Hay días de frío y viento que a uno le apetece el cobijo del cálido olor de un cocido, de un pote o fabada, y mañanas de domingo donde a uno le apetece ser un poco niño con el entrañable olor de un bizcocho haciéndose en el horno. Y días cualquiera donde el buen fartón se levanta con un hambre visceral y primitiva de chuletón. Cuando me ataca, me gusta acercarme por La Bolera, el restaurante que fue lo que dice su nombre , además de popular merendero. Tiene un bar informal a la entrada , con menú del día y ambiente de chigre, y un comedor detrás , luminoso y bien vestido, donde te recibe el expositor de carnes y las brasas. Allí suele oficiar Cuco , que, como él mismo cuenta , no viene de la hostelería (aunque esté muy presente en su familia) , sino de la genética bovina, que le llevó a trasegar árboles genealógicos de los ‘bos índicus’ y los ‘bos taurus’, e irse por los cerros de Costa Rica, donde acabó como embajador de nuestra Asturiana de los Valles. De ahí le nace una pasión y un conocimento por la carne que hace valer en su restaurante, donde enseña con naturalidad lo que tiene, sin historias de maduraciones imposibles ni leyendas de trabajos que llevan haciendo los tractores desde hace muchos años. Le gusta descartar y escoger los mejores cortes de vacas alemanas de Trasacar, con unos elevadísimos niveles de infiltración de grasa dulzona. También tiene con regularidad diferentes cortes de Aberdeen Angus argentino, carnes que suelen tener un buen equilibrio sabor/suavidad, y que, gustándome mucho, aún no me han hecho tilín. Yo suelo empezar, como todos, con la invitación de un poco de rica panceta . Esta vez llega fría y más escasa de lo que recordaba. Diremos aquello de “a caballo regalado…”. El servicio es informal y se satura con facilidad. La carta de vinos es algo más amplia de lo habitual , y no abusa de los precios, aunque opté por una sidra Trabanco Seleccionada. Me gusta seguir con unas mollejas de ternera, simplemente cortadas finas y bien tostadas, pero esta vez no les queda, así que opto por unos correctos chorizos parrilleros para ir engrasando la maquinaria, a pesar de que otras opciones parecen atractivas (pastel de morcilla, callos, puerros rellenos de oricios,…).
De principal , chuletón de vaca gallega. No tiene la infiltración de la alemana, pero gana en potencia y peculiaridad de sabor, a lo que ayuda una maduración perfecta, con aires de añejamiento pero no de enranciamiento. Lo acompañan una patatas fritas fácilmente mejorables, y unos pimientos confitados que tampoco son gran cosa(ay , aquellos de Casa Arturo) . El punto de la carne trae su tres colores bien definidos, y el humo que se pega a la grasa churruscada es mejor de lo habitual. La grasa es sabrosa mantequilla, y podría comerse sola. El estómago se calma, satisfecho: esto es lo que quería.
En cuanto a los postres , no se les da mal el arroz con leche, y está rica la compota de manzana requemada con nata montada, aunque yo suelo optar por tomarme directamente una refrescante y digestiva Caipirinha (aunque yo le echaría un poco menos de azúcar que la última vez).
Precios, Iva incluído : Chorizo parrillero (4), Chuletón (1.5x45= 70), Sidra ( 2,80), Caipirinha (5 ), café (invitación).
Restaurante La Bolera
Avenida del Jardín Botánico, 355.
Teléfono: 984 193 422.