viernes, mayo 18, 2012

Trinquete (Tudela, Navarra), por Toni



El restaurante Trinquete está situado bastante cerca de la Plaza de los Fueros de Tudela y a pesar de su ubicación en una calle poco transitada está a tiro de piedra del hotel AC Ciudad de Tudela lo que supongo que le vendrá muy bien para atraer clientela como fue nuestro caso. En su página web se publicitan como restaurante/vinoteca pero la verdad es que nosotros no vimos la vinoteca por ningún lado, a no ser que esté situada en el piso de arriba en el que no se veía luz alguna.

Al llegar nos pasaron al comedor de la parte de abajo que es algo angosto y además nos tocó la mesa de la entrada con lo que el trajín del personal de servicio no hizo que la velada fuera precisamente tranquila.

Aquí sí que tienen los precios de carta con el IVA incluído, pero solo aparecen los de las carnes y los pescados. Me explico. Disponen de un menú degustación de verduras, por 30€, a los que se le pueden añadir otros dos platos más, también de verduras, que subirían el menú a 45€, pero a la hora de pedir por carta te indican que los entrantes se pueden escoger de entre los platos del menú de verduras, por lo que solo te dan como opción de entrantes los platos de verdura, a no ser que pidas un plato principal como entrante, y además no sabes el precio de estos ya que no vienen en la hoja que te dan con el menú. Realmente es algo que no recuerdo haber visto nunca y me parece una práctica poco presentable. Además, muy probablemente de haber conocido los precios no hubiésemos pedido esos entrantes.
Supongo que es porque coincidió con las fiestas de la huerta porque en la web si tienen una carta "normal" con entrantes variados.

El servicio mostró una descordinación considerable ya que no habían traído todavía el vino cuando llegaron los entrantes. Además el primer entrante lo trajeron emplatado para dos cuando no lo habíamos solicitado así por lo que tuvieron que devolverlo a cocina. Aún con esta demora el vino tardó en llegar.
El timbal de primavera al dente, habitas, guisantes, huevo de nuestras gallinas y piñones, 14,90€, pasó sin pena ni gloria y además la cantidad no era gran cosa. Carísimo.
El otro entrante fue una degustación de espárragos frescos de temporada, 17,90€, que consistió en un carpaccio de espárragos, unos espárragos verdes a la plancha, espárragos blancos al horno y una variedad de espárrragos más delgados y con más intensidad de sabor. Venían acompañados de una emulsión de aceite. Bien, pero ¿17,90?.
Esta vez para los principales nos decidimos por la carne. Como en el caso del Treintaitrés con los entrantes, podrían haber disimulado un poco con el asunto del microondas ya que al minuto de retirarnos los platos de los entrantes llegaron con los principales. La paletilla de cordero rellena de verduritas, 19,75€, estaba totalmente reseca y con un sabor indefinido, además de no tener muchas pistas del relleno de verduras. Suspenso total.
 
Aún peor fueron las manitas de cerdo deshuesadas y rellenas de satas, foie y verdura, 19,50€, con un olor y sabor bravío y montuno que hizo que nos dejáramos la mayor parte. Tarjeta roja y  expulsión. También se puede ver en las guarniciones que mucha imaginación no desplegaron ya que en ambos platos consistió en un par de patatas cocidas y una salsa del mismo fondo.

En vista del éxito obtenido ni nos planteamos tomar postre.


La carta de vinos aceptable para el tipo de restaurante aunque el cartón en el que venían hacía bastante difícil su lectura. Tomamos un Alto Moncayo Veratón 2009, 27,90€, que a pesar de venir caliente, cuando alcanzó la temperatura adecuada fue lo mejor de la cena con diferencia. Las copas malas y el pan, mediocre, 1,20€ c/u. El personal de servicio correcto.


Creo que con la redacción queda claro que no nos gustó nada este restaurante. Vuelvo a pensar que a lo mejor si hubiésemos pedido el menú de verduras es posible que la opinión hubiese sido distinta pero en este caso tengo la sensación de que no. Los platos principales fueron un desastre y esto sirve para lanzar el debate sobre a donde van ciertos restaurantes si ni siquiera resuelven bien platos relativamente sencillos como una paletilla de cordero y unas manitas de cerdo.


