miércoles, junio 22, 2011

yuu laik tomaito, ay laik tomatou


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“¡tó perdío!, no pagan ni pa recogehhlo”, …..otra vez mi padre la cagó con los invernaderos, y eso que tenía más tomates que pepinos, ….y que eso fue después de la crisis del ladrillo, pero antes del 15M y de la crisis del pepino ehhpañó. Que no den ni pa recogerlo supone que pagan por debajo de 15 cts/kg, que es , miseria arriba o abajo, lo que cuesta pagar a unos braceros para que los vayan metiendo en cuneras de plástico (los más grandes arriba, los más esmirriados escondidos) y cargar una furgoneta destartalada , a la fuerza pequeña (para que no descarrile por unos carriles que solo llevan piedras sueltas, tierra suelta y malas hierbas) para llevarlos a la corrida de frutos donde por una módica cantidad te subastan los frutos a unos mayoristas que , por una módica cantidad, clasifican y envían a mayoristas locales o centrales de compras de cadenas, que luego , por un módico precio, lo distribuyen en las tiendas pequeñas o en los supermecados, que por un precio , la mayoría de las veces nada módico, nos lo venden a nosotros. Y no trato de demonizar a nadie, porque he tenido la mala suerte de haber estado en todas las fases de esa distribución. Quizás pensaréis, no sin parte de razón, que en mi familia a lo que tienen afición es a arruinar negocios, pero para mitigar en parte dicha impresión os diré que la crisis del pequeño comercio, que empezó ya hace veinte años, se ha llevado por delante cerca del noventa por ciento de ese comercio pequeño de alimentación, lo que ha arrastrado a su vez al noventa por cierto de los mayoristas que los distribuían. En los estertores finales de esa derrota, pensamos que quizás podríamos abrir nuestras fruterías , aunque en su momento, en mejores momentos, las habíamos vendido. Y es que una frutería tiene muchos gastos, que , repercutidos en kg de venta, suman un pico. Pasa además que un día traes una caja de manzanas y la has vendido en una mañana, y la siguiente pides cinco y acabas regalándolas para abono urbano. Por probar probamos también la televenta directa en relucientes bandejas de plorispán a precio (casi) de mayorista. Fue aún peor. Creo que , veinte años después, todavía quedan un par de palets. En definitiva, que entiendo que el que me vende la fruta no se está haciendo millonario, y que lleva acabo un trabajo duro y difícil. Pero lo que no termino de entender es que el precio de venta sea exactamente el mismo independientemente de me paguen 15 cts o 45 cts. Joer, macho , si me pagas poco, baja un poco el precio, que así a lo mejor a la gente le da más por el gazpachito, le coje afición, aumenta la demanda, aumenta el precio, y no tengo que quemar la cosecha, que después de verlos crecer desde que eran una semillita, regarlos día a día, trabajar de sol a sol con la calefacción encendida, combatir las plagas bíblicas (en especial la termida”cuchara”), y verlos después de tres meses rollizos y apetecibles, pues como que jode un poco .

En fin todo esto era para contaros que mi padre salva de la quema por lo general tres o cuatro cajas, y que algunos de esos tomates recorren mil y pico kms para acabar en mi mesa. Y aunque el terroir sea el de arena consumida, la semilla de variedades comerciales de multinacionales de las semillas, lleven abonos y pesticidas como el que más,….esos tomates están cojonudos. Mucho mejor que los que suelo encontrar en las tiendas. Alguna vez pensé que era por lo mismo de que nuestros propios pedos nunca nos huelen mal (porque los míos nunca huelen mal, lo que me recuerda el chiste ese de aquel que va al médico y le dice aquello: doctor doctor, tengo un problema y es que me tiro unos pedos estruendosos y recurrentes, aunque inodoros, el doctor le anima a que se tire uno, ¿es grave, doctor?.....,muy grave, hay que operar inmediatamente....la nariz) , pero ahora estoy convencido de que el enemigo principal no es químico ni habita en lejanas montañas (aunque el tomate marroquí tiene algo de culpa): es el puñetero frío. Y es que ahora los transportes son refrigerados, los almacenes son refrigerados , y hasta las tiendas tienden a meter lo que no venden en el día en cámaras frigoríficas. Y ese meteysaca de frío y calor, aparte de un coste benergético brutal, tiene un efecto devastador sobre el interior, el alma del tomate. Y como somos una sociedad superficial que solo se fija en las cosas más superficiales, pues da igual. Esto es lo que dicen los distribuidores para justificarlo, aunque entre ellos comenten que, gracias a ello, han conseguido, si no eliminar , sí convertir en un tumorcillo benigno lo que era un tumor ennegrecido y maligno, grande como una sandía, y que amenazaba con metastatizar y hundir con él el cuerpo de la empresa: la merma. En fin, que me gustaría que hicieseis esa cata comparada de esos tomates de alguna forma míos , que considero capaces de enfrentarse de igual a igual frente al más integrista de los tomates ecológicos. Pero ya no va a ser posible. Así que toca comprarlos a las paisaninas del mercado de Siero (los martes), que los bajan recién cosechados en sus coches,….siempre y cuando no tengan aire acondicionado.


