Con bastante retraso, como se deduce del título, y con otras prioridades para mi tiempo y mis recursos, escribiré esto, no obstante, por varias razones. Lo haré porque así me había comprometido y eso me importa. Lo haré también porque fue una experiencia muy grata y no nos viene mal tener alguna que recordar de vez en cuando. Y lo haré porque esa pequeña alegría (y algunas cosas más importantes) creo que también se la debo a esa tierra, y ahora que vienen tan mal dadas el hedonismo de nuestra afición no soluciona nada, no es recurso, pero no tiene por qué callar y otorgar, también puede ser una forma de reivindicar a unas gentes, un paisaje, un trabajo y el derecho a pequeños (y grandes, por qué no) placeres.
En este primer post habrá un resumen general de lo que fue ese viaje y referencia a tres restaurantes en la misma ciudad. Luego haré otros dos, monográficos de dos comidas singulares.
Cada día considero más el verano, sobremanera agosto, como un tiempo de letargo, de anormalidad, cuando todo el ambiente se transforma, las ciudades esconden su vida y la sustituyen por un bronceado artificial de terrazas invasoras y carteles de cerrado por vacaciones justo en los sitios que suelen interesarme. Pero son fechas a veces obligadas, así que he de adaptarme a lo que queda.
Bueno, pues era ese mes de agosto tan poco simpático para mí cuando me instalé en una residencia a las afueras de Girona. El primer paseo vespertino ya me dio pistas: ciudad pequeña, accesible para caminar; buen comienzo.
Girona es su casco antiguo, elíptico, intrincado, encerrado, delimitado por la ciudad que le creció alrededor y por el río Onyar. Girona son puentes, varios puentes para pasear también por encima de ese río que no separa, que sólo marca una línea, un antes y un después en el tiempo. Al otro lado, calles comerciales modernas, islotes peatonalizados, edificios modernistas y en especial dos plazas, dos núcleos de actividad. Para mis planes, el Pont de Pedra y la Plaza de Cataluña como referencia para ordenar mis intereses de cada día. Para los de casi todo el mundo, por la mañana pero sobre todo por la noche, la Plaza de la Independencia, sus soportales hosteleros y sus terrazas.
Tardé poco en encontrar mis sitios: dónde desayunar, dónde leer prensa, dónde estar, sin más. Tardé poco en ajustar las medidas del café y en pedir “un tallat”. Tardé poco en sentirme en casa. Y así le cogí el gusto a la Granja Bescuit (la de J. Maragall), al café y la música de El Café, así, sencillamente y por antonomasia, o a la primera cerveza en El Cercle, donde me faltó coincidir con una actuación en directo. Y es que el carrer dels Ciutadans, donde están estos dos últimos, fue uno de mis ejes en esos días.
No encontré en cambio otro tipo de ofertas, bien por falta de tiempo o información, bien por ese letargo de agosto y su “tancat per vacances” que me recibió en tantas puertas. Por lo que toca a este blog alguna proposición golosa y alguna enológica quedaron pendientes por eso. De las que pude aprovechar me quedo con los turrones de Victoriano Candela, caros pero realmente buenos, deliciosos. ¡Lo que daría ahora mismo por conservar una tableta de aquellas! Y la misma tienda es digna de ver. Os aconsejo buscar alguna foto.
Pero paseos aparte, compras y rincones con encanto –que son muchos- seguro que queréis saber qué hubo de comer.
Empezaré por Occi, restaurante céntrico, pequeño e informal donde proponen un menú del día por encima de la media, en mi opinión. Mi experiencia tuvo luces y sombras. Trato agradable y facilidad para cualquier ajuste que quisieras un poco eclipsado al final por las prisas para doblar la mesa, aunque no llegó a cogerme el toro. Y platos conseguidos al lado de alguna elaboración menos fina. Lo dicho, buena comida con algún lunar. Pero el balance es favorable para su precio y el tipo de oferta. Incluso me animaría a repetir probando a la carta, corta pero con propuestas coherentes. En concreto yo tomé una croqueta de pie de porc –aperitivo- que resultó fallida (muy grasa y reblandecida) pero la cosa mejoró con el gazpacho de melón y anchoa, fresco aunque con sabores marcados y en buen contraste, y con el bacalao con verduras, correcto y abundante. Un surtido de quesos como postre también estuvo bien. Acompañó un sencillo Coll de Roses blanc (D. O. Empordà) que cumplió su cometido frente al calor dominante y a algún sabor difícil (la anchoa).