Luego se extrañarán del descenso de clientela aunque lo achaquen a la crisis y más cuando actualmente hay productos de quinta gama con resultados mejores que los de muchos restaurantes y con los que puedes hacer una cena mucho más barata. Y eso cuando no son los propios restaurantes los que te están sirviendo esos productos de quinta gama. Para cualquiera de los dos casos me quedo en casa.
Se podría abrir un interesante debate sobre este tema y creo que son los propios hosteleros los que deberían reflexionar sobre ello.
 
 
Trinquete
C/ Trinquete nº 1 bis 31500 Tudela
948 41 31 05 www.trinquete.es



viernes, mayo 11, 2012

Treintaitrés (Tudela, Navarra), por Toni



El restaurante Trentaitrés es sin duda uno de los referentes de la cocina de las verduras de la huerta no solo en Navarra sino probablemente en España por lo que a priori era una parada obligatoria en nuestra visita a Tudela.

La primera impresión no es buena porque está situado en una calle sin salida bastante lúgubre sobre todo por la noche. Menos mal que una vez dentro nos espera un comedor bastante luminoso y acogedor. Mientras esperábamos a que nos trajesen la cara tomamos una caña al bonito precio de 2,78€.

En carta disponen de un menú degustación de verduras que supongo que mantendrán todo el año ya que este fin de semana coincidió con una fiesta de la huerta en Tudela y la mayor parte de restaurantes ofrecían sendos menús degustación en torno a la verdura de la huerta.
Aquí no se han puesto todavía al día e incumplen la Ley al no reflejar los precios con el IVA incluído.
Tanta verdura nos pareció demasiado así que las dejamos para los entrantes y los acompañamientos de los platos principales. Curiosamente no nos ofrecieron ningún aperitivo de la casa como suele ser habitual en restaurantes de este nivel.
El microondas funcionó a toda velocidad porque no hacía medio minuto desde que nos sirvieron el vino cuando llegaron los entrantes. Podían haber disimulado un poco y haberlos traído algo después para que por lo menos hubiéramos disfrutado del primer sorbo del vino.

Uno de ellos fue la corona de alcachofas con foie gras, 16,23€. Excelentes las alcachofas de textura y sabor y mejorable el foie, pasado de plancha. De todas formas el conjunto bastante bien.
Algo menos convincente resultó el falso arroz verde con verduras, 16,32€. Pensábamos que sería el típico trampantojo que imita al arroz hecho con otro ingrediente, pero no, era un arroz caldoso, tal vez demasiado caldoso, hecho con verduras varias. Mal no estaba pero nos pareción algo flojo de sabor. Le faltaba algo y el precio no le ayuda en su apreciación.


Para los platos principales nos decidimos por el pescado. El rodaballo salvaje braseado con asadillo de hortalizas en forma de crema, 24,02€, vino en una buena ración, pero se les fue la mano en el braseado y lo secaron excesivamente con lo que el plato quedó desvirtuado a pesar del buen sabor del asadillo. Tarjeta amarilla.
Y siguiendo con términos futbolísticos, tarjeta amarilla con apercibimiento de expulsión para el rape al aceite de hongos con pisto y yema de hongos, 23,15€, en el que el pisto estaba también bastante bueno pero el rape tenía toda la pinta de haber sido descongelado a toda prisa y mal ya que algunas partes del mismo medallón estaban frías y otras templadas mientras otro medallón estaba bien caliente. Fallo inaceptable.
Como el discurrir de la cena no estaba siendo una maravilla optamos por no aumentar las malas vibraciones y la cuenta y no pedimos postre.


La carta de vinos como en tantos sitios bastante buena en tintos y muy floja en blancos. Precios de media doblando al de tienda. Tomamos un Nekeas Chardonnay Cuvée Allier 2009, 19,58€. Las copas de vinatería de segunda y el servicio del vino manifiestamente mejorable: ausencia de presentación de botella y de ofrecimiento de prueba; corchazo y a servir las dos copas. Al hilo de esto comentar que el personal de servicio parecía sacado de una sidrería de tercera, sobre todo el femenino. Brusco y con poca idea de por donde se deben colocar y recoger los platos y cubiertos.

Tal vez hubiéramos tenido que pedir el menú de la huerta. Muy probablemente la impresión final hubiera sido distinta, pero lo menos que se le puede pedir a un restaurante de este prestigio y fama es que lo que tengan en carta lo hagan bien y esto no ha sido el caso en los pescados. No descalifico al restaurante porque como siempre digo ha sido ha sido una única visita pero lo experimentado fue así y así lo cuento.

