sábado, enero 29, 2011

Perderse para encontrar. Por Jorge Díez




Esta serie de post nace enferma, vienen tocados de alguna manera por una fiebre, débiles. La enfermedad amenazó en su momento estos viajes y la enfermedad retrasó mucho la escritura. Ya no están frescos, ya no son de temporada, los detalles se van borrando… A ver qué tal les sienta salir al aire.
Bilbao… Volver a Bilbao siempre me apetece. Ya casi no recuerdo aquella ciudad vieja, sucia, que sufrió el castigo industrial; yo la conocí de verdad cuando cambiaba, cuando quería reinventarse. Además, le debo la revancha a Albertobilbao después del tute que le hice darse por Oviedo la última vez, así que quedamos y empezamos el recorrido.
Bilbao es un derroche de arquitectura civil, desde edificios singulares más o menos afortunados o discutibles, iconos que ya lo son o aspiran a serlo, que quieren llegar a tótem ciudadano, a una ordenada y bien cuidada sucesión en su trama urbana de construcciones valiosas, herencia de corporaciones que fueron fuertes (aseguradoras, bancos…). Vamos hablando de ello, vamos fijándonos hasta que entramos en una buena librería, la Librería Cámara, donde también hay bastante material de arquitectura, entre otras cosas. Pero nuestra afición nos puede y acabamos en el rincón de Gastronomía. De una sentada les llevamos los dos ejemplares que tenían del “Anti Parker”, de La batalla por el vino y el amor, de Alice Feiring.
De ahí a los sitios preferidos de Alberto. Tenemos que hacer parada en algún café, que si no no soy yo. De extremo a extremo en estilos, del Antzokia al Iruña, cada uno tiene algo que contarme. Y después a la caza del pincho ideal. No tendrá la fama de San Sebastián pero se encuentran pinchos muy buenos. Tortillas por las que se espera lo necesario, colas en una barra mínima para llevarse varios, ese sándwich con un agradable toque picante… Muchos bocados pequeños y muy ricos. A la vez repasamos novedades, bares que cambian, cartas de vinos, tiendas de quesos (En Asturias somos privilegiados con esos rincones de los que tanto hablamos por aquí, podéis creerme.) las pastelerías y lo que debo probar. O ese espacio todavía muy vacío que es la Alhóndiga. Da gusto con un buen guía.
Lleno la mañana siguiente con la exposición de pintura holandesa del Städel Museum en el Guggenheim, interesante y bien presentada. Llueve un poco. Esto tiene importancia porque vamos a perdernos entre montes, así que nos conviene tener un tiempo favorable. Efectivamente, para encontrar ciertos placeres a veces hay que perderse, hay que dejar que el paisaje te sorprenda, te envuelva, y predisponerse.
Parece mentira que haya autobuses hasta aquí, hasta la puerta misma del Etxebarri, en Axpe. Porque esto está colgado en la montaña, rodeado de aire limpio, de silencio, lejos. Y sin embargo es verdad, llegamos en uno, bueno, en dos autobuses, con trasbordo. Ahora soy yo quien tiene envidia. ¿Os imagináis algo así hasta La Salgar o hasta Prendes? O hasta tantos sitios más (Malleza, por ejemplo. Cada cual que haga su propuesta.).
Alberto ya me ha puesto en antecedentes sobre el sitio y su cocina. Lleva la chuleta en la cartera con lo que hay que pedir, así que la comanda es rápida pero variada. De la bebida se encarga él: un champán de su bodega y el detalle de un descorche que no nos cobran. Lo que digo siempre, el champán es un todoterreno para las comidas, y esta vez no fue menos.
Cuando te hablan de Etxebarri hay quien te asusta con el humo (algo habréis leído por aquí) quien te dice que te puede saturar. Pues no sé si fue el mérito de mi amigo al elegir o qué pero no hubo tal problema. Lo que hubo fue un desfile de productos poco disfrazados y de sabores intensos, que unidos a aquel paisaje y a la sala acogedora hicieron una comida reconfortante y a la vez una de las grandes, de las que recuerdas, de las que hacen que apuntes ese sitio para volver.
Un chorizo riquísimo y dos pedazos de mantequilla –de vaca, que me gustó más, y de cabra- mientras esperábamos por los platos. Ostra con algas o mejillones con una salsa sugerente (con zanahoria y pimiento choricero) para empezar a hacerte la boca agua, aunque en realidad todo el menú principal fue mar. Gambas de Palamós, espardeñas con habitas y flor de ajo, bacalao con cebolleta y calabacín… El mar y la huerta, la que está ahí mismo, al lado del caserío donde está el restaurante. Y unos postres también de lujo, con la leche que puede venir de esos pastos. Un helado de leche con tartaleta de manzana y un helado de queso.
En fin, todo un maestro con las brasas, capaz de sacar matices exquisitos a cada producto. Alrededor, casi todos nuestros vecinos en las demás mesas eran extranjeros. Había algo especial en aquello, en la idea de hacer un viaje así para encontrar este rincón tan apartado. Pero motivos hay de sobra. Fue la conversación al regreso: hay que repetir, este sitio vale mucho la pena.
Tenemos unas horas para pasear por Durango entre autobús y autobús. La villa en sí es bonita pero vuelvo sorprendido por el tamaño del pórtico de la iglesia de Santa María de Uribarri. De hecho, da cobijo a todo lo que haga falta. Gente charlando a resguardo, los que esperan para un funeral, vallas y otros trastos de las fiestas… He leído que se celebra mercado allí debajo y no me extraña.
Viaje de vuelta. ¡A cualquiera que se lo cuente…! Ya nos conoce una conductora de Bizkaibus. No puede haber tantos entusiastas que suban hasta allí en ese medio, que parezcan perdidos pero encuentren un tesoro.
Esa noche nos pide sólo unos vinitos, que el estómago viene lleno. Y hay que descansar para lo que todavía nos falta.


