domingo, septiembre 27, 2009

Pescadería Rafa (Oviedo)

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El viernes el trabajo me llevó por Luanco. Es bajarme del coche y oler la brisa el mar, esa mezcla de yodo, frescor, alga y roca, que me obliga a dar un paseo por el pueblo hasta el pequeño puerto, donde las barcas de recreo van ganando a las de pesca, y el frescor se mezcla con ese otro olor de madera pudriéndose, gasóleo, nasas al sol y restos de pescado, que, raro que es uno , también me gusta. Aunque es un día claro y tranquilo, el mar trae ya su ronquera de otoño , y mi yo glotón, azuzado por una dieta de insipidez, piensa en las lubinas, que empezarán a acercarse a la costa y que traerán tamaño y buena grasa, y que los percebes, ese mar encapsulado, empezarán a ganar intensidad. Me gustaría bañarme, me apetece beberlo, aunque me conformo, como siempre, con respirar este abismo acariciante que consigue tonificar cuerpo y alma.

El sábado por la mañana me levanto pensando en ir a la pescadería, así que salgo temprano. El sábado es un buen día de compra con esa condición, para no llegar con todo el pescado vendido. Me gustaría ir al Fontán , pero el hecho de tener a la Pescadería Rafa cerca de casa me hace seguir posponiendo esa visita . Me gusta esta pescadería por muchas razones: porque es limpia y ordenada, en un sentido más funcional que lujoso; porque es honesta (en cada precio, la etiqueta de la rula, con fecha, kilos y procedencia del pescado); no se pasan con el precio (aunque tampoco sea barata); porque conocen lo que trabajan, saben de donde viene cada cosa; cuándo es probable que esté mejor o peor ; poque rulan en Avilés, donde conocen a muchos de los pescadores , lo que les permite que gran parte de lo que trabajan sean de pesca de bajura (aunque no descarten capturas de altura, mantienen el salmón y la trucha de pisci, para su público, y algo del mediterráneo para el bocarte y poco más); suelen saber escoger lo bueno, y suelen descartar lo lujoso (más propio para otras pescaderías como La Mundial); porque te aconsejan en la preparación, y te destripan lo mismo unas parrochas que un virrey, con diligencia pero sin prisas; porque me aguantan las chapas y preguntas que les hago con educación y una sonrisa; porque siempre te incluyen perejil fresco en la bolsa …..Yo, dudando entre lubinas y virreyes de entre 1,5-2,5 kgs (a 27,95 eu/kg), me decidí por los últimos , que me abrieron para prepararlos a la espalda; media docena de cigalas (seis en algo más de medio kilo, a 45 eu kg), para darme un capricho en la cena (cocidas siguiendo los consejos de Pepe Iglesias), y media docena de luminiscente sardinas (5 eu kg), fantásticas a pesar de que su grasa ha perdido ya esa plenitud del verano, que me acabo de tomar con un golpe fuerte de plancha en los costados y un par de culines de sidra (ya saben de sus propiedades diuréticas).

Son intermediarios, pero eso no los convierte en usureros, o en apestados que haya que evitar salvo caso de extrema necesidad. Me considero afortunado de poder disponer de un sitio con buenos profesionales que desempeñan con rigor un trabajo duro, muchas veces ingrato, y seguro que necesario. Lo mismo que el Uhmm…. de Mariasun, o, un poco más lejos, la tiendas de vino de Coalla o de La Tienda de Vino, por poner algún ejemplo. En manos del cliente estará distinguir el grano de la paja, y saber apreciar (y preciar), al que más lo merece.

*foto "trabajando para vivir", tomada de flickr


domingo, septiembre 20, 2009

Vinoteca La Marina (Salinas)


