domingo, febrero 28, 2010

Restaurante Los Avellanos (Tanos, Torrelavega), por Jorge Díez



Escapada con rumbo a Cantabria; objetivo, Los Avellanos. Tengo Cantabria ahí al lado y la zona me gusta, así que es buena opción para un día libre. De este restaurante hablan bien varias guías pero no tengo referencias personales hasta ahora. O mejor dicho, no tenía, que poco antes de ir alguien que sabe mucho de vinos me da pistas sobre la bodega del sitio. La cosa promete.

El día tiene una luz bonita, hace algo de frío, se viaja con comodidad… pero estoy llegando a Torrelavega, población que nunca incluiré en una lista de mis preferencias. Normalmente no te hace falta fijarte, porque a cierta distancia se manifiesta El Olor, así, con mayúsculas. Alguien que viva allí podría hablar sobre él como el Coronel Kurtz de Coppola hablaba sobre el Horror. Pero es tiempo de máscaras y puede que hasta el aire quiera aparentar lo que no es y parecer puro. En fin, llegamos a Tanos.

Tampoco aquí vamos a encontrar mucho aliciente entre urbanizaciones miméticas, así que vamos directos a comer. La sala es funcionalidad pura: cuadrangular, blanca, luminosa… Los “cortes” necesarios para colocar a un lado cocina y bodega y para inventarse al fondo un baño, casi todo invisible si no lo buscas. Mesas amplias, bien separadas y cada una con su mesita auxiliar. La pared de la bodega pone una nota de color y sugiere vino, ¿o estaré yo imaginando demasiado? No sé, pero estoy cómodo, que es lo que me importa. La carta breve, con los ajustes en la oferta de pescados y con un par de platos de cuchara aparte. Y la de vinos se destaca: encuadernación más noble y un volumen manejable pero amplio, y dentro encuentro bastantes cosas de interés. No fallaban mis fuentes cuando me prometieron sorpresas en ese aspecto.

Atiendo la invitación de la casa a pedir medias raciones si deseo probar más cosas y empieza el convite.

La crema de boletus y pan especiado del aperitivo de cortesía huele bien y sabe mejor, me predispone favorablemente. Como también me hacen sentir bien el servicio amable, las sugerencias comedidas, un pan sabroso o los dos aceites (Oro de Bailén y Marqués de Griñón) y el cuenco con forma de trébol, para cada uno y para la sal especiada que te ofrecen.

Esto de viajar solo limita la elección de los vinos, así que entre muchas tentaciones francesas (Aviso para navegantes: es el apartado mimado de la carta.) me fijaré en un vino de paso fácil, versátil, ligero y que además tenga carácter; por pedir que no quede. Y si ha de ser todo eso ha de ser un champán. Hay unos cuantos apetecibles pero, ya que estamos y que sé que en la casa son buenos conocedores, que me aconsejen algo, que me sorprendan, ¿por qué no? Y me recomiendan el Jacques Lassaigne “Le Cotet” Extra Brut. Hago un pequeño paréntesis para reconocer dos méritos. Ese champán está en esa carta –además de por el interés del restaurante en cuidar sus vinos, claro- porque existe un sitio llamado La Ruta del Vino y una persona llamada Phillippe Cesco. Si os interesa este mundillo buscad y encontraréis motivos para agradecérselo. Y el otro mérito cae del lado de los blogs, venga, que también hacemos cositas. Me sorprendieron con el champán por sus propias virtudes pero también por una debilidad de mi memoria, porque si no hubiese recordado los comentarios que recogió el blog de Sobrevino más de una vez. Lo mismo: si os apetece pasaos por allí.

Pero yo había ido a comer, por lo tanto… Media de un plato ya consolidado de esta casa: Milhojas de perdiz, foie gras y manzana. Hay quien ha criticado poca renovación en la carta pero ni entro ni salgo en eso porque es mi primera visita. A lo que iba: equilibrado y sabroso el entrante. El foie no se hace pesado porque no se abusa de la cantidad, porque es bastante fino y porque contrasta con el carácter más agreste de la perdiz picada y con la acidez y el frescor de la manzana. Me gustó.