sábado, enero 22, 2011

Bocca (Lisboa), por Toni


Para acabar con nuestro periplo gastronómico lisboeta fuimos a Bocca situado muy cerca del Assinatura. Como ellos mismos dicen en su web, es la cocina de autor del chef Alexandre Silva fuertemente inspirada por la cocina tradicional lusa y dentro de poco cumplirá su tercer año de andadura. También tienen un gastrobar con carta de cocktails. Tienen la cocina a la vista, para los que gusten de ver a la brigada trabajando, algo que no es mi caso.

Además de la carta disponen de varios menús diferenciados por el número de platos. Aquí hay que hacer una pequeña crítica. Las cartas están en portugués, francés e inglés pero no en español. Es una sorprendente carencia cuando el principal contingente de turistas en Lisboa son los españoles.

Mientras hojeábamos la carta tomamos una cerveza Super Bock, 3,50€, un poco pasada de precio y nos pusieron un aperitivo que tuve el fallo de no apuntar pero que recuerdo que nos gustó. El cubierto lo cobran a 3€ c/u y también incluían la típica mantequilla y un platín con aceite portugués. Buen pan.

El primer entrante consistió en un Pato criollo, la cebolla y piña San Miguel. Carpaccio de pato real con chalota y ragú de cebollino, chutney de piña. 14€. Muy bueno el sabor del pato, en abundante ración y bien acompañado por las cebollas con el toque dulce del chutney dando el contrapunto para suavizar la potente carne del pato.

También muy bueno el Parmentier de carne de cerdo Bísaro. Sopa de patata con una carrillada de cerdo estofada al vino tinto. 11€. El cerdo bísaro es una raza del norte de Portugal muy apreciada por su calidad. Excelente la carrillada, suave y perfecta de punto, con el apunte del vino y muy logrado el parmentier más en forma de salsa que de puré. Nos gustó.

En esta ocasión seguimos con carne para los platos principales. El pato y el arroz.
Risotto de pato asado con chorizos portugueses y reducción de jugo de naranja
. 18€. Una estupenda revisión de un plato típico de la gastronomía portuguesa como es el arroz de pato. Aquí el cocinero arriesga al mezclar la carne del embutido con la del pato pero sale totalmente airoso con el resultado en el que el arroz, muy bien ligado, se impregna del sabor de ambos aunque predominando el pato, todo ello matizado por la reducción del jugo de naranja. En nuestra búsqueda del mejor risotto o arroz, éste se va a los primeros lugares de la clasificación.