En La Marina caí después de ver que expuesta una oferta de vinos por copas amplia y algo diferente. En un par de bancos que tiene en la calle calmamos la sed y maridábamos un brillante día de septiembre con un dorado Malvasía Bermejo, graso y sabroso sin dejar de ser fresco. Echamos un ojo a la carta de platos (callos de bacalao, sardinas ahumadas,mollejas, hígado de pixín,….) , que nos sedujo lo suficiente para echarle un tiento. Según se entra tiene una amplia barra en la el dueño saludaba y conversaba con habituales. A mano izquierda, un par de mesas y una nevera en la que lucían Petrus y Vega-Sicilias. Al fondo a la izquierda seis apretadas mesas en un comedor abigarrado de botellas, corchos y cajas de madera de vinos. Trae la carta , con un porte entre lo severo y lo majestuoso, que se desdibuja con la amabilidad que muestra con nuestro niño (y pienso que a veces es mejor así, que sobran las palabras, que sufrimos una indigestión de palabrería). La amplitud de la carta me genera indecisión, así que opto por ponerme en manos de la casa. Según toma nota, se va a la cocina y nos va trayendo según va preparando. Empezamos con unas anchoas ahumadas, que vienen más cerca del marinado de la conserva, sin perder ese dulzor de grasa y mar, grandes ,suaves, tersas, y un agradable ahumado que sabía ponerse al servicio del principal. Fantásticas en lo que son .

Seguimos con unas croquetas que según las mordí fue un feedback entre lo prustiano y lo cañí que me retrotraía al hogar, solo que en mi casa nunca se hicieron tan buenas: rebozado de limpio y uniforme ocre con ribetes dorados (contaminación de las notas del vino y del entusiamo), con un bechamel que era pura ternura y unos trocinos magros de buen jamón para evitar morir de empalago y aportar el contraste de sabor. Extraordinaria sencillez.
Pedimos también unos lomos de bonito, de los de estos botes grandes de cristal, sin duda sabrosos, y a los que compensaban su natural sequerón unas estupendas cebollitas, aceitunas, pimientos asados y tomates deshidratados, buen aceite y una emulsión de de Módena un poco excesiva.

De postres , un delicioso bienmesabe, una especie de pasta fría y abizcochada de miel, almendra y yema de huevo ,nada empalagosa,( que junto al malvasía denotan raíces canarias), bien acompañada por un helado de leche merengada, y un suflé de chocolate caliente, solo correcto.

(las cuentas: anchoas-10.80 ; lomos de bonito-12.80; croquetas de jamón: 8; postres a 4,50; pan a 0.6; iva incluído) .

Un sitio que me sorprendió, capaz como fue de sacar mayúsculas a una cocina de minúsculas.



Vinoteca La Marina
C/ Luis Treillard, 16 - SALINAS .
33405 Castrillón (Asturias)
tfno.- 985.51.86.00

martes, septiembre 15, 2009

Felicidad en Asturias , por Albertobilbao



El marketing ha hecho que se nos venda y no sin razón Asturias como Paraíso Natural, yo añadiría como Paraíso de personas, este Blog es testigo de ello, de la calidad humana de la gente, que lo integra.

El día empezó muy pronto, me esperaban El Dile y Jorge Díez, ambos ya son para mí como los compañeros de la extinguida “mili”, he vivido con ellos momentos que el día de mañana, cuando haga balance de mi vida, cuando en mi cabeza se agolpen momentos de placer vividos, se asomarán por las rendijas de mi existencia como parte importante. Ernesto Sábato en su novela El túnel nos contó que Vivir consiste en construir futuros recuerdos. Sin duda un gran recuerdo serán mis 24 horas en Asturias.

Rompimos el hielo en Gijón, concretamente en la zona de Viesques , ejemplo de que las zonas modernas de construcción se pueden hacer con sentido común, con orden. Allí se encuentra un sitio modesto en su tamaño pero que el vino lo hace gigante. Al mando se encuentra German Blanco, una de las personas que más me ha impresionado en el mundo del vino. La ilusión es el timón de su vida. Verle hablar, verle realizar sus sueños es señal de que a veces la vida es justa, honrada, sabe premiar con el éxito a personas que demuestran que la felicidad es posible. Sólo me queda desearle que sus vinos tengan el porvenir que se merece.

Yo he encontrado en él a otro médico de cabecera, junto a la magnífica tienda que sonrojaría a la mayoría de las tiendas de vino españolas, se encuentra otro monumento al vino en España, se puede beber “Riesling por copas”. Me refiero a La Maleta del Loco, prolongación de la tienda, sitio tranquilo, relajado donde se pueden degustar unos magníficos quesos perfectamente afinados, una gran variedad de platos de huevos y una cosa que me llamó gratamente la atención, platos de guisos, allí tuvimos nuestro primer contacto con alguien que por la noche vestiría sus mejores galas, alguien que es testigo de nuestra amistad, responde al nombre de Grans-Fassian Trittenheimer Apotheke Riesling Grand Cru Auslese 1999.

