Por segundo año La Tabernilla celebró sus jornadas de Australia en las que presentan en Oviedo algunos platos de cocina australiana, vinos y cervezas de dicho país.En esta ocasión había dos platos que se mantenían desde las jornadas anteriores, la tosta de canguro y los mejillones, elaborados con un tipo de mejillón de aquellas costas; un vino de chateo sencillo de Shiraz, el Yellow Tail, y las cervezas Coopers en tres variedades: Stout, Sparkling y Pale Ale. Todo esto fue novedad en las jornadas del año pasado y se quedó en carta.
Las nuevas elaboraciones fueron las croquetas de camarón, los rollitos de vegetales en pasta de arroz, las brochetas de canguro y de emú, la tosta de solomillo de camello, un guiso de canguro y, por encargo, huevo de emú. Por encargo, porque no había muchos y hablamos de unos 800 gramos de huevo de una sentada, lo que pide un mínimo de cuatro comensales para hacerle frente.
Y hubo dos vinos nuevos. The Little Penguin, semejante al Yellow y con vistas a servir por copas, que se agotó en mitad de las jornadas, así que debió de convencer al público. Y algunas botellas de Gold Label, también Shiraz del valle de Barossa, zona productora de prestigio.
Me decidí por medias raciones para probar varias cosas y el resultado fue muy agradable.
Las “Croquetas de camarón” eran muy finas, como suele ser lo habitual en la casa con las que tienen de boletus habitualmente. Cada una llevaba un pequeño camarón en su interior que era muy sabroso a la vez que delicado. Gustaron bastante a juzgar por los comentarios que oías a los comensales. Las acompañaba una decoración hecha con reducción de kiwi, contrapunto ácido en pequeña pincelada. La media ración, 5’50 euros.
Los “Rollitos vegetales” envolvían unas verduras sabrosas, elaboradas por separado y envueltas en pasta de arroz, fina y ligera. Se presentaban con un rabanito crudo en rebanadas y una salsa de rábano picante que ponía un contraste intenso a la suavidad y el predominio dulce (cebolla, zanahoria) del relleno. Si a alguien le suena a elaboración asiática que no le sorprenda. Australia es tierra de inmigración, de mestizaje; y la influencia asiática está muy presente. También 5’50 la media ración.
Después probé las “Brochetas de emú y canguro”, presentadas por separado cada carne, con orejones y ciruelas pasas como contraste dulce, y dos salsas en cuencos aparte: barbacoa y mostaza; las dos de elaboración propia y suaves aunque con sabor bien definido. La combinación de los pequeños trozos de carne y los diferentes elementos de acompañamiento permitía jugar mucho con este plato. Media de esto –una brocheta de cada carne- 8’50.
Por último, la “Tosta de solomillo de camello”. Estaba llamada a ser la estrella de las jornadas y sin embargo fue lo que más problemas dio para su elaboración y lo que menos sorpresa provocó en la clientela. Se trata de una carne muy fina pero de poca intensidad de sabor. Viene muy entreverada de grasa y con algunas venas que deben ser retiradas. La idea fue limpiarla lo más posible pero eso restó suavidad a la preparación al quitarle demasiada grasa. De hecho, probé fuera de las propuestas especiales una brocheta de la misma carne menos desgrasada y ganaba mucho en cualidades gustativas. Ese mismo problema pudo causar las dificultades para encontrarle acompañamiento idóneo. Se buscó algo fresco para compensar la posible sequedad al ir tan desgrasada y se optó en un primer momento por una rodaja de manzana en crudo entre la tosta y la carne. Pero provocaba un dominio de la acidez de la fruta que no encontraba armonía con el resto. Las siguientes salieron con patata pochada, que proporcionaba un acompañamiento menos agresivo para la delicadeza de la carne. En fin, que los últimos en probarlas tuvieron que agradecer a las sugerencias de los primeros catadores un resultado mejor avenido. La tosta, en este caso completa, 13’50.Como postre de las jornadas elaboraron una “Tarta cítrica”, con base de galleta, crema al limón y cubierta de mermelada de kiwi, y acompañada de helado de vainilla. Ácida y fresca para después de tanta proteína cárnica. 4’90 la porción.
Bebí el recién llegado “The little penguin” y también su predecesor, “Yellow tail”. Los dos a 2 euros la copa. Aunque muy parecidos, me gustó más el Penguin, lo encontré más profundo aun siendo vinos fáciles, de agradable trago ambos. Para quien no se haya acercado nunca al mundo vinícola australiano hay que decir que es país productor, con una bien asentada tradición y vinos excepcionales (No hace mucho los diletantes que escribimos esto y algunos amigos bebimos un Penfolds Grange del que ya hablamos algo y que fue uno de los mejores vinos que probamos en el pasado año, quizá el mejor) pero también un productor de nuevo cuño, un agresivo exportador que elabora productos para adaptarse a otros mercados y para comercializar y beber rápido, sin guarda. En esta línea están los dos citados, vinos parkerizados, rollandizados o yoquéséquéados que se adaptan a buen número de paladares por un precio bajo aún después de la exportación. Sin complejidad ni complejos: chips para obtener notas de roble, tapón de silicona, presentación llamativa. Pero ahí están a buen precio y con regularidad, y superan a riojanos y riberas de precio igual o mayor.
Otra cosa fue el “Gold label”, del cual llegó una caja para servir por botellas. También shiraz pero de elaboración noble, con crianza y con otras pretensiones. Por (casi) 25 euros la botella te ofrece un vino cubierto, de profunda capa, denso y con una nariz de evolución pausada pero no muy lenta. Laurel, quizá puntas de anisados, más fruta negra que roja, taninos muy bien integrados, presentes pero fugaces, paso de boca amplio y graso. Es vino complejo, que ofrece generosamente sus cualidades, con rasgos fuertes, agradable pero intenso. Habrá a quien sorprenda que un vino así use screwcap como cierre. Es algo que casa bien con el planteamiento de venta rápida, sin stocks, pero suscitó la duda de qué pasaría si se quisiera dejar evolucionar en botella ese vino. Ahí queda pendiente de una respuesta.
En fin, animadas jornadas con mucho público, ambiente distendido como de costumbre y comida y bebida agradables. Quizá para otro año haya que replantearse la concentración en pocos días porque el personal se ve desbordado con la demanda. Piénsese que es un local que de algún modo evoca a los pubs y que en principio sólo se planteó ofrecer refrigerio informal para acompañar a la bebida. La cocina fue creciendo bajo petición de la clientela pero la instalación no tiene por dónde expandirse.
Veremos qué platos o bebidas de esta edición se quedan en la casa y se pueden seguir degustando el resto del año.
A vuestra salud.
P. S.
Datos:
La Tabernilla
Plaza de Pedro Miñor, 2
Oviedo
Tfno. 636 560 424

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