Para acabar el Cordero Donald Russell, calabaza y chalotas. Lomo asado y costillas de cordero servido sobre una cama de puré de calabaza y caviar de berenjena y chalota. 30€. Reconozco que desconocía la existencia de la empresa de productos cárnicos gourmet Donald Russell , y en verdad nos sorprendió muy gratamente el intenso y magnífico sabor del cordero, tanto del lomo como de las costillas. Sencilla preparación en la que solo se realza el sabor de la carne con el puré y el caviar y se deja "hablar" al cordero por sí mismo. Excelente.

Aunque las raciones fueron respetables al ver los postres no nos pudimos resistir. Uno de ellos fue el Chocolate y "ginja de Óbidos". Coulant de chocolate negro con sorbete de "ginja de Óbidos" . 11€. Bueno el coulant aunque no de los mejores que haya probado como el que hacía y espero que retome Pedro Martino, y muy rico el sorbete de ginja de Óbidos que tomando cucharadas mezcladas con el chocolate hace un bocado de lo más vicioso y adictivo.

El otro postre fue el Café, queso y cacao. Helado de tiramisú con crema de café y gelatina. 7€. Los postres tal vez estén a un nivel un poco por debajo de los platos salados aunque éste tiramisú sin ser de los mejores que recuerdo se dejaba comer con agrado.

Acompañamos los postres con 2 vinos dulces: Quinta do Portal Reserva Moscatel do Douro 2000, 6€, y Quinta do Crasto 2004 LBV, 6€.

Para beber elegimos un excelente
Conceito 2007, 40€, de la muy buena carta de vinos la cuál no solo está ordenada por tipos de vino y regiones sino que además informan de las uvas que lo componen y del nombre del productor. Algo poco frecuente y por lo que hay que felicitarles.

El personal de servicio rayó a un gran nivel también, tanto en la recepción como los camareros y el maitre, y el ritmo de cocina fue bueno teniendo en cuenta del lleno total.

Se podría decir en este caso casi lo mismo que para el Assinatura. Creatividad bien medida con la base de la gastronomía tradicional portuguesa, dominio de la técnica, muy buen servicio y detalles de organización del restaurante muy bien estudiados y conseguidos. Además está bastante céntrico por lo que no se puede dejar de recomendar sin duda en la visita a Lisboa.

Nota general: 7,25.

Emoción: 7,50


Bocca

Rua Rodrigo da Fonseca, 87D, 1250 - 190, Lisboa
http://www.bocca.pt/

toni

domingo, enero 16, 2011

Assinatura (Lisboa), por Toni


La noche siguiente a la vista al Tavares fuimos al Assinatura, restaurante que me recomendaron los participantes del foro portugués de Nova Crítica Vinho. Está situado muy cerca de la rotonda del Marqués de Pomal y se trata del proyecto del chef Henrique Mouro y él mismo nos contó que llevaban alrdedor de 6 meses de singladura. La sala no es muy grande pero ese viernes noche tenían lleno total.


Algo que no me gusta de muchos restauantes en el extranjero es que tienen las mesas excesivamente cerca unas de otras. Está claro que el empresario intenta aprovechar el espacio lo máximo posible, pero dudo que en España tuviera éxito un restaurante de estas características con precios en la banda alta. Como se puede ver en la foto, al lado de la cocina está la llamada Mesa del Chef donde se puede comer observando el trajín de la cocina, algo que personalmente no es algo que me guste demasiado.

Disponen de una carta bastante extensa para lo habitual en un restaurante moderno y tienen menú degustación que también se puede maridar con diferentes vinos.
Después de hacer la comanda nos trajeron el aperitivo de la casa del que no me acuerdo bien ya que no me gustó. No fue culpa del restaurante, sino de mi poco amor por el marisco. Era una preparación con cerdo acompañado por marisco y aunque aparté éste, su sabor se había apoderado del resto. También nos pusieron, una sabrosa mantequilla de oveja y un platín con un aceite del Alentejo de sabor fuerte e intenso.




Uno de los entrantes fue una Tarrina tibia de conejo con boletus y peras. 12€. Muy buen sabor de la tarrina, potente, con el buen contrapunto de los boletus y suavizado todo el conjunto por las peras. Muy bien.





Mejor incluso resultó la Caballa ligeramente ahumada y el caldo verde a nuestra manera. 9€. Una especie de "mar y campo" de aparente sencillez pero que tal vez fue la estrella de la noche. El caldo verde es uno de los platos nacionales portugueses y no deja de ser una especie de pote en versión portuguesa. El caldo excelente, potente pero a la vez elegante, armonizaba de maravilla su sabor impregnado de las berzas y el chorizo con el toque ahumado de la caballa en un bocado que incitaba al siguiente. Esto sí que es una vuelta de tuerca a la cocina tradicional revisada. Excelente.



