domingo, marzo 29, 2009

Marcel Deiss SGN Gewürztraminer 2002


Una de las mejores cosas que ha tenido esto de los blogs donde hablamos de las cosas del comer y el beber ha sido poder conocer un montón de gente que valía la pena conocer. Entre ellas el bloguero Albertobilbao, con quien he tenido la suerte de poder compartir mesa y botellas en cuatro ocasiones. Ya dije alguna vez que a la hora de beber un vino y hablar de él, se suele manifestar pronto la personalidad de cada uno, los vinos que hemos bebido, el lugar que uno se encuentra en este aprendizaje. Con Alberto me ha pasado de escucharle hablar lo que yo andaba sintiendo o tratando ponerle palabra, de continuar lo que yo empezaba a decir , de sentirme escuchado, de equivocarnos en el mismo sitio. Por eso cuando me dijo que había recibido una botella de un Marcel Deiss Gewürztraminer 2002 que tenía en la bodega-trastero me pareció buena idea idea pedirle que me hiciese una nota de cata , y hacer yo una en paralelo , a ver qué pasaba:

Cata de Albertobilbao:

Decir Marcel Deiss, es decir Alsacia, territorio continuo de conflictos que tras la II Guerra Mundial paso a Francia. Productor que defiende el terruño por encima del varietal
En sus vinos en ocasiones se combinan castas diferentes. Vino biodinámico, Marcel es un seguidor acérrimo de la viña, del terroir, del sentimiento por la tierra
Lo primero que destaca al ver su vino Marcel-Deiss-Gewurztraminer-SGN-2002, es su color dorado, amarillo oro intenso, un color que evoca al ámbar, si el vino fuera un producto sin más, ver únicamente su estampa incitaría a comprarlo.
En nariz se presenta al comienzo algo cerrado, pero es una falsa impresión, una carta falsa para los precipitados en emitir juicios como yo, tras presentarnos sus respetos, se convierte en una fiesta floral, llena de flores blancas que nos transportan a paisajes bucólicos, contagiando su alegría, una fiesta llena de frescor, como abrir por la noche la ventana tras un día caluroso, tras esa fiesta floral aparece una mineralidad, que sorprende encontrársela en un vino dulce
Sorprende ver en la etiqueta la variedad de Gewur..., después de haber comprobado las fechorías que se cometen con dicha variedad en DO españolas, tuve que leerla un par de veces ante mi asombro por beber algo tan diferente a lo que estaba acostumbrado
En boca apabulla con una acidez magnífica, es envolvente, denso, viscoso, penetrante, largo, un soplo de energía. Abundancia de fruta madura, albaricoque, melocotón, pero mezclada con una frescura que nos da su acidez que no cansa en absoluto, incita a beber más y más....
Mezcla de esa fruta madura encontramos fruta blanca, fresca, sutil.
La entrada es elegante, persistente, su recuerdo es largo, llena la boca con matices sutiles, los recuerdos que nos deja, me retraen a postres caseros, a postres de mi abuela, turrón guirlache, crema catalana, miel. Uso se queda embobado pensando qué grande es la botrytis
La sensación final es de orfandad, agridulce, hemos disfrutado de un gran vino, pero no sabemos si el destino nos volverá a juntar
Como broche de oro, me dejo mi boca inundada de azúcar, como el salitre de una gran ola que vuelve al mar

Cata de Eldi:

En primer lugar, diría que ando últimamente un poco espeso,distraído, estresao, así que solo voy a ser capaz de decir una serie de obviedades:

Sobre este vino diré que se trata de un vino alsaciano. Alsacia y Lorena ya sabéis que era aquello que siempre se invadía al iniciar una guerra , y aunque pertenezca actualmente a Francia, la recorre el Rin y la influencia germana .

Luego diré que tiene un bonito color de oro viejo, casi cobrizo, limpio y todavía brillante y juvenil a pesar de ser un 2002.

En nariz, lo primero huelo es a ese olor que es esa mezcla de boletus, champiñón y tierra húmeda que es la botrytis. Tiene una buena intensidad y se da de forma conjuntada con el vino , con el resto de aromas: a miel, a albaricoques , a flores…
Saber sabe sobre todo a….uva. A uva gewürztraminer , que es prima hermana y germana de la moscatel. A mi me recordó a esos granos de moscatel pequeños y dorados de agosto. Deben recoger también uvas sobremaduras, porque la fruta, después de darse fresca , pasa a darse como uva pasa (de la buena , la malagueña, y no esa esaboría caricatura californiana).