os dejo el enlace del tomaito tomaatou de ella fitzllegarld y louis armstrong

* la foto la encontré en el internete y fue escogida por manifestar con precisa coherencia y profundidad el delicado espíritu del post.


sábado, junio 04, 2011

¿Sueñan los gastroandroides con cochinillos eléctricos? (Fabes ardiendo más allá de Orión) Por Jorge Díez


Año 13 después de la Gran Catástrofe. Desde que se ha vuelto a fumar en los bares, el humo, sumado al polvo radiactivo del exterior, vuelve nebuloso el ambiente y enmascara los olores haciéndolos uno solo, acre, rancio, sucio. Los alimentos naturales son privilegio de una minoría. Flora y fauna reales apenas quedan en la tierra; vegetales sintéticos y animales electrónicos, replicantes, ocupan su lugar. Las cocinas regeneran comida virtual, sexta gama, pastas neutras a las que añaden aromas y sabores según se necesiten. A todos los humanos que aún sirven como emprendedores los incentivan para irse a las colonias mientras aquí se quedan los precarios, los seres que no han encontrado su nicho a tiempo.

- ¡Alto! ¿Tiene su autorización para beber sidra?

- No la necesito. Ahí tienes mi placa. Ya no conocéis a los veteranos.

- De la Brigada Especial de Retiro, un cazador. Parece que hay problemas otra vez, ¿no?

- No es para tanto…

- Bueno, en esta sidrería los autorizados son siempre los mismos, no creo que haya ningún gastroandroide. Por lo menos en mi turno de guardia no he visto nada raro, aunque eso lo sabrá mejor usted. ¿Necesita…?

- No. No vengo en misión oficial, gracias.

La sidra todavía se elabora con subproductos vegetales y se consigue desinfectar con sulfuroso. Es la única bebida natural que el pueblo puede permitirse, pero se establecen cupos y pases para su consumo.

“Gastrillos, una mierda. Directivos de MS Cyborg es lo que deberíamos cazar. Ellos sí que comen y beben natural gracias a fabricar esos replicantes de mierda.”

La edición digital de Xintar publica algo sobre las últimas novedades de vinos 3.0 con reproducción casi perfecta de los aromas primarios, que era el aspecto más flojo en las versiones anteriores. También viene un artículo de I.K. Cipol sobre la Gran Inducción, sobre la experiencia de la sensualidad compartida, el multigusto que te permite percibir los sabores de las otras partes del mundo en tanto haya más devotos conectados en red que compartan su sabor parcial con los del resto.

“¿Qué tendrá que ver esto con lo que eran los viajes reales? Entonces sí daba gusto probar cosas de otros sitios. Me voy, ya tengo bastante por hoy.”

- ¿Agente especial J. Shurde? El Comisario quiere verle, es urgente.

- Seguro que puede esperar a mañana. Si no hemos acabado con el mundo de esta todavía aguantará un día más, creo.

- Lo siento. Mis instrucciones son acompañarle a la Central ahora.

- Ah, el deber… Vamos a ver qué es eso tan grave.

El Departamento de Seguridad ocupa el edificio que fue Escuela de Hostelería, después de que las cerrasen por innecesarias para la nueva manera de elaborar alimentos. Habrán sido las secuelas de la Gran Catástrofe, pero es un lugar siniestro, lúgubre; nada sugiere allí buen gusto.

- Shurde, pasa, pasa. Siéntate.

- Bueno, ya me han informado de que un deber inexcusable me reclama, parece ser.