Tras la tertulia, las sobremesas de gente que ama este mundo tienen el riesgo de que se puedan convertir en prólogos de la noche. Decidimos levantarnos y darnos un paseo por la ciudad. Gijón es una ciudad habitable, limpia, cómoda para el paseo y la reflexión. Se nota que la gente está satisfecha de vivir en la misma. No se ven rostros crispados como en otras ciudades. Siempre disfruto viendo las pastelerías, de las que Gijón es generoso, que por desgracia me están vedadas, alguien que tiene el gusto por lo dulce se merece todo mi respeto, a fin de cuentas pocas cosas satisfacen más y reconfortan las penurias de la vida que la repostería. Pasear por Begoña, por la Plazuela, por la zona de los Pescadores, ver el regalo que hizo la ciudad a Eduardo Chillida por darle un trozo del Paraíso que le permitió ganarse la inmortalidad en la historia del arte, ver su pequeña y recogida Plaza Mayor, contemplar como están orgullosos de su antepasado Jovellanos, admirar la playa de San Lorenzo y consagrar al Cantábrico como el Rey de los Mares. La pena es la herencia de la arquitectura franquista, los edificios que adornan la playa, legado de cuando las ciudades vivían a espaldas de su mar. Si fueran de calidad, Gijón sería una de las ciudades más bonitas de España, aún así es una Ciudad que admiro y en la que me siento en paz conmigo mismo.




Para poner el broche final al día nos esperaba otro apóstol de la felicidad, alguien que fue bautizado un día como José Antonio Campoviejo y al que el destino le asignó una misión, la de convertir en Arriondas un Restaurante apodado como El Corral del Indianu, en centro de peregrinación, en búsqueda de emociones. Hay lugares a donde se va a comer, otros a decir que se ha estado: al Corral se va a ser feliz, a olvidarse durante horas de lo que es la vida, a recoger la mano tendida de José Antonio y Yolanda y disfrutar como en pocos sitios se puede hacer. Apuesta por el producto, por el sabor, ahora que se pone de moda, la ausencia del mismo, ante esta neocorriente, proclamo mi exilio en lugares como Arriondas, 19 Pasajes, 19 Monumentos, 19 Postales de Felicidad, 19 Muestras de gratitud.

Elegimos tres Padrinos como testigos. El primero que desfiló fue Pascal Doquet Gc LM 1996, que nos enseñó que Mesnil es una zona donde el Champagne es patrimonio de la Humanidad y que la Chardonnay es una perfecta cómplice para pasar una noche inolvidable. Tras ella asomó Bollinger RD 1996, ejemplo de que el vino es un juego y a veces las cartas del destino nos son esquivas, al igual que el anterior de una añada inmortal. Por último apareció Grans Fassian Auslese 1990. Hacía años que no me veía la cara con esta versión de la Rieslin. No sé si ella me reconoció, uno ha engordado, ha perdido pelo, yo no dudé ante ella, estaba como siempre, espectacular, incluso más coqueta....

Es imposible quedarse con un único plato ante el despliegue de creatividad que contemplamos. Platos como la marmita fresca de verano, la sardina asada, el pote, la merluza(prehistórica por su tamaño) los callos de bacalao, el pulpo, el pichón, la borona preñada, el salmonete, la chuleta, la ostra, el postre refrescante de manzana... Cada vez que nos juntemos los recordaremos como evocan los aficionados al fútbol las alineaciones míticas de sus equipos

Todo fue como una película, no como una cualquiera, sino como una de las grandes, todo fue esencial, nada trivial, cualquier plato es un compromiso de José Antonio con la cocina, con la cocina del recuerdo, con la cocina que recordaremos dentro de treinta años. Para mí la cocina del Mago de Arriondas, no está compuesta de platos si no de ensoñaciones, algún día se enseñará en las Escuelas de Cocina, como se puede conjugar ingredientes fuertes sin que resulten pesados, se mostrará como se hacen fondos de platos refrescantes que atenúan la rotundidad de su propuesta.

Cuando uno sale del Corral, la nostalgia le invade enseguida, le hace preso, está deseoso de regresar, enseguida se ponen fechas, se hacen planes, se busca un motivo para volver, avanzo 100 metros, vuelvo mi cabeza y me salen del corazón unas gracias sinceras.