Junto con la uva , se da, sobre todo, el sabor de la miel. Una miel ligera, más de azahar que de brezo. También un aroma entre frutal y cítrico fresco, ligero, por eso hablo del albaricoque, redondeado con notas de flores blancas, casi como un jazmín, parecidas a la nota de “espino blanco” del estuche de aromas de “la nez du vin” (lo especifico porque nunca he olido el espino blanco fuera de ese aroma). Además de, por supuesto, la omnipresente botritys.

ES un vino dulce, muy dulce , aunque bien contrarestado por una acidez que evita que resulte empalagoso.

Tiene un paso de notable intensidad y amplitud, denso, y, sobre todo,de una sobresaliente y embriagadora persistencia.

Echo de menos, nada más, esa mineralidad y carácter (en el sentido de manifestación de un terroir determinado) que suelen tener , por ejemplo, los riesling. Pero supongo que eso se deba a que el vino está hecho con gewürztraminer.

Un vino botrityzado, delicado , sensual , femenino, discreto en el sentido de elegante, que sabe a fruta fresca y a verdad .

Aunque eso no signifique mucho, es con diferencia la mejor gewürthtraminer que he probado en mi corta vida de borrachuzo diletante.
Me gustó mucho: 83/100

Y no por qué , pero me parece que a este vino le va bien el Love or leave me de Nina Simone

martes, marzo 24, 2009

Una semana movidita (y con mucho gusto), por Jorge Díez


Esta afición de uno a los vinos y a la gastronomía no tiene últimamente un entorno proclive a las sorpresas, así que cuando se presenta alguna propuesta llamativa hacemos todo lo posible por aprovecharla. Y ello nos lleva a veces a una acumulación un poco desordenada de convocatorias que atender, de mesas y copas, de platos y vinos. Así sucedió recientemente y voy a intentar resumir unas cuantas gratas experiencias en no demasiadas líneas.

- Venga, Jorge, que tú cuando te pones al teclado no mides. Serán muchas líneas.

- Que no, que prometo contenerme.

Aunque costará trabajo meter en este post un menú especial y una degustación de vinos bien guiada y bien acompañada de comida, y todo ello pasa por dejar para otra crónica el fin de fiesta de esa misma semana, con descubrimientos de altura, con excelentes bebidas, platos gustosos y reencuentros entrañables. Así que me voy extendiendo más de lo previsto y la semana requerirá dos entregas. Me vais a matar.

El primero de estos hitos fue una cena dentro de las jornadas que Pedro Martino está desarrollando en L’alezna durante buena parte de este mes de marzo, dedicadas al oricio. Ya he dicho –y hasta el nombre de su restaurante lo proclama- que esa sencilla delicia marina es producto predilecto del cocinero y es uno de sus fetiches culinarios, así que los augurios eran muy buenos. Cuatro habituales contertulios de estas redes nos juntamos para cenar con esa propuesta. Hay que precisar que resultaba confuso denominarlo menú porque realmente eran un conjunto de degustaciones en torno al producto que más bien constituían media comida, ideal para rematar con otro plato o completar como cada uno tuviese a bien (alguna entrada ligera primero, quesos después, en fin, posibilidades al gusto)

Había dos platos conocidos y tres nuevos, aunque uno con la presentación y la técnica también vistas ya en otra ocasión.

Los ya conocidos son el oricio a la sidra con manzana y el oricio trufado. El primero es una propuesta muy fresca y con presentación llamativa: en el propio caparazón del bicho se presentan sus huevas emulsionadas con gelatina de sidra y sobre él un crujiente y dados de manzana verde. Al romperlo y mezclar todo en su interior conseguimos un sabor intenso y ácido que nos evoca al producto marino y a la bebida típica asturiana. Sin embargo, es el plato en el que más se encubre el sabor puro del producto, por lo que a mí particularmente me gusta menos. Esta misma opinión salió a relucir en la mesa. Y el segundo conocido es el oricio trufado, combinación muy acertada de dos elementos con sabor intenso en las condiciones más netas posibles. Frescura y textura suave, potencia en el paladar y el halo del yodo en el ambiente. Este siempre suele triunfar entre los que agradecemos los regalos del mar sin apenas manipularlos, aunque también genera rechazos por su presentación en crudo. Pero su nota media es muy alta entre los comensales, como nos volvió a pasar esta vez.

Propuestas nuevas son el paté de oricios y la crema de coliflor con oricios. El paté destaca por su textura más gruesa de lo habitual, sin triturar por completo los ingredientes para que se aprecie el origen y se perciba más directamente el sabor. Es un paté que no quiere serlo, que quiere conservar las huevas casi reconocibles, que sólo busca una excusa para hacerlas más untuosas e invitarnos a probarlas. Sólo está hecho con las gónadas, agua del propio bichito y huevos, y se trabaja intencionadamente menos de lo frecuente para conseguir ese resultado. La idea es muy simple y el resultado queda estupendo, a nuestro entender.