Después, otro medio entrante, el Carpaccio de carne roja con cremoso de queso ahumado. La presentación es un timbal formado con las lascas de carne y sobre el mismo la bola de crema de queso fría con unos brotes de cebolla. Y ahí empezó un pequeño motín de los platos contra el servicio de sala, que tuvo su primer episodio en la tendencia suicida del cremoso de queso, empeñado en saltar desde lo alto del timbal al plato. Infeliz, ¿no sabía que ahí lo iba yo a estrellar en cuanto empezase a separar la carne? Un poco más atemperado hubiese ganado casi la perfección, porque el corte, fino pero un poco más denso de lo habitual, y la calidad de la res vieja daban una potencia notable al plato. Ese sabor profundo, que definimos como mineral puede que sin mucho sentido, estaba ahí y marcaba el terreno. Y el queso era un acompañante perfecto, con un deje ahumado delicioso. La nota fresca de los brotes, con una punta ácida y un regusto dulce, completaba el cuadro.

Como principal escogí otro ofrecimiento fuera de carta que sonaba bien: Secreto de cerdo ibérico con frutos de mar. Un mar y montaña a su modo, con el secreto frito en tiras y acompañado de chipirón, langostino y unas sabrosas verduras con el punto de cocción exacto.

A todas estas, el champán estaba quedando como un señor. Una nariz delicada pero rica y constante, persistente. Carbónico nada punzante, acidez en la retaguardia. Manzana, mucha manzana, y fermentación leve; sugería la sidra bien elaborada. Enseguida notas de pastelería fresca, y luego la combinación de ambas, la evocación de la manzana asada… Vaya, que aquí no hubo que dudar qué hacer con la botella empezada porque sólo sobró una copa, poco más.

Llegamos al postre. La Isla de chocolate flota en un mar blanco con la manteca de cacao bien presente y deja que el náufrago vaya descubriendo entre la firme mousse trocitos de buen chocolate negro, destellos crujientes, hasta encontrar el tesoro, la trufa escondida en su interior.

Pero la calma de esta isla se va a ver alterada por nuevos ánimos belicosos. Fallido el ataque del queso kamikaze un infiltrado en los petit fours lo intentará de nuevo. Con el café venían unas gominolas de mango y coco, una trufita y un chupito de crema de café (descafeinado, por cierto) Y en la primera bandeja, cuando llegaba a la mesa, el chupito decidió dejarse caer para que su contenido causase todo el daño posible. Tampoco le sirvió de nada. Repulsa unánime de las demás golosinas, reacción tranquila de la camarera, vuelta a cocina y por fin pude tener acompañantes para un café solo.

En fin, una comida muy agradable. Para quien conozca El Serbal son conceptos con ciertos parecidos. Cocina teñida con las tendencias actuales, guiños a los productos de la zona, especial cuidado de la sala, bodega bien atendida, detalles para buscar la comodidad del cliente, para hacerle el restaurante cercano. En este caso aún más por la dimensión más modesta, más hogareña casi.

Antes de que la bancada de economistas me pregunte, unos cincuenta pavos por la comida y casi otros tantos el vino.

Ya hablé de la falta de alicientes en el entorno, con lo que prefiero ir hasta Santander a disfrutar de la tarde. Cafés, paseos (Qué incómodos son algunos recorridos por esta ciudad, con tanto sube y baja. Y no es que sea yo de tierra llana precisamente.) El mar, que casi siempre me hace más agradables los sitios. El viento, que a mí me gusta aunque tiene pocos amigos. Los rincones bonitos, algún edificio de interés, todo escondido entre otros más vulgares y poco cuidados. Pero mi paladar está satisfecho y mi cabeza me dice que pronto volveremos a La Cigaleña, que otro día tengo que pasar a curiosear por La Ruta del Vino, que Cantabria, igual que Asturias, ofrece bastante en ese terreno para su tamaño, probablemente porque apenas hay un vino propio que defender, y eso la hace más abierta. Eso, que mucho protestar pero esta tierra también me gusta. Además, está ahí mismo…