Sí, se puede ser feliz, en lugares como La Maleta del Loco, Gijón y Arriondas.........





jueves, septiembre 10, 2009

Restaurante O Fragón (Fisterra, A Coruña), por Jorge Díez




Casi estoy al final de este viaje por Galicia y será simbólico que la última etapa sea en Fisterra, en el finis terrae, en un límite que te obliga a cambiar la perspectiva para luego aprender que no hay tal final.

Y otra vez el camino más largo, por la costa, para disfrutar de un paisaje más atractivo quizá y con intención de hacer paradas interesantes. Pero tampoco el verano se presta para esto, ni el día. Noia podrá tener sus rincones con encanto mas si lo ves tapado por un mercadillo sin gracia, con ofertas de impacto en ropa interior y zapatillas (¡Señora, que me lo quitan de las manos! ¡Pra la que non ten cartos! ¡Sólo hoy, lo último que tengo!) no se los encuentras. Además, un domingo soleado la gente se lanza hacia el litoral y el paseo relajado se te vuelve caravana incómoda.

Llegada a Cee. Otro mercado de un porte parecido al anterior me tapa la plaza pero sé que está ahí y dándole vuelta encuentro ese pequeño santuario del vino que guarda nuestro amigo bloguero José Luis Louzán, Vitualla. Allí dedicamos un rato a hablar de lo difícil que resulta mantener la apuesta por la calidad al margen de las tendencias mayoritarias, máxime si es en una población pequeña, muy sometida a la estacionalidad. Al final me hago con seis acompañantes para el viaje de vuelta, seis botellas de vino –procuro que de alcance local, de las que no encuentro en Asturias- que tendrán su momento en casa.

Con él y con su compañera de fatigas y alegrías, a la que ya hemos leído alguna vez bajo la identidad de Al dente, pasaré las siguientes horas, en sus manos. Qué mejor para conocer una zona que la guía de la gente de allí.

Lo primero, comer. Han escogido O Fragón, en Fisterra. Adelanto que son conocidos de la casa pero también pude comprobar que los platos eran los mismos que salían para otras mesas, que el único trato diferencial fue la sobremesa, la conversación en torno a una botella de Sauternes, así que la crónica la creo válida igualmente.

Fran, copropietario y encargado de la sala y otro “enochalado” (Aquí, enotolo, supongo ¿Enotolo os gusta como palabro? A mí, sí) nos trae las cartas y nos comenta las novedades y los pescados del día. José Luis me presenta y añade que soy “uno de los del Sílex”. Jefe, nos leen en el fin del mundo. (Para quien no nos siga habitualmente, esto es por una experiencia sensorial superlativa que tuvimos en Santander y que comentamos en su momento en el blog) No acaba ahí la faena en torno al vino porque me compromete a escogerlo, ah, pero regateo en corto y me zafo mediante un uso rancio: le propongo una terna para que él designe al elegido.

Escogemos tres entrantes para compartir, cedemos a la tentación de una palometa roja que nos enseña previamente y mientras esperamos y me cuentan la evolución del restaurante nos llega un aperitivo: gazpacho de sandía. Un trago fresco para hacer boca.

El primer entrante es una de sus novedades en carta, la Sardina marinada. Hay que aprovechar la temporada. Los lomos, bien limpios y de tamaño medio, los marina previamente de modo suave, los limpia y los vuelve a sumergir, esta vez sólo en aceite. Se presentan escurridos y con una confitura de tomate. Buena ración y producto sabroso.

Después, Vieiras en ensalada. Tres piezas de buen tamaño sobre un lecho de aguacate laminado, acompañadas de tomate cherry, mayonesa suave y pistacho molido. Poco que añadir. Plato sabroso y fresco. Si gusta el ingrediente principal, es una elección acertada.



El Pulpo a la plancha nos dio pie para comentar las diferentes preparaciones. Eran hermosos tentáculos cortados longitudinalmente, con la textura gallega, perfecta para mi gusto, algo dura para el visitante no habituado. Pero no fue del punto de plancha de lo que contrastamos opiniones sino del corte. Ese corte muy apropiado para trabajar el pulpo así y que no se ha contagiado a la vecina Asturias. Eso sí, habrá algunos habituales más de este blog que no se sorprenderán; les bastará recordar el del Bar Cares (Hay un post de Compangu en el blog de Tony) A lo que íbamos: pulpo con la mejor consistencia, acompañado de unas rodajas de patata sabrosas y firmes con su piel y de un pil-pil con jugo de cocción, aceite y pimentón. Animal totémico en las mesas de Galicia.