En cuanto a la crema de coliflor con oricios es tal cual indica su nombre: un fino puré de coliflor sobre el que se presentan en crudo las huevas. Otra vez tenemos una combinación simple y efectiva. El sabor de la coliflor se reconoce pero contrasta bien con la potencia marina y la textura de la crema ayuda a dulcificar el carácter del pequeño cofre de púas lleno de mar. También tuvo éxito con nosotros.

Y dejo para el final una exquisita tortilla suflada de oricios que me pareció una estupenda interpretación de algo tan tradicional en Asturias. La menciono aparte porque, aunque es plato nuevo, heredó la técnica y la presentación de una tortilla de perrechicos que conocimos la pasada primavera. Tortilla cilíndrica pequeña, bien cuajada en su exterior pero con el interior fluído, y en este caso con los oricios templados y fundidos con el huevo en una armonía que siempre suele gustar por estas tierras. Quizá el mejor de este festival, donde todo tuvo buena acogida entre los presentes.

Nosotros optamos por completar la cena con un lenguado delicioso y finísimo y los más tragones incluso pedimos el canelón de manzana con flan de limón y regaliz como postre. Este tenía a su favor ser el más fresco y ligero de la carta y ya íbamos bien servidos.

Bebimos un Guitián sobre lías que acompañó correctamente el menú.

Y esto fue todo en el primer capítulo de la semana agitada, llevados por nuestra afición y tratando de encajar las obligaciones de cada uno y sus quehaceres diversos con más citas que nos esperaban.

Al día siguiente debíamos estar en La Maleta del Loco para una prometedora cata de tintos gallegos con un picoteo informal al estilo de la casa.

Probamos once vinos, dos más de los previstos, y a la comida se añadió una degustación de quesos que también habían recibido recientemente. Al final, lo que iba a ser relativamente modesto fue un festín en toda regla.

Empezamos con el Alanda 2006, de Quinta da Muradella. Mencía, bastardo y garnacha tintorera con trece meses de crianza. Aunque te permite conocer un vino diferente, con personalidad, fue quizá el más inexpresivo de la noche. No sé si más tiempo de botella podría llevar a mejor resultado pero no me convenció. El Diletante, que estuvo conmigo en esta cata, os dará su impresión, ya que no hablamos previamente para redactar esto. Así que irán aquí mis apreciaciones y luego él comentará, si lo desea, las suyas.

Después probamos el Goliardo Loureiro 2005, monovarietal con doce meses de barrica que recordaba gratamente de la presentación multitudinaria en La Tabla el pasado noviembre, de la que ya hablamos varias veces. Volvió a gustarme igual que entonces. Con él ya empezamos a ver lo que Germán quería mostrar en estos vinos. Perfil atlántico condicionado por clima y proximidad al mar, por un ritmo de vendimia difícil (cuando la uva ha madurado y está a punto suelen presentarse las lluvias) que da vinos frescos y sin la extracción excesiva que ahora se practica tanto. Vinos con rasgos que podríamos asimilar a algunos borgoñones. Vinos que no visten el uniforme que parecen llevar tantas bodegas de muchas regiones distintas, sino que prefieren reflejar el carácter de su tierra natal. De aquí en adelante la cata fue creciendo, fue ganando complejidad. Tanto en este caso como en su pariente Caíño se añadieron a los 2005 previstos los recién recibidos 2007, incluso en muestra de bodega no definitiva.

Precisamente fue el Goliardo Loureiro 2007 el siguiente que se sirvió para permitir además la comparación de añadas. Este factor de la falta de botella debe tenerse en cuenta. En los dos casos nos parecieron los 2007 vinos más golosos, más fáciles que los 2005, y esto les restaba parte del carácter peculiar, pero yo no me atrevo a juzgarlos en igualdad de condiciones. Sería mejor probar esa añada más adelante, más asentada para poder ver diferencias con mejor criterio.

Después vinieron los Goliardo Caíño 2005 y 2007, también monovarietales con doce meses en barricas usadas, como sus hermanos de bodega. El 2005 estuvo igualmente en noviembre en La Tabla y era uno de los que más me había gustado entonces. Y esta noche volvió a triunfar, a ganar incluso paladares que no le habían dado tanta consideración en aquel momento. Fue de los mejor ponderados de la sesión. De nuevo 2007 nos pareció un escalón por debajo por lo mismo que dije antes, y de nuevo yo apunto esa misma cautela; creo que hay que esperar para juzgarlo.