A la hora de los platos principales nos decidimos por el pescado. Muy bien el Pargo asado con patatas y panceta. 27€. El pargo es más conocido en Asturias como Rubiel. Sencilla preparación pero con un punto de cocción impecable, algo que no se ve tan frecuentemente como debiera y un caldo aparentemente de vino con un toque de lo que nos pareció calabaza, muy sabroso. La inclusión de la panceta es casi a nivel de adorno.




El otro plato principal fue un guiño a la isla de Madeira: Pez sable y camarón, mandarinas y batata dulce. 24€. El sable es muy habitual verlo en los mercados de Madeira y en portugués se llama "peixe espada" pero no se debe confundir con el pez espada como lo llamamos en España que en portugés es "espadarte". Otra combinación de sabores muy conseguida, pues a la carne del sable le iba de perlas la mezcla con el jugo agridulce de las mandarinas y la finura de las batatas, teniendo el conjunto un aire casi tropical. Es de estos platos que aparte de estar muy bien por sí, gustan por lo diferente.



Aún pudimos llegar a los postres. Rico, rico el Chocolate, aceite de oliva, aceitunas y manzanas. 8€. Notable chocolate en una especie de brownie que abrazaba a la manzana dando ésta la réplica ácida, con las aceitunas por encima y todo regado por el aceite formando un bocado muy sabroso y nada empalagoso. Una especie de dulce/salado en el que Mouro muestra un atrevimiento del que sale totalmente airoso y con un resultado sobresaliente.





Buen nivel también el del Puding de Castañas, calabaza y canela, 8€, en el que tal vez lo que más nos sorprendió fue el rico sabor de la calabaza aunque el puding tenía un buen nivel también.




Para beber nos decidimos por un excelente blanco del Douro: Guru 2008. 40€. La carta de vinos no es demasiado extensa pero tiene vinos de las diferentes zonas portuguesas bien escogidos y seleccionados por categorías. Los precios son mucho más sensatos que en otros restaurantes portugueses de características parecidas.

El servicio impecable. El de algún restaurante de más reconocimiento y precios mucho más altos podría tomar algunas lecciones aquí. Aparte del excelente servicio se tomaban la molestia de explicarte cosas relacionadas con lo que estabas degus tando a pesar del lleno que tenían en sala.
Con el café, 1,50€, nos invitaron a sendos chupitos de moscatel y de una bebida típica de Óbidos, la ginjinha.

Al acabar la cena el chef Henrique Mouro nos enseñó la "Mesa del Chef" y la cocina y estuvo amablemente charlando un rato con nosotros.

Otra cosa a destacar es su web. Ejemplo de web sencilla, informativa, con la carta al día y las fotos de los platos y además con el detalle (y la inteligencia) de tenerla disponible en español que no deja de ser la lengua de los turistas que en mayor número visitan Lisboa.


Si con solo 6 meses de trayectoria ha conseguido este gran nivel, Assinatura puede dar muchas satisfacciones en el futuro. Cocina con toques creativos, revisiones de platos tradicionales, dominio de los puntos de cocción y excelente servicio. Los precios no son bajos pero están muy contenidos teniendo en cuenta que hablamos de un local en pleno centro de Lisboa, una gran ciudad, con lo que eso significa a nivel de precio del suelo.

Sin duda es una opción totalmente recomendable en la visita a Lisboa. Una pena que nos separe un trayecto de al menos 7 horas de coche que además a partir del 15 de Marzo será muy complicado al entrar en vigor el peaje electrónico en las autovías portuguesas A23 y A25, decisión que creo que será nefasta para el turismo en Portugal.


Nota general: 7,50

Emoción: 8

Assinatura

Rua Vale Pereiro, Nº 19 (en la esquina con a Av Alexandre Herculano, Nº 51)
1250-270 Lisboa

martes, enero 11, 2011

Tavares (Lisboa), por Toni



Tavares es el restaurante más antiguo de Portugal y uno de los más antiguos del mundo. Comenzó en 1784 como café y salón de billar hasta que en 1823 fue adquirido por los hermanos Tavares y después de algunos cambios en la propiedad llega hasta nuestros días. Se encuentra en el barrio del Chiado, muy cerca del famoso café Brasileira y su comedor es un impresionante espacio llamado el salón Noble decorado con un revestimiento dorado, espejos venecianos y lámparas de arañas de cristal.