Y llegó el plato principal, la Palometa roja, limpia y frita sin más manipulación, al modo clásico. Abierta y preparada en cuatro buenos trozos para compartirla con facilidad, más la cabeza como testigo y para viciosos que rebuscan algo de carne en esos rincones (en este caso, el que suscribe) Sólo aceite, ajo y sal además del pescado, sin ningún exceso. Era verdad lo que nos había dicho Fran, que estaba en un momento óptimo, ideal de grasa, en plenitud. Un único pero: no estaba totalmente descamada y no pudimos disfrutar a gusto de una piel sabrosa y tostada.

Como postres tomaron mis acompañantes el Cremoso de chocolate blanco, que tenía buen aspecto y del que hablarán si les apetece en su momento. Yo escogí la Tarta de chocolate negro, que uno es más purista del cacao y había que dar contraste cromático a aquella mesa. Tarta fría, densa, acompañada de helado y salsa. El cacao, noble, con su amargor de fondo, bien presente y bien tratado.

Llama la atención que cuiden mucho el café y se molesten en tener tres variedades diferentes por origen (Colombia, Puerto Rico y Guatemala) Vuelvo a elogiar ese trabajo en pro de la calidad en mercados difíciles.

Una tarta de frutos secos y otra bastante clásica con base de galleta y chocolates negro y blanco acompañaron al café como detalles. Ricas las dos, sobre todo, la primera.

El vino que acompañó la comida fue Viña de Martín Escolma 2006. Pido disculpas si hay alguna imprecisión aquí porque hay discrepancia entre carta y factura en cuanto a la denominación. En todo caso es el blanco alto de gama de Viña de Martín de ese año. A la espera de la opinión de José Luis si lo desea, creo que coincidimos en que había un desequilibrio entre nariz y boca. Apagado al olfato en un primer momento, cuando mostraba cierto porte en boca, empezó a sacar aromas más atractivos a la vez que flojeaba en el paladar. No convenció. Y no fue un problema de temperatura, que en ese aspecto estuvo bien tratado.

Mejor se portó un invitado inesperado. Aquí ya se termina la comida propiamente dicha, el protocolo y la objetividad de cronista. En una sobremesa sin apuro, Fran se sentó con nosotros a comentar proyectos y a hablar de vinos. Y para ello trajo una pequeña botella de Sauternes de 2003 –no tuve la precaución de anotar bodega- que brilló a gran altura. El precioso color ambarino, los reflejos anaranjados, ese equilibrio de acidez y dulzor, las notas en nariz y en boca de miel, de higos, de corteza de naranja… Exquisito. Es justo agradecer aquí todas sus atenciones, las de este detalle final y la conversación pero sobre todo las profesionales durante el servicio estrictamente entendido, las que encontrará cualquiera que se acerque a esta casa.

Excluido esto último, lo demás lo puede encontrar cualquier comensal por 55 euros por cabeza.

Después, satisfechos, relajados, vamos a ver el cabo y el faro, el lugar donde el mar tiene otra forma, te rodea, te hace perderte; donde la vista se confunde, cambian medidas y perspectivas y hay algo mágico sólo con estar quieto allí. Y más tarde, cicatrices de petróleo, mar y rocas, un mar al que aquí no siempre miran con buenos ojos: ha costado muchas vidas, quizá demasiadas. Por un momento me recuerda la relación que solemos tener los asturianos con la mina aunque nunca hayamos pisado una: nos duele a todos, nos infunde temor.

Ahora sí llega el final, el punto en el que hay que dar la vuelta. Hasta el próximo camino, claro.