Treintaitrés
C/ Capuchinos, 7, 31500 - Tudela (Navarra)
948 827 606  www.restaurante33.com/

jueves, mayo 03, 2012

Restaurante Annua (San Vicente de la Barquera) Por Jorge Díez




Otra crónica pendiente, aunque nos vamos acercando en el tiempo. El pasado diciembre ofreció a primeros de mes un día apacible, muy agradable para viajar. Y aun con poco margen para hacer la reserva quería probar este sitio, que tenía recién estrenada su estrella Michelin (en buena medida animado por el post que publicó Fartones en su blog). Ningún problema: tendría una mesa esperándome.

El oriente de Asturias y Cantabria son zonas que conozco bien, muy transitadas por mí en su momento –ahora, menos- y por tanto es un camino que recorro de manera casi automática, sin reparar en detalles, pero sugiero a quien no lo conozca que lo paladee, que lo disfrute con detenimiento, porque es una región preciosa.

Una vez en San Vicente tienes que atravesar el pueblo hasta casi caerte al mar, y por fin allí está el restaurante, discreto, elegante, tranquilo. El aroma marino me gusta especialmente, así que ya entré de buen humor después de una buena inspiración fuera, mientras lo contemplaba.

Vi su terraza y no me extraña que hablen tan bien de ella. Para una sobremesa o una copa nocturna, si el tiempo acompaña, es estupenda. Pero yo iba concentrado en la comida y la bebida, en probar un menú que sobre el papel era atractivo, así que pasé a la sala; en realidad, a su ala lateral que es casi otra terraza cubierta. Las vistas por tanto son magníficas. A través de su pared de cristal ves la terraza exterior y el mismo mar Cantábrico que respiran los que están fuera. Es mi mar, es mi debilidad, tenéis que perdonarme; otros no pueden gustarme como este.

Esa sala está muy bien montada dentro de su sencillez, de su minimalismo. Pero es algo estudiado, lo interesante será lo que comas y lo que bebas, y si has de distraerte ahí fuera estará el mar y la vista se perderá buscando la costa y sus encantos. Amueblada con mesas grandes, tenía para mí solo mucho espacio para disfrutar, para desplegar lo necesario para un festín, como comprobaría enseguida. Os recomiendo una búsqueda en la red; hay fotos magníficas que dejarán mucho más claro esto que escribo.
Annua ofrece dos menús –denominados Gastronómico y Experience- que se ajustan a la fórmula de degustación, con platos creativos, personales. Escogí el más amplio, como de costumbre. 

Con los tres primeros bocados, que hacen de aperitivos, me sirvieron una copita de cerveza Inedit. Me gusta ese detalle de incluir porciones mínimas como inicio pero con trabajo de cocina, no productos de compromiso, para cubrir el expediente. En este caso fueron piedras de queso pasiego y polvo de trompetas, trampantojo de tomate y foie gras y mini oreo de setas y coliflor, todos muy bien presentados y sabrosos. La cosa empezaba bien.

La carta de vinos es buena, bien pensada, y una vez más se nota que Philippe Cesco defiende el champán con buen criterio desde su tienda de Santander. Es seña de identidad de varios locales de Cantabria. Yo escogí un Diebolt-Vallois de 1999 para este menú, con el que se entendió de maravilla. Muy marcadas las notas “de horno”, de pastelería; tostados suaves, frutos secos. Después aparecía la manzana y derivaba hacia manzana asada con el reposo. Ya sabéis, esos términos tan curiosos que nos gustan a los aficionados. Añado que es de los que tiende a lo vinoso, de los estructurados más que de los frescos. El carbónico estaba algo punzante para mi gusto pero en conjunto fue un gran vino. Os podéis saltar todo lo anterior y quedaros sólo con esto último: gran vino.
Esta casa trabaja mucho con ostras y ofrecía un entrante opcional con este producto pero yo preferí la anchoa, presentada con un cremoso de miel. Producto de primera.
El siguiente entrante era el salmón salvaje Aitor Senna, broma que se compone con el nombre de su creador en cocina y con una afición obvia (que también comparto). Os juro que figura así en la carta, que no me lo estoy inventando. Aquí, paradójicamente, empecé a valorar lo serio de sus propuestas. No se quedaban en la broma del nombre, no era una preparación menor aquel bocadillo “aerodinámico”, afilado –porque era un bocadillo, para consumir sin cubiertos- y de presencia agradable. No me gusta nada comer con las manos, así que la sugerencia en principio despertó en mí recelos. Sin embargo, además de buen producto y buena combinación de sabores con su aliño, el bocadillo estaba bien construido y se podía comer sin que a un patoso como yo le cayese nada. A base de detalles menores como este me daba cuenta de que todo estaba controlado, que no se hacían las cosas al azar.