El siguiente fue el último de la misma familia, Goliardo Espadeiro 2007. Estaba previsto el 2006 pero llegó su sucesor. Puede que esto tenga que ver con que no recibiese tantos elogios y quedara, en mi opinión, por debajo del Caíño, por ejemplo. Lo digo porque en noviembre hubo defensores de esta variedad especialmente, por delante de los otros dos, mientras que ahora fue la Caíño la que mejor resultado dio en la copa, aunque sigue siendo una comparación engañosa.

En séptimo lugar probamos Gorvia 2005. Si la primera elaboración de Quinta da Muradella, el Alanda, había defraudado un poco, este estuvo entre los preferidos de la cata. Mencía, bastardo y caíño redondo con catorce meses en barrica nueva o de un uso. Volvían las particularidades atlánticas, estaba el monte bajo, el laurel, tenía profundidad pero con mucha frescura.

Cuando llegó el primer vino de Dominio do Bibei, Lalama 2005, y después de la primera impresión, se comentó que quizá, como le sucedería después al otro, salía perjudicado por el orden, por probarse al lado de otros más recios, de rasgos más intensos. Yo comparto esta opinión. Se trata de un vino elegante y probablemente más sutil, más delicado que los otros; no mejor ni peor. Más cosmopolita si acaso pero a cambio de perder el apego al terruño de lo demás que probamos. Y puede que esto lo hiciera parecer más “débil”.

Llegamos al noveno vino: El Pecado 2005, el vino de Raúl Pérez que tanto ha dado que hablar. Sinceramente, fue la otra decepción de la noche. Pudieron influir el cansancio y la saturación a esas alturas, la combinación con el sabor de lo que íbamos comiendo, no sé. En todo caso poco me dijo.

Le siguió Lacima 2005, el segundo de los de Dominio do Bibei. Volvió a sufrir un poco ese eclipse que comenté sobre Lalama pero este me gustó bastante más; lo sitúo también entre los mejores de la noche. Este es sólo mencía, a diferencia de su hermano, y tiene crianza más larga.

El colofón lo puso A Trabe 2005, otro vino que ha generado múltiples comentarios. Es curioso que estemos hablando de vinos que reflejan una tierra, unas peculiaridades; de mencía sobre todo y de variedades autóctonas escasas; de Galicia. Porque aunque se encuadre con todos ellos es un vino de mil raíces, en parte gallego, en parte portugués y con una mezcla casi inverosímil de uvas. También exhibió carácter pero tengo que decir que esperaba más, que no fue de los que mejor recordaré de esta cata.

En conjunto nos vimos ante vinos diferentes, con impronta de su lugar de origen. Frescura y estructura sin excesos, alta acidez integrada, potencial, ninguna estridencia con la madera. Para algunos, un descubrimiento; para otros, la oportunidad de profundizar en algo que ya intuíamos: Galicia tiene mucho que ofrecer, ve nacer algunos de los tintos más interesantes de España en este momento.

El problema es que lo bueno no suele abundar o que no se pueden obtener resultados masivos con elaboraciones así. Dejando aparte los de Dominio do Bibei, de los que no nos dieron datos, la producción de los demás oscila entre 300 y 2.600 botellas.

Entre todos estos vinos y los comentarios que íbamos haciendo también llegaron a la mesa estupendos embutidos, unas ricas croquetas, unas patatas muy, muy bravas, la tartiflette y la parrillada colgada que conocerán quienes hayan ido a La Maleta del Loco. Pero sobre todo llegó un surtido de quesos, otra inquietud de esta casa, al que sólo podemos objetar lo llenos que estábamos para entonces. Por no extenderme me limito a citar: Gratte Paille, Saint Marcellin, Langres, Pavé de l’Helpe al bière, Petit Rouelle de Tarn, Tomme de chevre d’Aydius, Bleu Basque. Afinados impecables, abanico de sabores para hacer la velada especial, muy especial.

Os había prometido resumir y esto ya es muy largo. Y veis que faltan detalles por todas partes. Lo dejaré aquí y pospondremos a los comentarios lo que queráis. Pero no hay duda de que salimos satisfechos.

De vuelta a casa comentarios para ratificar lo que más nos había gustado, lo bien llevada que estuvo la cata (Estupendo, porque nos espera una de Borgoña una semana después) En fin, y a descansar, que queda un día en medio y ese sábado tenemos una cita interesante en Santander. Esa será la segunda parte de una semana movidita. Y seguirá siendo con mucho –buen- gusto.

lunes, marzo 16, 2009

Astrid y Gastón (Madrid), por Toni


Haciendo honor al título del blog, si uno se considera un diletante en esto de la gastronomía en general, no digamos ya refiriéndonos a cocinas de allende los mares como es el caso que nos ocupa en mi primer acercamiento a la cocina peruana.

