jueves, enero 19, 2012
Banyoles: aguas tranquilas, comida tranquila. Ca l’Arpa. Por Jorge Díez
Seguimos con el relato del pasado verano por tierras de Girona. Tras la mala experiencia de sobrepoblación, tráfico insufrible y demás aspectos desagradables, quedaba descartado el litoral para buscar mesa a mi gusto; tal vez en otra época del año. Sí me permití de todas maneras una buena excursión y alguna compra interesante. Sant Pere de Rodes, el monasterio y las vistas del camino, El Port de la Selva, la ruta hacia Llançà… Una costa como yo la entiendo, parecida a la mía, con una mar viva aunque menos inquieta, con un paisaje curtido. Y también una frontera, la memoria de Machado, de un exilio sin justicia; una Francia vecina a la que apenas pasé a saludar.
En cuanto a esas compras se centraron en las agrobotigues de Pau y Vilajuïga, del grupo Empordàlia. Este modelo de tienda ya me había llamado la atención hace unos años en Gratallops, en el Priorat. Me parece una iniciativa muy buena que quizá deberíamos intentar en Asturias. Parten de cooperativas locales y se dedican a comercializar sus distintos productos, y luego pueden reforzar su oferta con otros productores de la zona, pero casi siempre hablamos de proximidad y de modelos artesanales y pequeñas cantidades. Los precios son más justos para ambas partes y la calidad no desmerece en ningún aspecto, incluidos la presentación comercial y los puntos de venta. Por ejemplo, Ónix, mi vino de chateo habitual, está producido por una agrupación de cooperativas locales y lo vendían en esa agrobotiga de Gratallops a la que me refería antes. Así que de Pau y Vilajuïga salí cargado con vino, aceite, miel, mermelada…
Pero las condiciones me impulsaban a buscar refugio en el interior, a encontrar mi locus amoenus particular en aquellas tierras. Todas las informaciones previas que llevaba, conjugadas con mis planes personales y mis exigencias, me hacían apuntar a Olot y sus alrededores como objetivo. Y sin embargo al final no llegaría a parar en Olot, sólo a cruzarlo varias veces. En ocasiones para eso hacemos planes: para no cumplirlos.
En el primero de esos recorridos hacia adentro me dediqué a disfrutar del paisaje suave de la ruta entre Banyoles y Olot, que sería aperitivo para otros posteriores. El asturiano que lo haga seguro que cae en la tentación de parar en Mieres, no podrá resistirse a la coincidencia. Poco que ver con la localidad del Caudal, desde luego. Más interesante puede ser parar en Santa Pau, con un bonito casco antiguo. Y por fin Banyoles, una población que me transmitió calma sobre todo. Con un tamaño considerable y el atractivo del lago temía otra villa con población multiplicada y explotación turística exagerada. En cambio encontré unas calles limpias, tranquilas, unos vecinos a lo suyo, algún edificio singular, serenidad.
Esa misma imagen es la que da la fachada del restaurante (y hotel) Ca l’Arpa. La trayectoria de Pere Arpa y Montse Lao ya era notable antes de ocupar este edificio actual y las referencias eran buenas, merecía la pena conocerlo, así que allí me planté dispuesto a disfrutar. La sala del restaurante es diáfana: mucho cristal, tonos suaves en la decoración, la mantelería… El servicio fue también así, pendiente en todo momento pero sin apurarte nunca. En este caso, y supongo que por desgracia para ellos, no fue difícil, pues durante un tiempo fui el único comensal y luego sólo compartía atenciones con otra mesa; pero se nota bien cuándo hay profesionalidad, cuándo ese ritmo es un método de trabajo, no el azar de un día.
Una primera visita casi siempre me lleva a escoger un menú degustación si lo hay. Y este empezó con una gelatina de Bloody Mary con anchoa, un ravioli de manzana y una terrina de cabeza de jabalí con pimienta como aperitivos. Me pareció un conjunto muy acertado, mezcla de (casi un) cóctel, producto fresco y ácido y bocado más graso y consistente.
Arrancaba el menú propiamente dicho con sardinas marinadas y puré de garbanzos, acompañados de confitura de frutas rojas y de pasta de oliva negra. Os recuerdo que era verano, así que era un plato de temporada con una peculiar y afortunada combinación, de paso fácil pero recio de sabor y saciante. Después, terrina de foie caramelizado, con dos confituras de frutas. Un tratamiento solvente para un producto que goza de prestigio, aunque no sea mi favorito. Pero los amantes del foie disfrutarían con este plato. Y cerró el conjunto de los que podemos denominar entrantes un mar y montaña, qué menos en estas tierras. En concreto, codornices y berberechos con nido de pasta. Aquí ya estamos ante verdadera orfebrería culinaria, valga la metáfora. Desde la combinación hasta la presentación era un gran plato, una demostración clara de buen oficio.