Le Pied de Samson 2004, de Georges Vernay



Hay veces que la sencillez no va en contra del disfrute, cuando es honesta y no trata disimular su ser con maquillajes vulgares. Incluso, en una uva como la Viognier, que tiende a cargar en exceso su perfume almizclado, puede venirle bien. Yo es la segunda vez que pruebo este Domaine Georges Vernay 2004 Le Pied de Samson y me ha gustado tanto o más que la primera. En nariz tiene una buena intensidad. Es fresco, frutal, limpio, con aromas de naranja , hierba y flores. Y un fondo que asoma tímidamente, entre leves anisados y almizclados, para decirnos que no es tan simple como pudiera parecer . No es especialmente largo ni envolvente, pero tiene una acidez vivaz que le hace llegar lozano al 2010, y dar con naturalidad los sabores de los que hablábamos, destacando más los sabores de fruta blanca, anisados, miel ligera y, sobre todo, las violetas. Me parece un vino excelente para prendarse de la Viognier, sin tener que pagar demasiado por ello.

Nota:74

Bodega: Domaine Georges Vernay
D.O./Zona: Vin de Pays des Collines Rhodaniennes
Tipo de vino: Blanco sin crianza
Varietales: Viognier 100%
Precio aproximado: 25 euros

miércoles, febrero 24, 2010

El Cenador de Amós (Villaverde de Pontones, Cantabria), por Toni



El Cenador de Amós se encuentra situado en Villaverde de Pontones, cerca de Solares con fácil acceso desde la autovía, en una magnífica casona de piedra digna de ver por sí misma. El cocinero y alma mater del restaurante es Jesús Sánchez y es interesante acceder a la web del restaurante dónde cuenta la historia del abuelo Amós.
Nos situaron en el patio interior y curiosamente trajeron inmediatamente la carta de vinos, un rato antes que la de platos en la que para no perder la costumbre habitual, espejismo compostelano aparte, no cumplen con la Ley 44/2006 al no incluir el IVA en los precios.
Tenían un menú degustación "más tradicional" y el menú gastronómico que fue el que tomamos por 81,32€.
Como aperitivo de la casa nos trajeron unos snacks que consistieron en unos crujientes de trigo, bocadito de queso, anchoa y vinagre, galletitas de queso en crema, aceituna empanada en maiz, sobvrasada y semilla de amapolas y bocado de bonito, todos en una mínima degustación pero demostrando el buen nivel de la cocina que disfrutaríamos posteriormente. También nos pusieron un aceite para degustar pero del que no me quedé con la marca.

Empezamos con una crema de remolacha y berenjena fría y muy sabrosa y al poco llegó el mero marinado con sorbete de tomate y crujiente de semillas. Nunca había tomado un mero en esta preparación y resultó muy sabroso, con un rico helado de tomate aunque tampoco excelso.

Seguimos con pescado, en este caso lomo de bacalao escalfado con puerros y morcilla sin sacrificio. Tal vez el bacalao estaba algo más hecho de la cuenta para nuestro gusto, pero en todo caso de muy buena calidad y armonizando bien con unos gustosos puerros y una morcilla en este caso sin sangre pero algo falta de sabor.


El siguiente plato yo pedí que me lo cambiaran a lo que accedieron sin problema alguno. Fueron unas magníficas alcachofas rellenas de perdiz con trufa de las que hubiera comido un par de platos más. Muy bien. El plato original del menú eran unos ñoquis de calabaza, con verduras, salteado de bogavante e hígado de rape del que comentó mi mujer que llegaba al sobresaliente.