En realidad Occi era la única elección ya decidida, por comentarios leídos en blogs. Los demás días que comí en Girona improvisé, sin reserva ni muchos detalles previos y con el presupuesto limitado; los “lujos” me los permití por los alrededores. Y menos mal que fue el primero, porque a los dos días de llegar también ellos cerraron por vacaciones (allí los dejé haciendo alguna reforma). De paso, frente a Occi, en la esquina, pude ver la oferta de Nu, propuesta que me hizo dudar hasta el último momento pero que me resultó cómoda, por su situación y porque había sitio.
El restaurante Nu, según pude averiguar luego, es un “hermano menor” de Massana, uno de los más reconocidos de la ciudad -los Roca son otro mundo- que había descartado por presupuesto y por una información confusa sobre su cierre por vacaciones. Y así me vi comiendo en una barra un menú degustación con inspiración oriental, cosa que a los que me conocéis os parecerá extraña. Pero el ánimo bien predispuesto en ese viaje permitió la excepción.
Me presentaron como aperitivo unas cortezas de yuca con una salsa que ya no recuerdo bien pero que me gustó, eso sí lo tengo claro. Y la degustación empezó con una sardina marinada, casi cruda, con frambuesa. Muy buena. Después, bombón nacarado de tomate con caviar vegetal. Me quedé pensando cómo conseguían ese nacarado, qué técnica se usa. En todo caso es un estupendo y fresco cortante para alternar platos. En tercer lugar, langostinos en tempura con mayonesa templada al curry. Sabrosos y suaves a un tiempo. El cuarto plato era de muslitos de codorniz. Este me dejó menos huella pero tampoco me decepcionó. A todas estas, todo ese tiempo tenía delante al aplicado cortador de sashimi limpiando las piezas, sacando partes y elaborando platos, así que la dorada marinada que vino después me resultó familiar, la vi “hacerse” ante mí. Por cierto, un manazas y nada devoto de tanta orientalidad como yo agradeció las pinzas que venían para enfrentarse a los trozos de pescado en lugar de los canónicos palillos. Seguimos. A continuación, un “corte” de brandada de bacalao con naranja. Corte porque era como los cortes de helado, entre galletas. También agradable, ligero. Séptimo bocado, el tataki de atún con arroz basmati, nido de pasta (de pasta de arroz, claro) y wasabi. ¡Horror: mi enemigo mortal, el wasabi! Bueno, pero tenían la precaución de preguntar primero si se quería y de servirlo apartado. Incluso permití que me lo pusieran para hacer experimentos con microgramos del mismo (y para seguir siendo enemigos). Y para terminar el desfile salado, secreto ibérico, cebolla confitada y pimiento de Gernika. Hubiese estado muy bien de no ser por el excesivo punto dulzón de la sobreabundante cebolla.
La piña colada con espuma de coco volvió a hacer la función de cortante para cambiar al dulce. Fresca y rica. Y para que todo el mundo me entienda y no me llame pedante, del xuxo de crema con helado de vainilla y crujiente de cacao sólo diré una palabra: cojonudo.
Un par de copas del cava rosado de Raventós i Blanc (otra excepción a mis gustos dominantes) hicieron juego con todos aquellos bocados.