Aprovecho y hago un alto para hablar del vino. De su carta, parca pero escogida con sensatez, elegí el Ctònia 2008, un blanco muy peculiar, estructurado, que llena la boca, capaz de enfrentarse a muchos platos sin desfallecer. Garnacha blanca con algo de crianza sobre lías. Su nariz es muy peculiar. Podéis pensar que estaba sugestionado pero anoté mentalmente “nariz de brandy”. Graso, equilibrado, redondo en boca. Muy satisfactorio.
El menú seguía con una dorada con verduras que no necesita mucha más explicación. Buena ración y buen punto, tanto en el ingrediente principal como en su guarnición. Y terminó el pase salado con el cochinillo con naranja. Tampoco este necesita más comentarios y se le puede aplicar el del anterior. Me pareció que la intención era ofrecer en bocados menores las combinaciones más audaces y las presentaciones innovadoras, y reservar recetas más conocidas para el final en cantidad algo mayor. Un equilibrio para tratar de contentar a los comensales más vanguardistas y a los más clásicos. Lo considero una buena opción.
Después vendrían dos postres. Un timbal de frutos rojos, con un punto de acidez y frescura muy apropiado para cortar la secuencia salada y grasa, y una Sacher que se presentaba despiezada, con sus distintos componentes y texturas desplegados en el plato. Otra vez muy sensata la idea de poner un primer postre fresco, para cambiar el paladar, y otro más fuerte detrás. Los postres se alineaban entre las recetas más clásicas aunque con algún guiño actual, como ese “despiece” de la Sacher.
Lo mismo se podía decir de los petit fours: bombón de chocolate blanco con pistacho y frutos rojos, galleta de chocolate con leche y frutos secos y trufa de chocolate negro. Una escala de cacao que para un adicto como yo es casi una escalera al cielo. Sólo un lunar encontré en esa comida: el café. Y seguro que fue un típico caso de expectativas no satisfechas. Con tanta sensación de calma, con tal serenidad esperaba un cierre para la sobremesa igual de plácido y ahí faltó un puntito. Pero cómo iba a criticar por tan poca cosa esa experiencia tan grata.
Rematé esa jornada -después de pasear y de ingerir más cafeína- acercándome a Besalú, otra localidad con bastante interés. Callejeando por allí encontré unas enigmáticas sillas colgantes que no sirven para descansar pero que permiten a la fantasía sentarse a pensar en nuevas propuestas para el viaje. Aunque para ese día, y para esta narración, me puse ahí el límite, ya que lo mejor todavía estaba por llegar al avanzar por esa ruta. Lo contaré en la siguiente entrega.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Estupenda crónica, Jorge. Tanto gastronómica como turística.
ResponderEliminarJeeeefe, ¡la etiqueta! que nos debemos a nuestros lectores. Ya la pongo yo. ;-)
ResponderEliminarGracias, Toni. Me tentaba incluso extenderme más pero ya son bastante densas mis entradas como para eso. Espero que al menos incite a la gente a indagar más o a preguntar por aquello que le resulte interesante.
ResponderEliminarHoy en El Viajero sale un interesante reportaje sobre gastromía, concretamente la cocina del futuro.
ResponderEliminarJorge, recuerds lo que te costó esta comida?
ResponderEliminarMuy buena pregunta, Jorge, te dirá, como siempre, que no acostumbra a poner el precio de la comida, pero hay que seguir insistiendo. Muy bueno lo de quitar una vocal, el artículo lo pide, talmente parece que parles catalá. ALFONSO
ResponderEliminarExcelente narración.
ResponderEliminarMe has transmitido esas ansias de viajar que por motivos varios se me habían difuminado. También me has hecho salivar ¡y eso que no hay fotos!.
En cuanto al vino, no lo conozco; pero has despertado mi curiosidad.
Lo que no he acabado de entender, ha sido lo del momento café. ¿Ha sido malo por el propio café, o por las prisas del personal???
La verdad que yo suelo disfrutar de esos momentos, tanto como de los que los preceden.
¡Vivan los adictos al chocolate!
Genial Girona, genial su interior y genial su costa, fuera del verano...