La gastronomía peruana se encuentra entre las más interesantes del mundo en la actualidad. Mezcla de varias influencias autóctonas, españolas, chinas, japonesas y de otros países europeos, es todo un mundo por descubrir.

Gastón Acurio es uno de los cocineros más importantes del Perú con varios restaurantes en el país andino y varios de la franquicia Astrid y Gastón en varios paises de América y también en Madrid.

El restaurante está en pleno Paseo de la Castellana en uno de sus edificios clásicos y con una decoración interior minimalista. Al mando de los fogones se encuentra el joven Kiko Zeballos.

Una vez acomodados nos traen la carta y observamos que en este restaurante tampoco se han enterado de la ley en vigor relativa al IVA en los precios de los platos ya que no viene reflejado.
Algo que llama la atención es la amplitud de la carta lo que lleva a poner la vista en el menú degustación a los neófitos en esta cocina como nosotros.

Antes de pedir, un camarero nos pregunta si queremos un cóctel, el famoso Pisco Sour peruano que aunque estaba bueno, cuesta unos excesivos a todas luces 11,77€.

Finalmente nos decidimos por el menú degustación largo que tiene un precio de 77,04€. También tienen otro menú más corto al que llaman "tradición".

De aperitivo nos pusieron una cucharilla de tartar de vieiras y rápidamente llegó el primer plato que consisitió en un CEBICHE MIXTO: Con pescado y todos los mariscos del día, ají limo, cilantro y cebollas moradas. Aquí, a nuestra petición, tuvieron el buen detalle de quitar el marisco de mi plato. El cebiche es sín duda uno de los platos más emblemáticos de la cocina peruana. Yo era la primera vez que lo probaba y me encantó la combinación resultante del limón, el ají, el cilantro y las cebollas con las que se marina el pescado en este caso corvina. Un sabor potente pero a la vez fresco.

Seguimos con el TIRADITO FUSIÓN: De atún sellado y marinado con soja, miel y leche de tigre al maracuya. El tiradito viene a ser como un cebiche pero sin cebolla y con distinto corte del pescado y diferentes tiempos de maceración. En este caso el marinado agridulce se complementaba de maravilla con la carne grasa del atún haciendo un bocado muy apetitoso. Muy rico.

Él tercer plato fue un CAUSUSHI DE ROCOTO: Cubierta con rape escabechado. tengo que decir que no recuerdo muy bien este plato, pero creo que era una especie de puré con rocoto que acompañaba al escabeche de rape.

Luego llegó unos ANTICUCHOS DE PULPO NIKKEI: Brochetas de pulpo a la parrilla con marinado de miso, ají panca y espuma de yuca. Los anticuchos es como llaman en el Perú a las brochetas. El pulpo tenía el golpe perfecto de parrilla, y el marinado volvió a resultar muy rico con la mezcla del toque algo dulce de la yuca con el potente del ají y el complemmento del miso. Totalmente original este acompañamiento del pulpo para nuestro paladar.

El pescado fue una RAYA AL MENSI SUAVE: Raya en mantequilla chifa al mensi con rocoto y lima, puré de yuca. Otra vez un buen acompañamiento que realza a la de por sí insípida raya. En Perú se utiliza la palabra chifa para referirse tanto a la cocina traída y adaptada al paladar peruano por los inmigrantes chinos como a los restaurantes donde la sirven.

Después comimos un AJÍ DE GALLINA: Antiguo guiso limeño de pollo de corral, ají amarillo, leche, queso, nueces y papas. Perfecta descripción la que se hace en la carta. El guiso fue uno de los platos que más nos gustaron de la noche y desde el desconocimiento, seguro lo más cercano a la cocina tradicional de todos los platos del menú.

La carne estuvo representada por un LECHONCITO CONFITADO: Servido con jugo de asado a la miel y lima, con dos pastelitos uno de papas y rocoto y el otro de choclo y ají amarillo. Por sí solo el lechón estaba perfecto de punto, pura mantequilla y con la piel churruscada. Le jugo agridulce de miel y lima hacía de perfecto contrapunto al lechón. Los pasteles también estaban buenos sobre todo el de choclo (maiz) con ají.

El apartado dulce, estando bien no alcanzó el nivel de lo salado. Bien el CHUPITO DE QUESO:
Servido con sorbete de frambuesa y compota de physalis y piña
, original por la compota de physalis y piña y agradable el PASTELITO DE CHOCLO: Con helado de nata.

Mención requieren los panes de vairos tipos y realmente buenos. Me llamó la atención sobre todo el de jamón y el de boniato. El cubierto: 4,07€ c/u.