Por último voy a hablar de La Penyora, pequeño local con un punto bohemio. Yo comí a la carta pero hago ahora el comentario inverso al que hice sobre Occi: vale la pena su menú, a juzgar por el aspecto de lo que vi en otra mesa. Como aperitivo me ofrecieron una crema fría de soja. Los canelones de carne no destacaron especialmente; en cambio, el taco de solomillo de ternera con salsa de anchoa y olivas negras estaba bastante bien. Acompañaban unas patatas fritas chips que seguramente no eran hechas allí pero que responden a una tradición aún no perdida en algunas ciudades: las patatas que yo llamo “de churrería”, esa elaboración antigua, casi desaparecida, pero tan grata donde todavía sobrevive. Y no es que las llame yo así, es que de ahí proceden. Estas, o lo eran o eran una imitación industrial muy lograda.
El postre merece capítulo aparte aunque sólo sea por su abundancia. El milhojas de la casa trataba de encerrar entre dos láminas de pasta nata montada con almendra picada, una salsa templada de chocolate, piñones y avellanas, además de trozos de fruta fresca (sandía, melocotón y plátano). Con hambre no podías quedar. Recuerdo también un café digno.
Como apunté al principio, las mejores mesas las busqué fuera de la ciudad. A la capital le reservé muchos paseos, mucha arquitectura, museos (en el Museu d’Art estaba la exposición temporal Art i gastronomía, casi como un guiño para aficionados), cervezas con amigos… Y esa relación íntima que establezco con las ciudades que me gustan, también con aspectos que no contaré.
En fin, que Girona me cautivó, me ganó con su encanto. ¿Cómo no iba a hacerlo una ciudad que tiene su ayuntamiento en la Plaça del Vi (plaza del vino, si alguien necesitaba traducción)? Una ciudad amable, dulce, donde te contestan merci en lugar de gràcies, lo que dio para una pequeña polémica filológica. Una ciudad a la que me gustaría volver en mejor época del año.
Más adelante os contaré dos comidas especiales y su contexto. Tocará hablar de un interior atractivo frente a la fama de la costa. Tocará hablar de gastronomía mayor. Será todo también agradable.
Pero eso no evitó el surrealismo del verano, el que hacía que las carreteras (si se pueden llamar así, que lo dudo) en torno a Cala Montjoi estuvieran transitadas como si llevasen a un gran centro comercial, el que hacía que la policía local cerrara literalmente pueblos salvo que fueses residente porque ya no cabía un coche más, el que me hizo recorrer un día buena parte del litoral sin que pudiese parar en ningún sitio hasta la caída de la tarde. Esa locura terminó cuando llegué a Cadaqués y me refugié en el Casino, que tiene un encanto especial para mí. Después de recuperar mi humor fui hasta el Cap de Creus, el finis terrae de oriente que tiene incluso más magia que el occidental (que me disculpen mis amigos gallegos). Este es un punto en el que animaría a perderse a cualquiera, a desconectar, a contemplar sin más aquel mar sin perspectiva y dejar que te sugiera cosas. Tiene el poder de hacerlo.
Tocaba volver. Había que soportar otra vez el pago obsceno de peajes irritantes. Había que esquivar como fuera las horribles áreas de servicio y apañárselas para comer en un sitio digno. Hubo que atravesar el pluscuaninfierno de Zaragoza, con 42 grados inverosímiles, insoportables. Aún hubo tiempo para hacer noche en La Rioja y visitar al día siguiente la bodega de Marqués de Riscal. No es pequeña la parte de su negocio, con todo el vino que producen, que proviene de estas visitas turísticas. A su favor he de reconocer que el precio de los vinos en su propia tienda es ventajoso (ya me lo agradecerán los amigos cuando compartamos ciertas botellas).
Poco a poco miraba con placer el termómetro, para ver cómo caían los grados según avanzaba hacia el oeste. Así hasta casi llorar de emoción cuando Cantabria me recibió incluso con una leve llovizna. No fui el único: a mi lado en una gasolinera alguien puso su cara hacia arriba para recibir aquella bendita agua. Y eso que seguro que su coche tenía aire acondicionado, no como el mío. En fin, volvía a mi tierra, pero con recuerdos muy gratos. Y un maletero cargado de productos que tienen mucho que ver con nuestra afición común.
