísima, mucho mejor que las habituales, sabiendo aunar más intensidad con la finura y calidez de una buena leche cruda de oveja. La textura era óptima, muy blanda. Y el queso estaba fresco, limpio, aunque sin quedarse corto de maduración. Y si digo que no es porque sigue sin ser algo parecido a aquellas maravillosas tortas apestosas que recuerdo, con el olor del cardo utilizado como cuajo bien presente, y que solo se me ha recordado aquella torta de Cañarejal que tomé en Viavélez.
La acompañé de uno de mis vinos favoritos, el básico de Mark Angeli La Lune (20,30 eu.), esta vez del 2006. Menos vivaz que el 2005, menos dulce también , aunque no diría que seco, es más delicado, expresándose con la voz más baja, pero sin dejar de hablar con espléndida franqueza y equilibrio de la Chenin Blanc. Quizás hubiera acompañado mejor la botella de Fino Macharnudo que compré también, pero mi mujer no fue de la misma opinión, y donde manda patrón……
Estos días pude pasarme por “La tienda de Vino” de Germán Blanco, ese pequeño local al lado de “La maleta del loco” a hacer acopio de un par de botellas de Borgoña y de un Barolo, que empezarán a caer a partir de la próxima semana. También de un boyolé ( “beaujolais”) de gama media-alta, Morgon, de Marcel Lapierre, de estos que hacen ahora los gabachos: muy biodinámico, ecológico y sin apenas sulfatar. Tiene esa rica expresión frutal de la uva gamay, compensada con una punta de acidez bien integrada, y un paso sencillo y muy agradable de vino joven. Sin embargo da unas notas exageradas de “barrica sucia”, similar a las tan frecuentes en las sidras corrientes, que desvirtúa un poco el vino. No es barato: 16,20 euros.
También aproveché para pasarme por la tienda de Coalla Gourmet y coger algo para la cena de ayer. Un detalle muy positivo fue que al preguntar por los quesos franceses me preguntaran si me gustaban un poco evolucionados, porque si no era mejor que esperase al pedido que iban a recibir. Así que acabé con una Torta del Casar de Rafael Pajuelo, a ver si me reconciliaba con ellas. Y sí pero no. Sí porque estaba buenísima, mucho mejor que las habituales, sabiendo aunar más intensidad con la finura y calidez de una buena leche cruda de oveja. La textura era óptima, muy blanda. Y el queso estaba fresco, limpio, aunque sin quedarse corto de maduración. Y si digo que no es porque sigue sin ser algo parecido a aquellas maravillosas tortas apestosas que recuerdo, con el olor del cardo utilizado como cuajo bien presente, y que solo se me ha recordado aquella torta de Cañarejal que tomé en Viavélez.
La acompañé de uno de mis vinos favoritos, el básico de Mark Angeli La Lune (20,30 eu.), esta vez del 2006. Menos vivaz que el 2005, menos dulce también , aunque no diría que seco, es más delicado, expresándose con la voz más baja, pero sin dejar de hablar con espléndida franqueza y equilibrio de la Chenin Blanc. Quizás hubiera acompañado mejor la botella de Fino Macharnudo que compré también, pero mi mujer no fue de la misma opinión, y donde manda patrón……