Datos:

Restaurante O Fragón

Praza da Cerca, 8

Fisterra (A Coruña)

Tfno. 659077320



sábado, septiembre 05, 2009

Santiago de Compostela, verano de 2009 (y III) Restaurante Ana. Y los descartes. Por Jorge Díez



En un principio había decidido no escribir esta tercera entrega. Otra de las razones por las que Jorge Díez no debería ser un bloguero es porque al comer solo tantas veces prueba pocos platos y eso resta interés a los comentarios. No quería dar una impresión demasiado pobre de un restaurante, sobre todo si había salido satisfecho. Pero también consideraba injusto dejar de lado a alguien por tener propuestas más modestas y además quedaban en el tintero algunos detalles que me parecen destacables. Así que ahí va otro capítulo.

El Restaurante Ana queda fuera de los circuitos más conocidos: ni está en el dédalo del casco antiguo, entre locales para cazar turistas y otros más serios, ni en una ruta emergente, como el arco que se puede trazar desde Casa Marcelo a Pedro Roca, pasando por El Mercadito y Acio. Sin embargo también encuentras buenas opiniones sobre él, así que decidí probarlo.

Su situación, si excluimos lo dura que se hará la cuesta a la vuelta, es buena, alejado del bullicio pero accesible. Y el local tiene encanto, esa casita con su patio interior y una restauración modesta, sin intervenciones agresivas.

No parece funcionar mal, ya que estaba casi lleno un martes al mediodía. La carta de platos es bastante previsible, no encontrarás sugerencias que te causen sorpresa o te provoquen inquietud pero leerás enunciados apetitosos. La de vinos es algo más llamativa, sólo con referencias españolas pero varias de interés, especialmente las gallegas.

Como entrada elegí unas Verduras salteadas con jamón que presentaban montadas con aro a modo de timbal y tenían un acabado caramelizado agradable. Sabrosas y bien tratadas. Ración correcta por 9 euros.

De principal pedí Rape con almejas y zamburiñas. Una ración bastante grande de pescado y con abundante compañía de moluscos, que entre todos sepultaban la cama de patatas que venía debajo. Si consideramos ese tamaño y su precio (20 euros) hablamos de calidades medias de producto, de apostar por saciar al comensal con algo sabroso pero sin alcanzar la excelencia de otros locales reseñados. Ahora bien, esta es su apuesta, un equilibrio entre la comida agradable y el precio contenido, por eso hablé al principio de propuesta modesta, que no incorrecta.

Bebí un Contraaparede 2005 (El que había de dejar mal a su pariente Eidos en Pedro Roca, por aquello de la comparación odiosa. Ya veis que estas son unas crónicas a saltos.) Aunque a lo largo de la comida aflojó un poco sus virtudes tenía muchas. Una estupenda presencia visual, amarillo dorado muy limpio; una nariz profunda, con una evolución elegante, notas vegetales muy domadas y esos fugaces hidrocarburos con los que algún albariño quiere jugar a ser riesling. En boca llenaba, tenía densidad, un punto graso, acidez bien integrada que se hacía notar con cortesía, sin molestar para nada.

Este fue el primer local de la serie donde el agua era “decantada”, no embotellada (ya hablamos del asunto en El Mercadito) y elegías la temperatura, fría o del tiempo, aunque aquí no hubo problemas porque estaba en mi mesa. El otro acompañante imprescindible, el pan, era bueno. Y el servicio carecía de florituras pero no tuvo fallos ni demoras aunque hubiese bastante gente. Claro que eran tres personas (Según el dicho, las comparaciones son odiosas)

Como postre, Canutillos de manzana, que eran chips de la propia manzana rellenos de compota y acompañados de helado de manzana asada. Muy sabroso todo. El helado se vio perjudicado por demasiados cristales pero el sabor era muy bueno. Y los canutillos estaban estupendos. En este caso el postre saca una nota unas décimas por encima de los platos.

Así que si hacemos balance nos encontramos con un sitio agradable con favorable RCCP, sin grandes pretensiones pero fuera de tipismos turísticos y con suficiente técnica para poner un buen vestido a recetas conocidas. Que no es poco.

Perdón, que ya me dejaba los precios y luego hay quien me riñe. El postre, 4 euros; 18’50 el vino y 4’20 de un mix de Bebida (el agua, hay que entender) pan y café para hacer un total de 55’70, IVA incluido.

Como después voy a hablar de otros lugares y otros temas, quede aquí constancia de que no tiene web, sí tiene teléfono (981570792) y aunque su dirección oficial es Sar, 1, lo cómodo y bonito es dejarse caer por Castrón Douro (bajen reteniendo y atención a los coches por retaguardia; falta espacio y sobra pendiente) hasta encontrarse con la poética Rúa do Olvido y justo enfrente verán la casita donde está el restaurante.