La vieira a la parrilla con sopa de almendra tierna fue uno de los platos que más me gustó. Sencillo, como deduciréis del enunciado, pero riquísimo. Producto en condiciones y manipulación con buen oficio dan grandes resultados donde en ocasiones no los esperas. Muchas veces menos es más, menos alteraciones y adornos realzan el plato.
Volvemos a encontrarnos con otro plato sin cubiertos, el taco de langostino, que sirven acompañado de tequila reposado Herradura. Y otra vez superamos la prueba. Es lo que parece, un taco, por concepto y presentación, muy rico, que evoca México a través del sabor. Los que me conocéis sabéis que no me suelen gustar las intrusiones de cocinas lejanas en mi mesa pero este bocado funcionaba, me gustaba, me sedujo. La casa seguía ganando mi confianza.

Seguimos con el pulpo a la brasa con alioli de fresa y remolacha. Además de un buen pulpo en su punto de cocción, el alioli así rebajado, suavizado, estaba estupendo. El resultado cromático también me gustó mucho. Imaginaos el tentáculo con sus zonas tostadas sobre el fondo de crema rosácea clara y la remolacha liofilizada, que formaba unas escamas, unas virutas para dar un contrapunto crujiente al plato.
El rodaballo asado con algas y crispy de tinta también estuvo a gran altura. Otra vez buen producto, punto de cocción acertado y poco más. Se repetía el acierto –a mi entender- de despejar de maniobras extrañas la receta; elemento principal bien tratado y acompañamiento coherente diferenciado, nada más. Y nada menos, porque el resultado es muy bueno.

Pasamos a las carnes con un cochinillo con amanita cesárea y mango que era una delicia; carne tierna y cremosa, con un punto crujiente en la piel, bien avenida con las setas y contrastada con la acidez de la fruta.

Y llegamos al final del viaje salado con el lomito de corzo con tierra de trompetas, shimeji y frutas naranjas, en concreto, caqui y otra vez mango. Con otra fuerza, con una consistencia distinta al cochinillo, pero apuestan por parecida combinación, y también este plato convence.

Un primer postre eran las rocas de chocolate aireado con helado de coco. La propuesta era armónica pero flojeó un poquito en intensidad. Al helado de coco le faltaba algo de sabor y el chocolate… ¡era poco chocolate para mí! En serio, como soy un verdadero maníaco del cacao hubiera querido más densidad y más intensidad ahí, pero para alguien más flexible en este tema el postre cumplía bien su papel.

En cambio el segundo no tuvo ningún desfallecimiento sápido. El huerto, que así se llama, consiste en una crema que hace de base y va tapada con tierra de cacao, y sobre ella va una “zanahoria” de chocolate blanco, forrada con zumo de zanahoria y naranja gelatinizado. Al margen del juego visual el postre es sabroso y equilibrado entre la grasa del chocolate y la frescura y acidez del zumo en gelatina.

Como veis es una cocina con ambición de tener marca personal (platos con nombres especiales, fecha de creación en la carta, aunque todos son de 2011 salvo uno de 2010…) y también podríamos atribuirle rasgos de la llamada cocina tecnoemocional, vocablo que me gusta muy poco. Si esto acompañase a platos que no te dejan huella sería un envoltorio vacío, mucho ruido y pocas nueces, pero en este caso sí hay fruto, hay platos que te sorprenden, que te emocionan, que gustan. Hay producto reconocible, bueno y bien tratado. Hay buen servicio y todo lo necesario para disfrutar de una comida. Así que me gusta Annua aunque alguien pueda poner peros a su presentación, a las formas. A quien piense así le sugiero que lo pruebe y se centre en el contenido, porque vale la pena.