- Pronto verás que no es ninguna broma. Mira si mi ayudante se ha ido y cierra la puerta, que no nos interrumpan. Tengo algo que te gustará (... ) Sí, es auténtico, es un Borgoña.

- De lo mejor de Chassagne-Montrachet, hasta que la región fue destruida, claro. Casi me cuesta recordar la Chardonnay. Privilegios del cargo, ¿verdad?

- Vamos, disfrútalo y relájate. No te he llamado para hablar de vinos.

- Bien, ¿entonces?

- Tenemos informes sobre algo realmente grave. MS Cyborg ya ha lanzado sus últimos productos, por supuesto, sin reconocimiento público. Échale un vistazo al dossier mientras reviso los blogs de los pocos resistentes que quedan interesados en esto.

La información parecía segura. Si era así, la séptima gama era una realidad. Los trabajos de MS Cyborg en el campo de las nanopartículas y en los dispositivos portátiles de comunicación habían llegado al sueño de la hostelería industrial. Cualquier comida neutra permitía incorporar esta tecnología y leería las reacciones del consumidor, corrigiendo de inmediato los estímulos no deseados y transformándolos en lo que espera quien está comiendo o bebiendo. Podían llevar varios perfiles de aroma y sabor alternativos ya incorporados o ser manejados a voluntad por una tercera persona. Además, la última generación de gastroandroides posiblemente ya tenía a sus primeros especímenes liberados entre la población. Después de la Gran Catástrofe desarrollaron esos mutantes para mitigar el descontento de la gente. Tenían la capacidad de valorar comidas y bebidas y elaborar un discurso en torno a ellas para manipular la opinión general, para sustituir la falta de memoria y de referencias gastronómicas reales por esta ficción, de manera que la gente creyese percibir lo que los replicantes dictaban y aceptase la supuesta calidad de lo que en el fondo no eran más que desperdicios y productos artificiales.

- Como puedes ver, es muy grave. Con eso de nada sirve ya la escasa capacidad que nos quede de distinguir un sabor o un aroma. Cuando notes un plato soso, el sistema detectará tu reacción y de inmediato te mandará un estímulo salado para compensarlo. Se acabó; no podrás valorar de verdad nada cocinado o embotellado, no podrás criticar ningún mal plato o ninguna mala bebida. El cocinero o el bodeguero podrán manipular tus respuestas para darte una ficción acorde con lo que te gusta y podrán corregir sobre la marcha los aspectos que vayas a rechazar.

- ¿Sabemos si funciona?

- Bueno, al igual que con los replicantes, tenemos algunos test que pueden detectar esos sistemas pero no estamos seguros de que funcionen con esta séptima gama.

- ¿Y qué es lo que debo hacer yo?

- En principio quiero que hables con la dirección de MS Cyborg y que trates de buscar su colaboración amistosa, además de obtener toda la información posible sobre esto.

- Bien, mañana iré por allí y procuraré conseguir algo.

- Espera. Esa es la parte fácil de la misión; para eso me serviría cualquiera. Lo que de verdad me preocupa es la serie X, la nueva generación de gastroandroides. Estos nuevos replicantes parecen ser capaces de distinguir y evaluar productos naturales, incluso, y llevan un archivo de recuerdos virtuales mucho más completo, con casi todos los sabores y aromas que manejábamos antes de la Gran Catástrofe. Combinándolo con la nueva tecnología alimentaria podrían manipular a su antojo la respuesta de la gente ante cualquier producto, crearían tendencias a favor de lo que los clientes de MS Cyborg quieran vendernos. Y para eso cuento con tu paladar, para desenmascarar a esos mutantes y saber si nuestros sistemas de detección sirven ante esta nueva serie.

- Confía en mí. Tuve la oportunidad de curtirme bastante antes de aquello y no creo que esos gastrillos me engañen por sofisticados que los hagan ahora. Seguro que algo se les escapa.

- Shurde, hay algo más…

- Qué más.

- Los informes en este caso no son tan precisos pero uno de los gastroandroides podría haberse infiltrado en la cocina del Orión. Sé lo que significa para ti…

“El Orión, el último restaurante de alta cocina que sobrevivía, mi preferido para cualquier celebración. Todavía ahora, con las bonificaciones por cada gastroandroide que elimino, suelo ir allí a comer los escasos productos naturales que le llegan. Los menús los combinan con algo de sexta gama, claro, pero aún puedes comer a veces pollos reales, cochinillos, tomates, algún pescado…”

- Bien. En cuanto tenga resultados en MS Cyborg iré hasta el Orión y hablaré con el cocinero, con J. A. Oldfield en persona. Veré qué es lo que pasa.