Acabamos los entrantes con un timbal de huevo con guisado de codorniz y sopas, en el que el huevo también se les pasó un poco. Mejor el acompañamiento del guisado y sobre todo la sopa.

En los platos principales el nivel estuvo alto. El rape al horno con aceitunas negras sí que estaba perfecto de punto y textura e intenso de sabor con una tapenade muy lograda que se complementaba bien con el pescado. Nos gustó mucho.

Incluso mejor estuvo la perdiz asada sobre canelones de manzana y berza, presentada para hacerse una idea como un magret, con unos canelones muy buenos que armonizaban muy bien con la carne aunque tampoco tenía un sabor intenso y sí elegante.

A la hora de los postres nos dijeron que habían tenido un problema de logística y se les había acabado del primero. Salimos ganando ya que nos pusieron uno distinto a cada uno. Unos extraodinarios helado de queso blanco con frambuesas y helado de queso de cabra en aceite y aromáticos, ambos perfectos de textura y sabor.

No sé si por lo buenos que estaban los helados pero la nube de chocolate con sorbete de cacao pasó más desapercibido ya que la nube estaba algo insípida y el sorbete algo dulzón y empalagoso.

Buena carta de vinos sobre todo en tintos ya que en blancos era consideablemente inferior en referencias. Tomamos un Cava, Ferret Guasch Brut Nature Gran Reserva 2003, 26,75€.

Acabamos con unos cafés espresso por los que cobraron unos excesivos 3,42€ c/u, aunque vinieran acompañados de unos notables petit fours que supongo que pondrían igual de no haber tomado el café.

El servicio simpático pero algo despistado y muy notables la mantelería, vajillas y cubertería excepto las copas de Cava que eran de propaganda de una afamada bodega. Un poco cutre este detalle.


Un mal detalle fue que el comedor de fumadores tenía las puertas completamente abiertas y salía el humo hacia el comedor de no fumadores. Nosotros estábamos lejos y no nos afectó, pero a las mesas que estaban cerca de la separación entre ambos tragaron humo al igual que si hubiesen estado dentro del comedor de fumadores. Siempre es un incordio, más pagando 100€ por persona.

También estaría bien que actualizaran la web e incluyeran los menús que se sirven en este momento.


Nos pareció un buen restaurante en conjunto pero esperábamos más. Las famosas "expectativas" por el prestigio y consideración del restaurante. Alguno de los platos y de los postres alcanzaron un gran nivel pero otros fallaron algo en la ejecución. Aún así el menú fue satisfactorio en conjunto, algo menos si nos fijamos en el precio. Por lo menos no se queda uno con hambre. De todas formas por lo que cuesta debería estar un punto más arriba en general.


Nota general: 6,75


Emoción: 6,75


El Cenador de Amós

Villaverde de Pontones - CANTABRIA
942 508243-508066
http://www.cenadordeamos.com/

toni

viernes, febrero 19, 2010

El Mercadito (Santiago de Compostela), por Toni

A unos pasos de Acio se encuentra El Mercadito, cerca de la catedral. Oficia el cocinero Gonzalo Rei miembro del grupo Nove. Casi se puede decir que no conozco el restaurante excepto el lounge de la entrada ya que al haber reservado como no fumadores nos asignaron mesa en un reservado nada más pasar el lounge y no vimos el resto del local.

Nada más sentarnos el camarero trajo una hoja y nos dice que esa noche había un menú único y no se podía pedir por carta. Mal. Muy mal. Deberían haber avisado en el momento de hacer la reserva. Precísamente descartamos un afamado restaurante compostelano por ese motivo y resulta que nos lo encontramos aquí sin saberlo. En su descargo, nos dijo que podrían cambiar algún plato si no nos gustaba como así hicieron. El menú costaba 48€, IVA incluído.



Extrañamente no trajeron ningún apertivo y rápidamente llegó el primer plato: foie con manzana y naranja. Muy buena combinación del foie graso con el dulce de la manzana, el toque agridulce de la naranja y el punto salado de las escamas de sal. Tal vez un poco pequeña la ración. El plato original era gambón tibio con mayonesa de soja el cuál cosechó elogios también.




