
Eso lo sabía cualquiera, claro. A lo que me refiero es a que lo era para mí, que ya tocaba volver, que había que pasear por ciertos sitios, que había que aprovechar la temporada.
Como tantos foráneos conozco Madrid por sus intestinos. Decía la canción “Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal…” A mí entonces me sobraba Tirso y me faltaba Bilbao, el punto donde solía emerger al asfalto. Café en el Comercial –qué malos son la mayoría de los cafés que tomo en Madrid- y luego seguramente a Casa Maravillas, café o caña, dependía de la hora, y hasta un pincho de tortilla si tocaba. Ahora prefiero el tren y ya no llego por el sur, hasta esa inhóspita estación que está a tomar por… esquina Méndez Álvaro, sino por el norte, por mi norte, por Chamartín. Así que tengo que alargar bastante la estrofa del Metro y tengo que hacerme asiduo de la línea 1. Hotel de medio pelo cercano, soltar las maletas y hacia el centro. Aunque no es malo parar por aquella zona tampoco. Tengo cerca Viavélez, tengo Aliana si quiero alimentar mi biblioteca, no está mal.
Esta vez no busco novedades, no quiero prisas, no quiero agenda, y sin embargo la llevo llena. Llena de exposiciones que quiero ver, con la conciencia de que no tendré tiempo a tanto. Y lo demás un poco en manos del azar. Lo que la amistad permita y disponga, lo que más facilite el recorrido… Azar.
Hace calor, más del que aparenta, y yo al trote por Chueca y su destartalado encanto –que me empieza a parecer menos- para que no se me haga muy tarde. Busco el Gastromaquia. La primera impresión es pobre. Esos locales tan poco vistosos, estrechos, decaídos. Sin embargo de lo que se trata es de comer sin complicaciones y sin pagar mucho, que no está el horno para bollos. Me lo pienso mientras tomo una caña en un bar antiguo que cae cerca, un decorado precioso de otro tiempo, que ahora, a la hora de escribir, no recuerdo cómo carajo se llama. Decidido: como allí. Un menú muy correcto a buen precio. La crema de boletus es cierto que sabe, como prometían al ofrecerla. Y la hamburguesa con foie, aunque dudé bastante para pedirla, es resultona. Un postre aparente y fresco y ya puedo empezar a aprovechar la tarde.
En mi cartografía de pequeña ciudad de provincias las distancias de Madrid imponen, así que, primero, las exposiciones más “lejanas”. Arte latinoamericano en el BBVA. Vuelta a una vieja querencia. Orozco, Lam, Frida Kahlo, cómo no. Después el peculiar Wyndham Lewis en
¿Qué “grandes” para comer esta vez? No quiero riesgos, no me interesan novedades, mejor vamos a lo seguro, ¿de acuerdo? Es un sí, así que Viavélez para la primera cena. Horario laboral obliga a mi amiga. Y vamos a ese comedor subterráneo que a tantos no les gusta, que motiva los elogios a la barra de arriba. Pues a mí me gusta, por qué no decirlo. Por comida informal entiendo otra cosa, quizá influyan costumbres asturianas arraigadas, y la calidad de lo que sale de esa cocina a mí me pide mesa en condiciones. El servicio amable y cercano como otras veces y platos que te tocan la fibra sensible. Desde la rica sopa de pescado de aperitivo a los morros con pasta trufada, poema en gelatina para mi gusto. De las patatas con almejas (señor guiso) al estupendo salmonete. Un postre barroco –chocolate y pistachos, con varias texturas de chocolate y una chocolatina en forma de vid- por un momento me recordó al volcán que hacía Pedro Martino en L’alezna. Esas raíces asturianas, aquella prometedora NUCA (NUeva Cocina Asturiana, en aquel tiempo) se me venían a la cabeza.
A la mañana siguiente otra vez a explorar las espaldas de los escaparates, a buscar sabor a barrio aunque sea a la vera de
De la exposición, tan cuadriculada, tan marcados los tiempos, salgo con sensación de expectativas no cumplidas y no se me quitará hasta que vea la segunda parte. La que parecía pariente pobre, la gratuita en
Paseo con calma, pienso en mis cosas, alguna caña, que hace calor. Así hasta la hora a la que hemos quedado. Metro Chueca, bullicio, más cañas. Esta vez es el lado popular, hasta canalla si me apuráis, nada sofisticado. Me gustan esos bares, historia tapada por neones inconsistentes, que no pueden con los viejos metales, con el marmol, con la mugre de las paredes. ¿Decadente? No; viejo pero honesto, con muchas cosas que contar, con mucha vida vista.
Por darle al estómago algo más que carantoñas de encurtidos y patatas fritas vamos a El Cisne Azul, que primavera también son setas. Nos aconsejan lo que mejor encaja en poco tiempo, mesa pequeña y una ingesta moderada, que hay que reservarse para la cena. Alguna broma con la mesa vecina, mi cazadora que se empeña en caerse del respaldo del taburete por más que el camarero me lo advierta una y otra vez, las setas están muy ricas pero se hace tarde… Esto sí me vale como comida informal.
De tarde iré de compras, vino y chocolate. No me queda de paso, creo que a casi nadie le queda de paso a ningún sitio, pero a modo de rito al menos tengo que visitar
Se me ha echado la hora encima y ya no creo que pueda aprovechar mucho más. Visitar lo del impresionismo en
Quedamos para desayunar en
Ya está bien de tanto subterráneo; vamos en autobús. Que te gusta
Por fin la paz del museo aunque sólo dure los primeros minutos. Por eso me parece bien esta práctica de hacer selección de su propia obra. La dimensión y la cantidad de público no permiten disfrutar en condiciones de lo expuesto muchas veces, así que una agrupación con buen criterio te facilita la visión. Y luego lo que las ganas aguanten de la colección general. Nos gustó la obra invitada, mucho (Las hijas de Edward Darley Boit, de John Singer Sargent) Y han colgado algunos Goya que no recordábamos, creo.
Hora de salir, que el cuerpo ya pide unas cañitas. Huertas, Barrio de las Letras, sin rumbo fijo. Y cuando haya que forrar un poco, a
Y poco más, es hora de despedirnos. Yo todavía tomaré el último café en el Central y luego otra vez a las vías: subterráneas hasta Chamartín, al aire libre de vuelta a Asturias, a distintas velocidades.
La mayoría de la pintura ya no estará expuesta cuando leáis esto. La mayoría de los platos podréis encontrarlos todavía, que sigue siendo primavera.
Salud.