Para otras comidas no reseñadas el recurso fue más popular, en busca de tapas en sitios que, parafraseando a los Amigos de Ligasalsas, podría calificar de “gallegos para gallegos”, o por acumulación de los generosos pinchos de cortesía que te sirven con las consumiciones, que uno tiene un peso que hay que vigilar. Son abundantes y algunos mantienen el tipo de la calidad con apuestas sencillas y resultonas (tortilla de patata, empanadas varias…)

Y en este sacrificio de mesas y manteles hubo dos locales que quizá merecían su oportunidad y a los que se la daré en cualquier nueva visita: A viña de Xabi y Acio. Sobre el primero, fuera de las zonas atractivas y cerca de la Praza Roxa, tengo que agradecer la referencia al amigo bloguero Fartones. Del segundo hay más información y suele ser favorable. Casi no hubo día en que no lo pisara en mis abundantes idas y venidas por Galeras (está al lado de El Mercadito). Pero sólo los probé como vinaterías. Al fin y al cabo fueron las únicas que encontré donde aparecían los vinos por su nombre, no genéricos, y esos nombres no eran carne de lineal de supermercado (aquí ponga cada uno el nombre del más cercano a su domicilio y hágase una idea)

A viña de Xabi es una vinatería –bar y tienda- con una cocina informal, de tapas para acompañar al menos (no sé si tiene carta más amplia). Me pareció interesante su apuesta por variedad de vinos, por atención a novedades y producciones minoritarias, y dentro de ese estilo de comida no tenía mal aspecto. De hecho, el local estaba hasta los topes, barra y mesas. Otro amigo bloguero, José Luis Louzán, me confirmó después su buen hacer en el tema del vino y tiene en su blog alguna referencia.

Acio se plantea mayores pretensiones. Es un restaurante nuevo incluido en el circuito de la calle Galeras que aprovechó la distribución del local, de taberna tradicional, para explotar en lo posible la barra como complemento. Lo llevaba como posibilidad entre mis planes pero no pudo ser esta vez. No obstante esa barra tiene movimiento y ofrece una selección digna de vinos por copas y algún acompañamiento sólido sencillo (tostas, su pincho ganador de concurso reciente, etc.) Todo esto me dejó con gana de probar su carta cuando tenga ocasión. Esto, y de nuevo los comentarios muy positivos del compañero Louzán, que se suman a los que podéis encontrar cerca y fácilmente en la red.

Así que estos fueron mis descartes, que quedan en lista de espera para cuando pueda volver, ojalá sea pronto.

Y además lo imprescindible en una ciudad así: pasear, contemplar, empaparse. Hasta las riadas de gente acaban formando parte del paisaje y las observas con curiosidad, incluso yo, de natural huraño. Rincones preciosos, llenarse el pelo de telarañas para buscar un detalle de Santa María Salomé, esquivar camareros-cazadores con la publicidad de sus locales. Un cementerio insólito en San Domingos de Bonaval, por el que pasean parejas y perros. Museo do Pobo Galego y CGAC, música en la calle, la Facultad que también pudo haber sido y no fue (hasta eso comparte con Salamanca) Pasas el examen, te mimetizas, te hablan en gallego dueñas de bar antiguo y taxistas. Mucho barroco, barroco mohoso. Y esto lo digo con cariño, el mismo con el que me pude referir a la Catedral de Oviedo como gótico mohoso. Es el clima, la humedad; no sé vivir sin ella. Me causa un placer perverso ver visitantes andaluces que se quejan del frío, que no se creen que esto pueda ser verano.

Y las noches, mucha cerveza. Locales vetustos, más viejos que las camareras que atienden. Esa sonrisa no es para ti, seguro. Y sueñas y sabes que, aunque hiciese mucho tiempo que no venías, quieres a esta ciudad. Y quieres volver pronto. Porque de Santiago ya toca ir despidiéndose por esta vez.

Aunque aún queda tiempo para visitar a un amigo en el fin del mundo y que te muestre más encantos de Galicia. Pero eso será otro capítulo.


Restaurante Ana

Rúa do Olvido,22

tfno.- 981 570 792