Es posible que alguno de los (pocos) lectores habituales del
blog recuerde mi anterior entrada sobre el restaurante Azafrán ya que fue hace
solo unos 15 meses. Si ya decía en ese post que había caído allí casi por
casualidad, ni por asomo pensaba que volvería en poco más de un año vista la
localización del restaurante aunque dicha localización fue fundamental para que
esta vez hiciera un desvío en un viaje con dirección Valencia.
Llegados con casi una hora de antelación a la hora prevista
nos sentamos solos en el comedor después de saludar a la cocinera y dueña del
restaurante Teresa Gutiérrez, ahora también profesora de pastelería de la
escuela MasterChef.
Pronto llegaron los aperitivos de la casa consistentes en un
fino pastel de pescado y una mantequilla de hierbas con unas excelentes cortezas de masa madre.
Muy buen comienzo.
No pudimos resistirnos a pedir dos de los platos que tomamos
el año pasado. Uno fue el “Ajopringue” albaceteño de matanza con piñones y
pan de algarroba. Invitación. Esta vez no daba opción la carta a pedir media
ración por lo que a pesar de su contundencia pedimos una ración y nos extrañó
que la cantidad fuera parecida a la de la vez anterior. La explicación fue que
tuvieron el detalle de invitarnos y juiciosamente, y visto lo que habíamos
pedido para después, ponernos una cantidad más reducida del contundente
ajopringue, un paté hecho de casquería de cerdo y matanza parecido al
morteruelo, extraordinario de sabor, intensidad y gusto. Si lo tuvieran los
franceses seguro que sería universalmente conocido.
El otro plato repetido fueron las empanadillas de
"desmigao" de cordero y asadillo de berenjena. Invitación. También pedimos
media ración y como en el caso del ajopringue también fuimos invitados. Doble
buen detalle. En cuanto a las empanadillas, reitero lo dicho el año pasado y me
autoplagio: plato con aires árabes, el relleno de cordero finamente especiado
estaba de matrícula de honor con la masa de las empanadillas magníficamente
lograda y el asadillo de berenjena con un toque de comino merecía un desarrollo
aparte como entrante por sí mismo.
Sorprende que encontrándose croquetas de todo tipo en
restaurantes y gastrobares, no sean aprovechadas las posibilidades de las
empanadillas.
Seguimos con las migas “ruleras” con sardina, melón y
papada asada, 10€, fantástica puesta al día del plato típico manchego por
antonomasia, en el que la contundencia y grasa de la papada se conjuntaba muy
bien con la sardina y refrescaba con el melón. Muy ricas.
Continuamos con la perdiz en escabeche casero con
membrillo y patata asada, 14€. Excelente el escabechado de perdiz, sin
escatimar ésta, con un sabor intenso a la vez que elegante, matizado por el
suave dulzor del membrillo y todo ello mezclado con la patata. Otro acierto
pleno.
Y acabamos la parte salada con unas patatas al montón con
secreto ibérico, setas y huevo gratinado, 13€, contundente revuelto de
extraordinario sabor con todos los ingredientes en su punto. Ejemplo de la
sencillez en forma de gran plato.
A pesar de que lo comido hasta ese momento no era como para
quedar con hambre precisamente no dudamos en probar la especialidad de Teresa:
los postres.
Fue una pena de que no tuvieran en carta la estratosférica
Merienda manchega del año anterior, así que esta vez pedimos otro guiño a
la tierra como fue el helado de queso con pan de naranja, pralinés tostados y
vino tinto Cencibel. 6,50€. Fantástico el intenso sabor del helado de queso
bien flanqueado con el toque agridulce del pan de naranja, el tostado del
praliné y el frescor del añadido del vino. Otro postre kilómetro cero a
recordar.
El otro fueron unas sopas de leche con bizcocho de
naranja, helado de limón, sésamo tostado y chocolate blanco. 6,50€. Un
postre con la misma filosofía y planteamiento que el anterior y resultado
similar. Muy bueno.
El pan fue de dos tipos: de tomate y de queso,
ambos excelentes, acompañados de aceite de oliva virgen extra. Por concepto de cubierto cobran la muy sensata cantidad de 1,15€ por persona.
Para beber tomamos una copa de Finca Antigua Syrah, 2,50€, y
una botella de agua mineral de litro, 2,75€.
El personal de servicio, femenino en su totalidad, demuestra
tablas, simpatía y profesionalidad.
Al igual que el año anterior, de Azafrán salimos
llenos y satisfechos. Aquí no hay que buscar cocina vanguardista, molecular o
tecnofuturista. Simplemente cocina de la tierra convenientemente puesta al día,
sabrosa, contundente y sobre todo bien hecha. Parece fácil, pero está claro que
no lo es por lo que se podría resumir como la dificultad de la sencillez.
Y acabo como siempre cuando un restaurante lejano me
convence: lástima que nos quede tan lejos.
Azafrán
Avenida Reyes Católicos, 71, 02600 Villarrobledo
(Albacete)
967 145 298 www.azafranvillarrobledo.com