Para beber tomamos un Cava, Privat Laietá. 37,45€. La carta bastante mejorable, y con pocas referencias de espumosos y blancos con barrica que creo le vienen mejor a esta cocina que los tintos.

El personal de servicio estaba formado por peruanos con buen nivel de atención y eficacia.


Muy satisfactorio nuestro primer acercamiento a la cocina peruana con toque moderno. También sería interesante probar el menú tradición.
Ingredientes exóticos, contrastes de sabores, dominio de los puntos tanto en pescados como en carnes... Sin duda es un restaurante que merece la visita a pesar del sablazo del pisco sour.


Astrid y Gastón

Paseo de la Castellana, 13 28046 Madrid
917 026 262
http://www.astridygastonmadrid.com/


toni

domingo, marzo 08, 2009

Contradicciones,obviedades

Gracias al enésimo proceso gripal de este año (el niño, que se las trae todas de la guarde), que me anestesió el paladar completamente, me pude pasar ayer un día paseando por los blogs. Me detuve sobre todo en este post del amigo Carlos. Mezclada su lectura con el antigripal y una fiebre cambiante, me dio por responderme de esta manera, haciendo honor al título. Si os parece una chorrada , echarle la culpa a la fiebre:

A solas entiendo mejor lo que como o bebo, pero lo disfruto más en compañía.

La comida me sabe mejor con hambre, y el vino con sed.

Ante una copa de vino o un plato de comida, antes de llenarme, intento que sea como una primera vez, olvidar, vaciarme…

…ausentarme, porque encuentro que el gusto es también una prolongación de uno, de su ánimo, sensibilidad, o de su ausencia. Que uno encuentra, muchas veces, lo que busca. Que echa de menos lo que no encuentra.

Pocas veces lo consigo.

El placer de comer y beber es efímero presente, y procuro que mi mala memoria , mi pasado, no me juegue una mala pasada.

Si me hablan de mineralidad o de flores cuando estoy tomando una copa de vino, es frecuente que me tope con ellas. Uno encuentra lo que busca.

El gusto se educa, pero es voluble, escurridizo, molestoso y olvidadizo. Es decir, un maleducado.

El placer de comer o beber es la última ráfaga de vida que sacamos de algo arrancado o muerto, que luego rematamos cocinándolo .

El placer se nos escapa como agua entre las manos, por más que apretemos los dedos de la memoria.

Mi perro sabe oler 60 veces mejor que yo y lo lleva con admirable modestia.

Por bien que uno hable de una comida o de un vino, solo lo sabe entender quien lo haya probado.

Aunque lo haya probado, sigue siendo probable que no te entiendan. Cada uno hace su camino, y cada uno está en un lugar distinto de él.

Hablamos para facilitarnos atajos, para evitarnos desvíos que no conducen a ningún sitio, para saber mejor donde detenerse, para hacernos más llevadero el viaje…

Describir un plato suele ser como decir de alguien que es alto, moreno y con la nariz pequeña. Puede parecer necesario, pero nos importa muy poco.

La forma más exacta de hablar de un sabor es con la inexacta metáfora. Solo que no es fácil acertar con ella.

A base de infidelidades, el vino que fue mi primer amor me ha ido gustando cada vez menos.

Cuando saboreo, soy un poco del niño que fui. Desgraciadamente, cuando hablo ( o escribo) lo hace quien ya soy.


* Foto tomada de aquí

domingo, marzo 01, 2009

Los Pepitas (La Carrera. Siero) .

(Por tres diletantes, que se balanceaban sobre una tela de araña virtual).

Un nuevo post me pide El Diletante
que en mi vida me he visto en tal aprieto;
con nueve platos estará completo:
burla burlando van los tres delante.

Tres diletantes, tres platos cada uno, tres postres impactantes. A ver cómo le pongo letra a este argumento.

Hacía un día precioso y Diletante I fue recogiendo a sus corresponsales para ir a probar una novedad –apenas un mes en funcionamiento- y a desmenuzar en torno a una mesa cuanto fuere menester. Como si se tratase de un secuestro el coche se mete por carreteras cada vez de menor orden, por una ruta que no sabría reproducir. Y es que soy el único que nunca ha estado aquí, en el lugar, no en el restaurante que es nuevo, como queda dicho. Soy un genuino diletante.

Casa rústica con un comedor tradicional abajo, que es el que conocen mis compañeros de escapada, y una sala de corte moderno arriba, donde nos sentarán después de un buen rato esperando frente a la escalera. Faltaba la musiquilla ambiental para sentirse como quien reclama algo a su operador de telefonía.