Oficia en la cocina José Avillez que desde finales de 2009 vio reconocido su trabajo con una estrella en la guía Michelin.



Cuando llegamos solo había 3 mesas más, de las que 2 estaban ya con los cafés y eso que todavía era las 21:45. A los españoles se nos hace difícil el horario de comidas del resto de los europeos. El servicio fue rápido y pronto nos pusieron el primer aperitivo que consistió en 3 modalidades de aceitunas, una en una especie de tempura, otra con una esferificación y la útima en una especie de mini-coctel. Muy agradables para abrir boca y demostrando desde el principio la técnica que puede desplegar Avillez.


Después nos pusieron otro apertivo que esta vez consistió en 3 mini-bocados de vieira, almeja y careta de cerdo. Nos llamó la atención la poca conexión a priori de la careta con los moluscos. No probé estos y la careta me pareció algo falta de sabor. Aunque aparentemente pueda parecer que los aperitivos son cortesía de la casa hay que tener en cuenta que el cubierto se cobra a 7,50€ por persona.

Como el menú Deasassossego tenía una excesiva presencia de marisco y dado mi poco amor por este ingrediente pedimos de carta. Como curiosidad comentar que el IVA en la restauración portuguesa es del 13%, considerablemente superior al español y siempre está incluído en los precios de carta, nada que ver con la habitual trampa de gran parte de la hostelería española.

Un entrante consistió en La Huerta de la "Gallina de los huevos de oro", huevo cocinado a baja temperatura con aromas de la tierra. 25,55€. Consistía en un huevo con una lámina de oro por encima y acompañado de unas setas y unas migas de pan alentejano. Otra demostración de buena técnica que resultaba en una composición muy sabrosa con un guiño a los sabores tradicionales pero renovados. Pero aquí la crítica: excesivamente parca la ración ya que era prácticamente un plato en cantidad de menú degustación, pero cobrado a 25,55€.

El comentario anterior se puede aplicar también al otro entrante: Legumbres, frutos, flores, bojas, setas y flores asados, fritos, secos, saltados y crudos con "suero" de queso de Azeitao, óleo de avellana y jamón de pata negra. 25,35€. Explican que este plato está inspirado en la Gargouillou de Michel Bras y en la versión de Andoni Luis Adúriz y poco más hay que contar del plato ya que está profusamente explicado en el enunciado, pero como digo al principio del párrafo, la cantidad era aún más pequeña que el otro entrante, y la verdad, estamos hablando de vegetales no de caviar, y aunque estaba bien el plato he comido platos parecidos en Navarra tan ricos y muchísimo más abundantes y baratos.

Para los principales nos decidimos por la carne. Uno fue el Filete Tavares, una reconstrucción del bitoque con huevo a caballo, corazón de lechuga, tomate y cebolla asados. 35,85€. Como dice el enunciado es una reintrepretación de un plato típico portugués consistente en un filete, patatas fritas, arroz, huevo estrellado y ensalada. La carne era de primera calidad y el punto estaba bien conseguido pero la cantidad volvía a ser mínima y la reintrerpretación creo que se quedó a medio camino. Estaba bien pero nos pareció simple, le faltaba algo, más creatividad.

El otro plato fue un Cordero lechal en dos cocciones con puré de garbanzos cocidos y "guisantes" de calabaza glaseada. 38,95€. Aquí si que muestra Avillez sus cartas creativas pero con el handicap de que dominaban los sabores del acompañamiento sobre los de las presentaciones del cordero, algo flojo de intensidad. Tampoco la ración fue como para empacharse.

Como llenos no estábamos precisamente, pedimos postre. El Pudim "Abade de Priscos" con frambuesa y menta Ribeira, 15,75€, era manifiestamente mejorable además de minúsculo. He comido en Portugal unos cuantos pudims Abade de Priscos bastante mejores que éste y en cantidad bastante superior aunque esto último no era difícil. El precio por lo servido, carísimo.