¡Ya era hora Jorge!. Tarjeta amarilla por dejarnos tanto tiempo sin tus post. Si es que un rato siempre se tiene para escribir algo. ;-)
ResponderEliminarY hablando de Gerona a mi también me parece una ciudad muy agradable de pasear con un rico casco histórico, y la provincia da para muchísimo en todos los sentidos del turismo.
ResponderEliminarToni, voy a llevar esa amarilla al comité de competición ;-) No es sólo una cuestión de tiempo.
ResponderEliminarLo relativo a la provincia lo suscribo, como quedará detallado en los dos post siguientes.
Magnífico post, como siempre, Jorge. Me han entrado ganas de viajar a esa zona, que para mi es totalmente desconocida.
ResponderEliminarSin duda tiene mucho encanto, Manu. Si tienes ocasión no lo pienses. Eso sí: la primavera o quizá aún más el otoño (sobre todo para el interior) serán mejores épocas.
ResponderEliminarY gracias por lo del post... y por la paciencia para leerlo entero ;-)
Me ha gustado el post y como soy más retorcido que el muelle de un bolígrafo INOXCROM; me ha gustado que mencionases los tórridos y temidos momentos de regreso a casa.
ResponderEliminarThe Darck Side Of Gastronomy Travel's
O que mecagon quien inventó los peajes. A servidor le sale a cuenta tirar 4 horas hasta Arriondas, en vez de las menos de 2 que lleva llegar Tui. Creo que la mejor solución son los vuelos baratos, o quedarse en casa.
A todo esto; gracias por la guía para un primerizo en Girona; aunque llegué 7 meses tarde ;-)
Buen restaurante el Occi, como bien dices, con un menú del día de lo más sugerente, aunque algún plato tenga mejor planteamiento que resolución.
ResponderEliminarMe apunto los otros dos para el año que viene (sobre todo, el Nu).
Una buena época para visitar la zona es mediados de Junio, si hay la posibilidad. Los días son muy largos y el turismo es bastante más llevadero que de julio a septiembre.
Además de la oferta hostelera de Girona también es importante la calidad del comercio en general (librerías, cosas de casa, ropa, etc).
Avelino.
Pues hablando de peajes no os quepa la menor duda que en no mucho tiempo acabaremos como los vecinos portugueses pagando por circular por las autovías. Seguro.
ResponderEliminarComo siempre Jorge exprimes tus visitas al máximo, siempre me ha llamado la atención.
ResponderEliminarY sobre los peajes, lleva muchos años siendo aberrante el coste de ir por autopista desde asturias a barcelona. Como se suele decir "ye lo que hay"
Gracias, Daninland. Al avión le tengo poca querencia aunque reconozco que para este trayecto ya puede plantearse como alternativa. De todos modos, sería "imprescindible" un coche allí para moverte por los pueblos del interior. Y valen mucho el viaje.
ResponderEliminarAvelino, si tienes cierto apego a esa moda orientalizante, Nu te gustará. Me ha gustado a mí incluso desde el recelo... Y totalmente de acuerdo sobre lo de la oferta comercial de Girona en otros aspectos.
Es cierto, Toni, la amenaza ya está ahí. Y aunque entiendo de sobra lo que quiere decir Sibaritastur con lo de "ye lo que hay", más que eso es lo que algunos hacen para forrarse a costa de otros con "dudosos" argumentos. Tan "dudosos" como los que servirán para ese sobrepago al que alude Toni.
ResponderEliminarSibarita, cuando voy solo no dudes de que exprime hasta el límite los viajes. Pero no te quejes: cuando anduvimos por Galicia no te "castigué" mucho con mis aficiones ;-) Nos limitamos al vino.
ResponderEliminar..."que exprimo", no "que exprime".
ResponderEliminarMuy bueno, Jorge. Yo, al contrario que tú, estuve en el invierno cerrado y el frío húmedo, debido al río, era impresionante.