Nos acomodan por fin y nos dan una carta breve con precios contenidos y sin ningún menú degustación o especialidad señalada, así que hay que portarse como el común de los mortales, escoger lo que te pida el instinto y probar del plato del compañero si ha lugar. No nos pusimos de acuerdo, lo juro, pero pedimos todos los platos diferentes, aunque el tamaño de la mesa no favorecía la incursión en la ración del vecino.

Y como esta pieza es para que la interprete un trío, después de este preludio paso a mi papel como historiador y os presento las crónicas que de aquellos extraordinarios sucesos dieron noticia.

Crónica de lo acontecido en los dominios de Diletante I, señor del lado norte de la mesa:

El restaurante:
Comedor informal abajo, para tomar el menú del día (que tenía buena pinta), o un picoteo. Arriba estaba el restaurante de carta, en el habitual estilo neorústico, con ventanas en el tejado que dejan entrar luz natural, mesas separadas y amplias y menaje de calidad.

La comida:
Empezamos con un aperitivo del que sólo recuerdo que fue agradable.
Seguimos con una “Ensalada de pulpo confitado, ali-oli suave y pimentón". Lo pedí con pocas expectativas, que fueron ampliamente superadas. El pulpo, templado, sorprendentemente tenía sabor y una buena textura. Brotes frescos (con rúcola). Setas salteadas (no serían las mejores, pero eran de la familia cantharellus), un algo crujiente para ampliar la gama de texturas, abundante cebollino y ese ali- oli empimentonado para darle un poco de gracia, sin llegar a ser cargante. Buen plato. (7 euros).

Seguimos con el “Bacalao confitado, parrilla y almendra”. Trozo de lomo de bacalao, bueno, bonito, pero un poco insípido (estos desalados siempre pierden fuerza) y, sobre todo, escaso. Venía con un fondo de leche de almendras amargas, muy suave pero con un sabor nítido de las almendras, y unos ajetes y trigueros pasados por un golpe fuerte de plancha, que sacaban unos tostados que daban esa fuerza de la que adolecía un plato en todo caso armonioso. (16’50 euros)

Terminamos con un postre cada uno. Chema Puente fue jefe de partida de postres de La Broche antes de ser jefe de cocina,y eso se nota, porque el salto cualitativo (también de precios) es importante. Tanto que fácilmente se pueden poner en el podio de los mejores que se pueden tomar en Asturias. Yo tomé el “Bizcocho caliente de galleta y avellana” , que era eso , un bizcocho soufflé caliente de chocolate y avellana, perfecto, riquísimo, sobre una sopa de avellanas concentrada y con los frutos secos nadando en ella, y un helado de galleta maría, con el entrañable sabor de la galleta maría nítido y concentrado, coronado todo por una caricia de pistachos crudos. Goloso, preciso y con un punto de ternura. No se lo pierdan (8 euros)

Servicio voluntarioso y cercano, que se hace perdonar su inexperiencia.





Carta de vinos sin sorpresas y con precios altos. Tiene una pequeña selección de cervezas.
Resumiendo, platos salados con buenos apuntes de cocina, en una línea que busca más agradar que epatar.Precios razonables, y unos postres de los de “merecen el desvío”.


Hasta aquí el relato del primer comensal. Volveremos después sobre ello si es preciso.

Yo pensé que no hallara consonante
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas si me veo en el primer terceto
no hay cosa que no escriba un diletante.


Parece que esta narración toma cuerpo y que podréis haceros una idea de lo que fue la comida. Pero sigo el hilo de la Historia tal como fue interpretada por el cronista de los territorios centrales de la mesa, Diletante II.

Este es su relato de los acontecimientos:

Lo primero que me llamó la atención fue que a pesar de tener reserva nos tuvieran esperando 10 minutos antes de poder sentarnos a la mesa. De acuerdo que el restaurante está en rodaje, pero es un detalle muy feo para con el comensal.

En "as "cebollas rellenas de caza" el relleno de carne estaba demasiado seco haciendo algo pesado el bocado. En cambio la "Ensalada de pulpo confitado" me sorprendió gratamente por la calidad y el tratamiento del pulpo y también por lo sabroso de los vegetales.

Mi plato principal fue "Ternera roxa confitada". Una carne de calidad media, un poco más pasada de la cuenta para mi gusto aunque aceptable y bien acompañada de los pimientos. Mucho menos me gustó el "Cordero lechal crujiente" que tenía restos de olor a lana y sabor no muy agradable. Suspenso.
Tampoco suscitó emoción el "Bacalao confitado con verduras a la parrilla". Ración minúscula de bacalao al que tampoco ayudaba un toque de parrilla de más de los vegetales, sobre todo del espárrago.

Mucho mejor el nivel de los postres que, aunque cobrados en proporción bastante más elevada que lo salado, justifican su precio, como el que tomé yo: "Cola-fresa-vainilla" al igual que los de mis compañeros, todos a gran nivel.