El siguiente plato fue ensalada de tomate marinado y brandada de bacalao. Una original presentación con un tomate relleno de brandada y acompañado por lo que parecía una salsa a base de aceitunas negras. Simpático el concepto y aunque el resultado no sea espectacular estaba bien.




Seguimos con una reinterpretación del clásico por excelencia de la cocina gallega: pulpo a nosa feira con patata ahumada al haya. Excelente. No me suelen convencer las preparaciones de pulpo que se aparten de la tradicional "a feira" pero aquí el cocinero se luce. Perfecto el punto del pulpo, sabroso, acompañado de una magnífica crema de patata, riquísima. Lástima de la poca cantidad.




Para acabar con los entrantes, un huevo de las gallinas de mi madre con pisto. Supongo que hecho a baja temperatura, con una crema de patata y me dió la impresión que también con aceite de chorizo además del pisto. Otra reinterpretación de un plato tradicional muy lograda. En el plato original el ingrediente era centollo y evidentemente difería bastante de éste.





Pasando al pescado, fue una robaliza asada con pil-pil de albahaca y limón dulce. Lubina, un pelín más pasada de lo que nos gusta pero sin estropear el resultado final. Muy logrado el pil-pil de allbahaca con el toque original de la espuma de limón.






Como carne nos pusieron una ternera estofada en vino de Monterrei en su punto con una rica salsa y acompañada de una tartaleta y un trozo de membrillo, si no me falla la memoria.







El primer postre consistió en una tarta de trufa con soda de naranja magnífica, intensa y golosa. Nos gustó mucho. Por último nos pusieron un milhojas de hojaldre con crema de vainilla igualmente excelente donde no supimos decir qué nos gustó más, el hojaldre ó la crema de vainilla. Muy bien ambos postres.






Como con el aperitivo tampoco trajeron ningún detalle en forma de petit-fours.




La carta de vinos simplemente aceptable y un poco cutre su presentación en unas hojas y unas tablillas. Pedimos un Galgueira Selección 2008, 22€, blanco de Valdeorras y como se puede ver en la foto a pesar de pedirle al camarero más de una vez que echara más agua y hielo, no hubo manera. Fue el único punto negativo del servicio que por otra parte fue bastante correcto.





Nos gustó el menú en conjunto aunque pensamos que en los postres estuvieron algo por encima de los platos salados, que por otra parte tienen un buen nivel y más teniendo en cuenta los 48€ que cuesta el menú, algo difícilmente encontrable en otras partes de España en un menú de características parecidas. A pesar de ser una cocina con toques creativos y variaciones sobre la cocina tradicinal da la impresión que la intención del cocinero es no asustar a algún tipo de clientela tradicional con excesiva novedad y darles sabores de toda la vida vestidos de otra manera y con buen resultado. A mi me gustó y al igual que con Acio también lo recomiendo a quien visite Santiago.


Nota general: 6,50

Emoción: 7


El Mercadito

Rúa das Galeras, 18, Santiago de Compostela
981 574 239
http://www.elmercadito.es/


toni

martes, febrero 16, 2010

Acio (Santiago de Compostela), por Toni

Hacía bastante tiempo que no iba por Santiago, tanto que los restaurantes más en boga de la ciudad no existían y al contrario, el más reconocido por aquellas fechas es el que ha desaparecido en la actualidad. Gracias a los blogs, sobre todo a La Trastienda de... y a Diario del Gourmet de Provincias... me decidí por ir a Acio en lugar de algún otro restaurante de mayor reconocimiento y reputación.

Sorprende al entrar en Acio el local. A la entrada es como un mesón, mesas de piedra incluídas, con barra para tomar vinos por copas, y al fondo están situadas 7 mesas con una decoración más en plan restaurante aunque con el defecto de la excesiva proximidad de algunas de ellas entre sí. De todas formas y desafortunadamente sólo tuvieron otra mesa además de la nuestra.