ResponderEliminarTengo ganas de volver allí, creo que no le saqué a Can Roca todo el partido que podría.
Yo lo que le saqué a Can Roca la última vez fue un cabreo considerable...
ResponderEliminarGracias, Carlos. El Celler sigue siendo asignatura pendiente para mí. Había dicho que en cuanto fuese a Girona lo probaría pero no pudo ser.
ResponderEliminarToni, lo tuyo es grave ;-) Hombre, cabreo aparte, algo comerías y beberías; no me asustes.
Y olvidaba un comentario debido. Si fui a Occi por lo que saqué de los blogs fue principalmente por una sugerencia de Avelino aquí mismo. Creo que es justo reconocerlo y que lo que nos pueda aportar sobre Girona, como ha hecho en su intervención, será útil; conoce el terreno.
ResponderEliminarSí. Algo comí y bebí en Can Roca, pero llevando la contraria a todo el mundo e independientemente de lo impresentable del IVA, los 100€ por persona que gastamos en el menú fueron de los que más me han dolido en un restaurante en los últimos años junto con el Tavares.
ResponderEliminarY que conste que mi anterior visita hace casi 10 años me había gustado.
Sr.contrario a todo...........
ResponderEliminarNo, contrario a los jetas que me quieren engañar a la hora de cobrarme.
ResponderEliminarBuenas.
ResponderEliminarGracias, don Jorge. No recordaba haber mencionado al Occi por estos lares, restaurante que hemos descubierto este año.
Nosotros, al contrario que Toni, hemos disfrutado como enanos de cada minuto pasado en El Celler de Can roca, tanto en su antiguo emplazamiento, como en su nuevo local. Comida magnífica, vinos espectaculares y muy bien tratados, y servicio impecable.
Otro que hemos disfrutado, aunque sólo hayamos estado una vez y hace ya demasiados años, es Les Cols, en Olot. De aquellas no disfrutaba de los reconocimientos actuales, pero sí mostraba una cocina seria, honesta, con productos y técnicas apegadas a su tierra y un local cuando menos impactante.
De todos modos, la página que consulto siempre, una base de datos imprescindible para Cataluña , sobre todo Barcelona, pero también Gerona y Tarragona (imprescindible por ejemplo el AQ) es la página de Encantadísimo, al que aprovecho para saludar si coincide que lee esta página.
Por cierto, visita imprescindible para mi cada año es Collioure, un poquito más al norte de Cap de Creus, y este año también hemos estado en los pueblos franceses de interior (Eus, Evol, etc, y merecen mucho la pena)
En Gerona visita obligada siempre a Pals, Peratallada, Monells, Besalú, Castelfollit de la Roca, etc, todos ellos bastante alejados del turismo de sol y playa (lo que no quiere decir solitarios en ningún caso)
Saludos.
Avelino.
Y por si alguien va a ir además de los pueblos que dijo Avelino también le recomiendo Santa Pau al lado de Olot, precioso pueblo medieval. Y no muy lejos de Castellfollit de la Roca, Camprodon y sobre todo Beget uno de los pueblos que más me ha gustado de España.
ResponderEliminarY ya en Francia pero cerca de la frontera está Ceret, ciudad de los pintores y poco más allá Castelnou, Eus, Mosset y Villefranche de Conflent, todos entre los pueblos de la asociación de los pueblos más bonitos de Francia.
Cambiando de tema, estupendo La Lune 2009 de Mark Angeli, blanco del Loira de chenin blanc bastante conocido por aquí y que destaca por su mineralidad aunque me da la impresión de que lo he abierto demasiado pronto.
ResponderEliminarY volviendo al Celler de Can Roca, en mi caso asoman por la cabeza luces y sombras.
ResponderEliminarToni, tienes que admitir que tremenda carta de vinos a precios NO TAN disparados como la mayoría de los triestrellados; es algo difícil de topar.