ResponderEliminarPinta bien esa comida Jorge, apunto para sucesivas visitas que seguro llegaran
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAquí van los apuntes contables. El menú costaba en aquella fecha 65 euros más IVA. Con pan, agua, el vino (26 más IVA) y el café, y ya con su impuesto sumado, 108'54.
ResponderEliminarDaninland, me alegra haber llegado a producir ese efecto. No digo ansias, pero estar abierto a viajar me parece algo muy bueno.
ResponderEliminarEn cuanto al vino sorprende de veras. Merece la pena probarlo.
Y explico mejor lo del café. Fue el café en sí el que no me gustó, y como toda la comida había sido muy placentera esperaba también un café que lo fuese. El servicio, tan impecable ahí como durante todo el tiempo. En aquella sala hubiera podido quedarme un buen rato en calma, sin ninguna prisa... de no haberla tenido yo por ver más cosas ;-)
Lolo, es un sitio interesante. Lo único que puede hacer que no lo visites es que hay bastantes en la zona llamativos. Yo desde luego he dejado varios pendientes pero tiempo y dinero obligaban a escoger. Además insisto, igual que lo haces tú, en que es una fecha pésima. En otra temporada la oferta aún sería mayor.
ResponderEliminarDespués de algo más de un año sin ir, estuve el sábado cenando en Casa Conrado y quedamos realmente sorprendidos del descenso de precios, en algunos casos hasta del 20% en los platos principales. La cosa debe de estar realmente chunga.
ResponderEliminarVamos con nuestra revista de blogs/webs. Primero, dos de elmundovino. El cambio climático también tiene repercusión inquietante en el vino, aunque tengo de sobra con otros motivos para preocuparme por el mismo. Y luego está lo del SO2 y la desinfección de las barricas. O yo me pierdo algo o alguien está perdiendo la cabeza. Cualquiera que pueda añadir algún dato será bienvenido.
ResponderEliminarY una vez más el Gourmet de Provincias ha publicado algo digno de lectura y reflexión. Norte y sur, tan lejos...
Me ha quedado muy mal la expresión anterior. Del post de Jorge Guitián (G. de provincias) debo decir que es magistral, cargado de razón, que merece nuestra lectura atenta y pensar sobre el asunto. Dicho como quedó podía parecer otra cosa y nada más lejos de mi intención ni de mi aprecio por los escritos de mi tocayo.
ResponderEliminarProcede un repaso de algunos vinos recientes.
ResponderEliminarUn par de Rías Baixas asequibles enfrentados, el Turonia y el Arbastrum. A ambos les reconozco ser menos artificiosos que la media, lo que unido a su precio ya es un aspecto bueno. Me gustó más el Turonia pero ninguno de ellos me entusiasmó. Al fin y al cabo, Rías Baixas ha salido de mi lista de favoritos hace algún tiempo. Más o menos mis compañeros de cata coincidían con mi opinión, aunque yo fui el más indulgente con el Arbastrum.
A estos mismos sufridos amigos les provoqué la sorpresa con el Cava "rosado" de Gran Caus. Bastante vino ahí debajo, por muchas burbujas que lo quisieran tapar. Para bien y para mal, claro, porque muy fresco no resulta, y es lo que muchas veces se busca en el cava. Del color también se puede hablar. Últimamente he bebido tintos con menos capa y de color más claro.
De ahí pasamos a la bacanal del sábado (Joselito+champán en Latas y botellas) que acabó como era previsible: cargados de grasa infiltrada y de carbónico fino, y con los últimos "resistentes" haciéndonos de rogar para irnos. Cuando agotamos el crédito de A. Clouet que incluía la degustación todavía añadimos de nuestra cosecha dos botellas de su "hermano" millésime 2002 y una de Francis Boulard Les Murgieres.
Y para no perder el ritmo enlazamos con una cata doméstica en la que no tuvimos suerte. El Dorado 2001 nos convenció menos que en pruebas anteriores (¿esa botella?). El Sílex 2005, del que esperábamos mucho, nos ofreció una nariz "petroleada" y un cofre tan cerrado que no se sabe si guarda un tesoro pero ahora mismo no era posible abrirlo. El riesling que cerraba la sesión fue el más cumplidor, pero sobre él no había la misma presión, la misma expectativa.