Algo mejor el Cacao, avellana, plátano y chocolate, 15,75€, aunque en un conjunto algo empalagoso. Tampoco el resultado de los chocolates hace que el postre quede en el recuerdo de los mejores probados. Por lo menos la cantidad ya era más acorde a lo habitual en un restaurante de estas características.

Para beber tomamos un discreto Van Zeller 2004 del Douro. 42€. Excelente carta de vinos y como era de suponer de precios muy altos. Tavares es de los restaurantes que todavía meten la botella en una cesta y sirven el vino con la botella en ella, aunque mejor se preocupaban de tener los vinos climatizados ya que fue servido caliente y hubo que meterlo en una cubitera con hielo.


El pan solo aceptable y como ya apunté el cubierto lo cobran a 7,50€ c/u. El servcio es manifiestamente mejorable, agobiante en algunos momentos e inexistente en otros. Da muy mala impresión que según te estás llevando a la boca el último aperitivo del plato te quiten éste a toda velocidad y en cambio nada más servir los platos principales desaparezca todo el personal de la sala sin rastro y dejándonos sin suministro de pan.


La conclusión es que nos esperábamos más. En general lo comido estuvo bien, pero las expectativas eran altas y no se llegaron a cumplir. Cuando uno va a este tipo de restaurantes es evidente que no le van a servir unas cantidades enormes en el plato, pero tampoco se espera encontrar raciones de menú degustación como platos pagados a precio de oro. También esperábamos algo más de riesgo en los platos, más creatividad, aunque me da la impresión de que la clientela habitual no debe ser muy proclive a demasiadas aventuras creativas y probablemente Avillez no da lo que estoy seguro que puede ofrecer, porque sin duda técnica y conocimientos parece que tiene de sobra.
De todas formas no desaconsejo visitar el restaurante en absoluto y que cada cuál juzque si los precios están en consonancia con lo ofrecido. Probablemente con los menús se pueda ver otra perspectiva de la cocina y además, sin duda el local es digno de una visita.


Nota general: 5,50

Emoción: 5


Tavares

Rua da Misericordia, 35, Lisboa
+351 21 342 11 12
www.restaurantetavares.pt/#/es/home

toni

domingo, enero 02, 2011

Ulysse Collin


Me gustan los Blancs de Blancs. Bueno, en verdad es raro que no me guste un champán bien hecho , aunque sea de Pinot Menier, un La Closerie por ejemplo. Pero no cabe duda de que los Blanc de Blancs tienen algo especial, un acento otoñal, una ligereza no exenta de profundidad, una acritud no exenta de frescura, un nosequá. La Chardonnay se suele expresar con notas de avellanas, hojas secas, pan tostado,crema pastelera, mantequilla , y también con notas cítricas y de frutas blancas. Pero esto dice poco de lo que se siente al probarlo todo junto, lo mismo que esos olores son solo aproximaciones a unas sensaciones mucho más complejas. Hablar de notas de los vinos se parece a recitar las notas de una canción: do, fa sostenido, mi,…..sin escucharla,…lo que me lleva a pensar que la mejor manera de comunicar un vino sería con una canción o , en su defecto, con la música de la escritura, las metáforas,…pero eso llevaría , probablemente , a un esfuerzo ímprobo y perfectamente inútil. Bueno , a lo que iba, que me gustan los Blancs de Blancs . Y me gustan aún más los buenos Brut Nature, cuando la sensual Chardonnay aparece sin los pesados ropajes del licor de expedición. Siguen los Collin la senda marcada por Selosse, en especial de su VO, aunque aún le queda un poco de camino para llegar a la altura del maestro. De todas formas , eso significa hacerlo más accesible. Aunque no por ello es un champagne fácil, y muestra un perfil severo, de acidez cortante , aunque moldeada de un sabor cítrico que la suaviza. Huele a todo eso de lo que hablé que huele una Chardonnay. Diría que le sale también una nota mineral calcárea. Diría también que huele a todo eso sin artificios, de una forma franca y directa. En boca tiene un paso fino y cremoso. Es adictivo , porque da más sed según lo estás bebiendo. Y seguro que dentro de unos años estaría mejor, aunque ya está muy bueno y me parece muy recomendable.

Bodega: Olivier Collin
Graduación (vol): 12,5%
Elaboracion: Lote nº 5 ). Elaboración biodinámica. Vinificado en madera. Degollado el 22-07-2009
Precio aproximado: 45

Nota:82