También es cierto que una de las cosas que recuerdo, es una sala con un diseño frio e impersonal y la carencia de un espacio para disfrutar de unos digestivos, siendo un local de reciente construcción. Hasta la capacidad de los baños me llamó la atención (por escasa).
Se que no tiene demasiada importancia; pero me extraña que nadie haya escrito nada al respecto...
Por otra parte mi mayor goce disfrutando de Girona; fue el paseo nocturno que me di por el barrio judío.
La verdad que me hubiese gustado disponer de uno o dos días más, para comocer la ciudad.
¡OJo! y gambas de Palamós, los mejores calamares que comeré en mi vida y una royal de oca de quitarse el sombrero.
ResponderEliminarBello pueblo Villefranche de Conflent, Toni, tienes razón.
ResponderEliminarAvelino
Daniland,tienen zona de digestivos.
ResponderEliminarAlguno, alguno de los pueblos que citáis "cayeron" en este viaje, tanto a un lado como al otro de los Pirineos. Y algo contaré en los post siguientes.
ResponderEliminarToni, coincido en lo del La Lune. Me gustaron ya varias añadas anteriores en su momento y vuelve a gustarme ese 2009, tan delicado. Quizá gane con algo más de tiempo pero predomina esa fragilidad. Alguna botella con años, todavía estupenda al abrirla, empezaba a flaquear sólo en el transcurso de una comida.
ResponderEliminarY otro blanco 2009 pero de aquí al lado. Si al principio no me dieron mucho más las elaboraciones de Leirana cada día me ganan un poco. Sólo el hecho de no recibir esa nariz clónica de tantos y tantos Rías Baixas "fabricados" con las mismas levaduras, insensibles a la añada, ya es un soplo de aire fresco. Encima, este 2009 barrica está muy bueno por más razones. Sibaritastur sabe algo al respecto ;-)
ResponderEliminarYo la semana pasada me tomé un La Lune 2006 y estaba fantástico.
ResponderEliminarPor cierto , que me regalaron una cesta de quesos de Poncelet y en ella venían unas galletas de avena que es verdad que los acompañaban muy bien
Anónimo; nadie me ofreció la posibilidad de visitarla.
ResponderEliminarEn fin, en el jardín no se estaba del todo mal. Haciendo botellón con vinos de Contador en un tres estrellas. Supongo que soy un "elegido"*
Si la casa no pone de su parte, la experiencia merma. Normalmente tengo suerte y doy con sitios en los que me tratan mejor. Será eso; que estoy mal acostumbrado...
*de donde yo vengo nos llaman "zurraos"
Corresponsal de servicio. Me encuentro en Ciudad Real capital. Hoy antes de visitar las Tablas de Daimiel nos tomamos unas tapas en el propio Daimiel y vaya palo. Una ración de gachas y una de asadillo por 7€ cada una, pero que se comían en 3 cucharadas y además joer, las gachas no son más que harina cocida con agua y sal, ajo, pimentón y en este caso 2 minichorizos.
ResponderEliminarA ver como se presenta la noche. Iremos al Miami Park, vaya nombrecito, que dicen que es el number one de aquí.
De vuelta del Miami Park, en general manifiestamente mejorable. En unos días espero contarlo.
ResponderEliminarEstá claro que la tendencia actual es la de los gastrobares. Así como el viernes éramos dos mesas en el Miami Park el sábado en el Miami Gastro estaba de bote en bote. Pinchos y raciones sencillos, vistosos y por poco dinero, esto relativo, unos cuantos vinos por copas, decoración modernilla y situación céntrica. Claves del éxito actualmente.
ResponderEliminarMe gusta, me gusta el post. Lo que tengo toatalmente olvidado es esa zona, habra que apuntarse una visita en cuanto la enconomia lo permita. Por cierto, y gastronomicamente hablando, que tienes en contra del wasabi y del Raventos i Blanc?...ayyy que no podemos coincidir en todo!!! jeje ;-)
ResponderEliminarMira que despotricaron muchos hosteleros el año pasado contra la ley antihumo y resulta que ahora la mayoría han cambiado de opinión.