Rápidamente trajeron la carta con la agradable sorpresa de que los precios tenían el IVA incluído
algo habitual en la mayor parte de restaurantes compostelanos en los que nos fijamos. Podrían copiar hosteleros de regiones vecinas.




Mientras escogíamos el vino llegó el aperitivo de la casa: champiñones con yema de huevo y mostaza, original combinación pero con un resultado redondo donde los tres ingredientes se armonizaban de maravilla en un bocado que rápidamente pedía el siguiente. Buen comienzo.





En los entrantes tenían varias opciones muy apetecibles, pero cuando vimos entre las carnes el arroz cremoso de Capón de Villalba con verduritas de temporada, 19€, no lo dudamos ni un segundo. Excelente arroz de grano suelto, de sabor rotundo, intenso, magnífico. Además tuvieron el buen detalle de emplatar la ración para dos y no cobrar un céntimo de más. Para recordar.





Con los platos principales seguimos dándole a la carne. El cochinillo ibérico con peras al albariño y hierbas aromáticas, 18,50€, tal vez fue el único pequeño fallo de la noche ya que tenía un punto bravo el sabor aunque lejos del que comí en El Celler de Can Roca hace unos meses y que fue muy poco presentable. De todas formas las extradodinarias peras al albariño lo suavizaban y el punto del cochinillo estaba bien logrado.





En cambio de sobresaliente estuvo el cabrito lechal con cus-cus al curry, cereales y orejones, 19€, de excelente textura y mejor sabor, acompañado por un gran cus-cus, adictivo, y sin duda el mejor que recuerdo haber comido nunca, Túnez y restaurantes libaneses de prestigio incluídos.





Es una lástima que yo sólo tomara postre para haber probado otro más. Yo tomé un original Insipiración queimada: bizcocho de café, helado de caña, praliné y espuma de leche. 6€. Una especie de deconstrucción de la queimada de vicio, tanto los distintos ingredientes por separado, sobre todo el bizcocho, como en el bocado conjunto, y más si se acompaña con la bebida recomendada, un licor de café Lua Blue Mountain, 3,50€. Para los golosos es casi tocar el cielo.




Después trajeron una par de cucharillas de mousse de chocolate con aceite, cortesía de la casa. Muy rico pero tal vez un poco sobrado de aceite. También tomamos un Porto, Quinta Seara Tawny. 3,50€.

Acompañamos la comida con un muy buen pan al inencontrable precio de 1€ c/u.



Buena carta de vinos no muy amplia pero con referencias escogidas y amplia representación gallega. Tomamos un La Cima 2005, 38€, vino elegante y sutil, pero en mi opinión algo caro para lo que ofrece. Copas Riedel.

Como curiosidad, su página web www.acio.es requiere de usuario y contraseña para acceder algo que no deja de ser muy extraño.

Por lo que pudimos entrever, el cocinero, Iago Castrillón, estaba solo en cocina por lo que en un día de mayor afluencia no sé como se arreglaría para sacar el trabajo si siempre es así. Sólo puedo juzgar esta cena, de todas formas todo apunta a que con más medios y personal podría ser un restaurante de referencia no sólo en Santiago sino en Galicia, ya que consigue unos sabores a la vez novedosos pero reconocibles, creativos pero sin estridencias y en el caso de lo probado muy apetecibles. Sin duda ninguna lo recomiendo para quien se acerque a Santiago.