JOrge, ¿qué tal el Boulard?. Lamento las decepciones . No por otra cosa sino porque también guardo un Silex 2005 y un Eldorado 2001. Este caerá en breve. El Sílex tenía pensado aguantarlo al menos 3 años más. Otra botella que tomé de Silex 2005 hará ya tres años me pareció rica pero excesiva, más comercial de lo esperado, demasiado perfumada, y para nada petroleada. Dichosas botellas artesanas.
ResponderEliminarEse Boulard es más agradable ahora mismo que su "hermano mayor", el Grand Cru. Tiene el carbónico más integrado, no tan revoltoso como el otro. Es algo diferente, con bastante frescura, con paso fácil por la burbuja y la acidez, pero con un aire elegante muy sutil. Va "bien vestido" pero no se nota, parece informal.
ResponderEliminarEn cuanto al Sílex, como precaución, yo esperaría esos años. No te garantiza resultados pero puede mejorar.
Ayer hice un experimento que se puede calificar de morboso. Los habituales ya sabéis lo que varias veces hablamos sobre Rey Silo y quesos -otros- Afuega'l pitu. Pues ayer, después de estar acostumbrado al Rey Silo, compré un afuega'l pitu (omitiré la marca) de los más comunes para ver la diferencia. Amigos, es un viaje sin retorno. La diferencia de calidad justifica las demás (p.ej. el precio).
ResponderEliminarY que os parece eso de que rey silo vuelva a la do????
ResponderEliminarCuenta, Lolo; no tenía noticias. ¿Vuelven?
ResponderEliminarNo estoy muy puesto ya que me estoy desintoxicando de esas cosas jeje, pero creo que esa es la idea. En morcón este finde pasado por allí anduvieron
ResponderEliminarMorcin quería decir
ResponderEliminarEstos cacharros escriben solos y mira lo que pasa jeje
Ya, ya... ¿En qué estarías tú pensando? Morcón precisamente :-))
ResponderEliminarBueno, a ver si me entero de algo más. Me intriga lo de la vuelta, dadas las razones en su momento para irse. Cada vez suele quedar más claro que lo importante es elaborar un buen producto y no el marco administrativo que lo enfatiza (léase D.O. o semejante). Espero que eso se mantenga como siempre.
ResponderEliminarLa alianza franco-alemana está cambiando mi vida. Ayer ninguno de los socios franceses pasó mi examen. Ni el Pascal Cotat La Grand Côte 2003 (demasiado evolucionado), ni el Buisson Renard 2005 (una nota de pomelo -que odio- acabó con nuestra posible relación), ni el Baumard Trie Spéciale 2003 (demasiado caramelo). En cambio se adueñaron de la tarde el Fritz Haag Auslese 2004 Brauneberger Juffer-Sonnenuhr y sobre todo el Joh. Jos. Prüm 1999 Wehlener Sonnenuhr Auslese.
ResponderEliminarQuién me lo iba a decir, a mí, afrancesado y últimamente saturado de riesling.
En el apartado de chismes os diré que, pese a envidias y zancadillas, Ca Suso sigue contentando a sus fieles y funciona con una regularidad digna de imitar. Tengo que tentar a los acompañantes adecuados -fácil- para ir pronto.
ResponderEliminarY termino con una noticia. Hoy empiezan en La Tabernilla las jornadas de Australia, como cada año por estas fechas. Hasta el fin de semana habrá unos cuantos platos especiales, alguna cerveza de allí y la ambientación correspondiente. Pero lo que resaltaría es que la selección de vinos para este año incluye alguno de los Penfolds más asequibles, como el Koonunga Hill Shiraz Cabernet o los Bin 28 y Bin 407. Una opción interesante para probarlos, así que a ver si me dejáis alguno, dipsómanos, que estaré fuera desde el viernes y me perderé la mayor parte.
ResponderEliminarJorge, me doy por tentado. Di fecha y hora ;-)
ResponderEliminarA mi sí que me gustó ese Buisson Renard.
ResponderEliminarPues sí Toni, me parece que los chicos de Verema han sacado la calculadora y montado el kiosko, money is money.Sara
ResponderEliminarHoy en el Viajero viene un reporaje sobre vinos contra la crisis.
ResponderEliminarComo ya dije otras veces, de vez en cuando hay que volver a los clásicos como el excelente el Prado Enea Gran Reserva 2004.
ResponderEliminarExcelente cosecha, recien sacada a la luz por la bodega, estas navidades en la tienda de moutas me hici con una caja de madera de tres botellas con un decantador de regalo, de las pocas bodegas clasicas de Rioja que siguen fieles a su linea.M.Osório.
ResponderEliminar