El servicio voluntarioso pero muy verde.

En conjunto más sombras que luces, pero ¡ojo!, sólo llevan un mes así que esta crítica no es muy válida. Habrá que ver como se desenvuelven en el futuro
.

Este es el contenido del manuscrito original. Creo que esta crónica es algo más oscura para el lector, así que aportaré unas notas que sirvan para orientarse. Está escrita en el estilo lacónico propio de los habitantes de ese territorio central, lo que la diferencia de la primera. Además, los pobladores de esas tierras aprovechaban habitualmente su privilegiada situación para cobrar tributo en especie a los pueblos vecinos. Por eso hay referencias a platos (ensalada de pulpo, cordero, bacalao) que habréis visto citados antes o reconoceréis más adelante. Hay en ella un rasgo que me ha hecho dudar de su autenticidad: la ausencia de datos sobre el precio de cada plato. Esto me ha obligado a un exhaustivo trabajo de archivo para poder averiguar ese extremo y para valorar en detalle el estilo y asegurarnos de que no estamos ante una falsificación. Tras esta etapa de la investigación puedo aseverar que la crónica es auténtica, es atribuible a Diletante II sin ningún género de duda. Y puedo añadir que los precios fueron 7 euros las cebollas, 12’30 la ternera y el postre, 8, como en los reinos fronterizos.

Por el primer terceto voy entrando
y no llega el estómago maltrecho,
pues fin con estos platos le voy dando.

Llega el momento de construir, con testimonios fragmentarios y algún documento original de la época, la tercera crónica, la que atribuiremos a Diletante III, representante de las tribus del sur de la mesa.

La crónica manuscrita reza así:

Arribados a la posada pedimos como entrantes unos chipirones rellenos de mollejas de cordero. Mala la hubisteis, paladares débiles, pues el relleno resulta en demasía seco para colmar la bolsa del chipirón. El recaudador nos exigirá el pago de 10 maravedíes por este condumio. Reclamamos entonces del mesonero que tenga a bien traernos cordero lechal crujiente a guisa de plato principal para saciar nuestro apetito, y el mozo raudo nos lo presenta en la gran mesa, sin apenas afeites. Reponemos nuestras fuerzas con ello pero nuestro paladar, tantas veces regalado con manjares sutiles, no encuentra el gozo que anhela. En la algarabía de comensales venidos de tan diversos reinos nos cambiamos con gusto viandas de unas fuentes a otras y puedo dar fe de que bien sabroso resultó el pulpo con que obsequiaron a Diletante I, y de que, sin ser pieza digna de la mesa de un príncipe, mejor resultare la ternera de Diletante II que el cordero sacrificado para mis tribus. Y otra vez el diezmo nos exigen: 14 maravedíes hemos de dar por la carne del animal, sin su lana ni más regalía que de su posesión se derive. ¿No habrá, por ventura, algún dulce manjar con el que poner colofón al banquete? Y como si el cielo mismo hubiese oído nuestras súplicas apareció ante nuestros afanes un flan de queso y manzana merecedor de los mayores elogios. Que trovadores y músicos canten las excelencias de la fresca armonía, que el vate loe la intensidad de su sabor, pues es de justicia reconocer lo que este humilde postre amerita. Acordamos con la Hacienda el pago de otros 8 maravedíes por esta repostería y retiramos las huestes ya sin ánimo belicoso. Y así decimos que sea contado a las generaciones venideras y que ellas lo tengan por cierto. Dado en vísperas de la februa del año de dos mil y nueve.

Por otros documentos podemos también saber que se bebió Sierra Cantabria colección privada , por 30 euros, que recibió más bien pocos elogios.

En resumen, propuestas bien intencionadas y a precio asequible pero que no muestran su mejor perfil en lo salado. Y sorprendentes postres que bien valen su alto precio. Como se comentó, yo volvería tranquilamente a tomar una entrada (la ensalada de pulpo, por ejemplo) y una ración de cada postre. No sería un menú equilibrado pero saldría satisfecho.

Y ahora, entre otras posibilidades, podéis escarbar entre todo esto para quedaros con las opiniones sobre los platos y haceros una idea del sitio o podéis reíros de tanta tontería añadida para adornar el post y darle volumen. Veréis así que es verdad, que este blog se vuelve gamberro cuando no tiene novedades que contar, y que nadie nos pagaría nunca por esto. Que es de lo que se trataba.

Ya estoy hacia el final y aun sospecho
que voy los nueve platos acabando;
contad si os ha gustado y está hecho.

Datos (serios):
Los Pepitas
Posada de Abajo, s.n.
La Carrera. Siero.
Tfno. 985 724 950