Nota general: 6,50

Emoción: 8


Acio

C/Galeras, 28, Santiago de Compostela
981 577 003

toni



jueves, febrero 11, 2010

El Gochu Celta de la carnicería Rosa Elena de El Berrón


*

El otro día se escojonaban un poco cuando decía que lo de ir de jurado machaca de pinchos me gustaba por lo de conocer gente. Pues en este último concurso de pinchos coincidí con la gente de Crivencar que venían de presentar las Xornaes de Gochu Celta en Gascona, así que no pude por menos de preguntarles un poco por él y de me picaran la curiosidad . El gochu celta, por lo visto, ha estado en un tris de desaparece r(veo una noticia de 2004 en la que se contalizaban 17 ejemplares) en Asturias por el más productivo cerdo blanco común. Al gochu celta, además , no le gusta estar estabulado en espacios cerrados, le encanta triscar pos castañales y , siendo sinceros, es más feo que pegar a un padre. Pero gracias a la labor de unos pocos ganaderos (no llegan a la veintena), y de alguna ayuda de la Consejería pertinente, se está recuperando, aunque la producción todavía es anecdótica. Me encuentro en la Anarcopedia que comparten tronco genético con diferentes razas del Norte de Europa: “el gochu celta ye una raza de gochu que tien el so orixe n'Asturies y que ta emparentáu con otres tribes del mesmu tueru celta En Francia cola craonesa, la normanda, la bretona, l'alsaciana, la meusiana y la champenoise. En Bélgica: la flamenca, la hesbignon y l'ardanesa. En Dinamarca: el jutland y el seeland. En Rusia la polonesa. N'Alemaña, mesmo qu'en Suecia ya Noruega tamien queden castres de esti aniciu, asina como n'Austria ya n'Hungría...” En cuanto a su aspecto, pues una imagen vale más que mil palabras.

También me pusieron en la pista de donde se podía conseguir. Los de Crivencar lo estaban vendiendo por un par de semanas en su tienda de la Plaza San Miguel, pero me resultó más fácil acercarme a la carnicería Rosa Elena en El Berrón. Allí me puse a hablar con un chaval joven que además de carnicero , era también el criador de los que vendía. Me comentaba, mientras sacaba un hermoso chuletero de una hembra de 16 meses ( lo mismo que el de ternera , presentaba unas diferencias notables entre el cabecero y la parte baja), que los alimentaba con maíz y cebada, y que los tenía en un prao adonde salían cuando les apetecía. Que estaba todavía probando cual era la mejor edad para matarlos, que los machos tenía que sacrificarlos antes, que salían más duros y bravíos,….así que le dije que cortase un kilo chuletas (a 10,50 el kilo), y, ya que estábamos, un par de choricinos y una morcilla.

Me faltó tiempo para meterlos en la plancha, aunque antes todavía tuve tiempo para echarles un ojo y darme cuenta de que a la vista tenían una presencia que cambiaba bastante respecto a las que rellenan los plorexpan y las estanterías de los súper. Eran , lógicamente , más grandes, ya que los cerdos blancos los matan con siete y ocho meses. El color era bastante más oscuro, aunque sin llegar al del ibérico. No tenían cintas de grasa alrededor de la carne , sino que eran más finas y la grasa se metía más por la carne, aunque sin vetas . Plancha fuerte para sacar tostados y a meterlas en la boca recién salidas. De lo primero que se da uno cuenta es de que, contra lo esperado, es una carne muy tierna. Y de que tiene sabor. No es un sabor exagarado e intenso, sino más bien suave, envolvente, casi dulzón. Apetece seguir, porque están muy ricas. Luego nos pusimos a cortar un poco de chorizo. Es muy magro, con un ahumado suave , un buen pimentón (para lo que se estila) y tirando a fresco. Le sienta muy bien esa suavidad de la grasa y la carne, jugosa, que hace que uno que se lo ventile cuando solo quería catarlo por aquello del afán informativo. La morcilla es una de estas morcillas de aquí de estas para los potes y fabadas, llena de grumos de grasa, sangre y cebolla, intensa (aunque también tiende a fresca y el ahumado es sabe) y dulzona, aunque es difícil de tomar en crudo. Ya estoy deseando ir el lunes y pillarle unos cortes de filetes gruesos de diferentes partes y un poco de solomillo,....y otro par de chorizos.


* foto tomada de la serie de fotos ASturias Siglo XXI de La Nueva España