ResponderEliminar¿Que tal la selección de vinos por copas en en el gastrobar,Toni.Sara
ResponderEliminarSi no fuera tan cerradin diría que Girona es el sitio que mas me gusta de los que conozco pero como si lo soy diré que después de Asturias es la tierra que mas me gusta.
ResponderEliminarPor cierto Toni, suena mejor Girona que Gerona no ;-)????
(Ley 2/92 de 28 de febrero)
Mis vacaciones de este año fueron allí y viví un par de años por esas tierras, me quede enamorado, y la gente maravillosa.
Jorge, espero ansioso mas post, caña al mono;!!!!!!!!!!!
Lolo, también suena mejor Burdeos que Bordeaux y aquí decimos Burdeos aunque el nombre oficial sea Bordeaux.
ResponderEliminarSin querer polemizar, el nombre oficial de, por ejemplo, Teruel es evidentemente Teruel, pero en la televisión catalana siempre dicen Terol. Entonces aunque el nombre oficial sea Girona los no catalanoparlantes podremos decir Gerona.
Sara, la selección de vinos por copas del Miami Gastro está bastante bien y sobre todo amplia. En breve colgaré un post sobre ambos Miami.
ResponderEliminarLo de los "gastrobares" es una de esas modas que tan poco me gustan. Tal parece que acabásemos de descubrir el agua caliente para hablar de algo de hace muchísimos años: la comida informal. Pinchos, bocadillos (¿alguien se atreve a citar algún sitio digno para algo tan básico?), tapas o hasta el plato combinado de alguna cafetería situada estratégicamente llevan solucionando la comida con prisa a mucha gente por trabajo, viajes, imprevistos... Ahora lo maquillamos mucho, lo cobramos más, lo hacemos peor muchas veces pero no importa: es "cool".
ResponderEliminarMe faltó un "mucho tiempo" tras el "llevan solucionando". Me lo he comido (informalmente y con prisa).
ResponderEliminarFartones, lo del cava rosado es en general contra los de ese color, que casi ninguno me gusta. Este es de los pocos que sí; por eso era una excepción a mi preferencia habitual.
ResponderEliminarEn cuanto al wasabi es uno de esos "quemadores" del paladar que te lo arrasan y después del cual ya da lo mismo lo que comas o bebas porque no vas a distinguirlo. Estoy en contra de ese tipo de ingredientes.
Lolo, tendrás otras dos dosis para calmar tus ansias, y al menos una de ellas creo que será de tu agrado. Paciencia. (Antes nos contará Toni sus experiencias recientes en Ciudad Real).
ResponderEliminarAh! crei que era respecto a Raventos i blanc. Reconozco que no probe su rosado, pero su brut reserva blanco esta muy bien :-)
ResponderEliminarEl wasabi es mejor disolverlo con la salsa de soja en proporciones moderadas, ye que asi, a palo seco, es un poco bestia. En cualquier caso es un picor distinto al chile, guindilla, tabasco que estamos acostumbrados, ye mas como una mostaza francesa a lo bestia, mas que adormecerte te hace como un "vips vaporu" de esos durante un buen rato, pero a mi particularmente se me pasa enseguida y puedes seguir con la comida...mejor mezclado, eso si, que no te pasa nada y le da un toque :-)
Pues si no tienes ningún prejuicio especial contra ellos prueba su rosado De nit. En realidad, como dice la misma bodega, tiene alma de blanco, aunque arma algo más cuerpo, más "vinosidad". Interesante.
ResponderEliminarEn cambio en lo del wasabi no vas a convencerme. Ya sabes que en ese terreno enseguida me enroco: cuando me hablan de cocina oriental yo pienso en Arriondas, que es oriente de Asturias :-))
Muy bueno ;-)
ResponderEliminarMuy bueno ;-)
ResponderEliminarBuen aporte!!
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