- Confío en ti, Shurde. Llévate la copia de todo lo que tenemos sobre el caso y ponte en marcha enseguida.

La visita a MS Cyborg fue improductiva, como era de esperar. Negaron que sus nuevos productos pudieran afectar de tal manera a la opinión de la gente. Se mantuvieron en su discurso habitual, que lo que hacen es únicamente orientar, como la antigua crítica gastronómica. Que ayudan a sus clientes a proveer al consumidor de los productos que más le gustan. Que sólo buscan contribuir un poco a la felicidad en momentos difíciles y que respetan las reglas del mercado, que nunca manipularían de ese modo a las personas. Apenas nada que no estuviese en su web, nada que se saliese de su propaganda conocida. Sin embargo, la conversación con el nuevo responsable de comunicación de la sección de tecnologías de uso gastronómico, S. Solaris, fue más interesante. No tuvo reparo en hablar conmigo de muchos productos nobles, hoy casi inexistentes. Mientras me ofrecía café –auténtico, no un sucedáneo, y de buena calidad- charlamos sobre vinos de Burdeos o sobre viejos Riesling, sobre Comté bien maduro o sobre Gamonéu, sobre sidras de hielo canadienses… Desde luego yo no había ido a su empresa a sostener con el Sr. Solaris una tertulia. Tenía indicios para sospechar que Solaris era un gastrillo serie X. Era mi primera pista.

El trabajo de campo, patear la calle sucia, hostil, dio más frutos. En las siguientes dos semanas probé nuestros protocolos de detección más avanzados y vi que, con un manejo experto, eran eficaces para descubrir preparaciones de séptima gama.

- Me tranquilizan tus resultados, Shurde. Aún podemos detectar los fraudes como hasta ahora.

- Vamos, comisario, tengo la lengua quemada por tanta bazofia pero por lo menos no me engañan.

- Bien, sigue en la calle con lo que tenemos sobre los replicantes. Todo indica que han puesto cinco en circulación. A mí me queda lidiar con los políticos. Ahora también se ha implicado en esto la Sociedad de Gestión DAPOLCUL (Derechos de autor, propiedad, organización y logística culinaria). Quieren utilizar la tecnología de MS Cyborg para detectar de dónde saca cada cual la idea de sus recetas y así cobrar el canon correspondiente según quién sea el titular que la haya registrado primero.

Empezaron unos días agitados. En las redes sociales se produjo una gran polémica entre I.K. Cipol y M-Boa, antiguos críticos que ahora hacían proselitismo de la Gran Inducción, casi convertida en un culto, y un par de restauradores que agitaban en el canal Intergastronomía una tertulia ruidosa, plagada de descalificaciones y de especulación, que negaba todo valor a esa experiencia sensorial compartida y que defendía la comida regenerada y la sexta gama como lo más popular, lo que de verdad quería consumir la gente. Al margen de todo ese jaleo yo seguí con mi trabajo con buenos resultados. En La Tasquita y en LaVid pude neutralizar a dos de los replicantes infiltrados entre la clientela. Es verdad que conseguían confundir, que se manejaban bien entre vinos y que ganaban la confianza de los demás, pero acabé encontrando la forma de descubrirlos. Y por azar cacé al tercero. Pasé por Casa Txus a reservar mesa para celebrar mis capturas. (Casa Txus era otro resistente, otro local entrañable donde a veces las bonificaciones por estos servicios especiales me permitían comer algo real, con sabores naturales. Todos hacíamos la vista gorda ante aquellos huevos, que seguramente serían de una gallina criada en casa sin autorización ni número de registro.) Mientras anotaban mi reserva me fijé en aquel comercial que ofrecía sus productos sin apenas manejar catálogos ni formularios estandarizados…Otro más; sólo me faltan dos.

Los trenes de alta velocidad habían llegado a pequeñas localidades siempre que fueran destinos turísticos. Por fin se había terminado también la autopista oriental. Todo inútil ahora que la gente no salía de casa, ahora que los precios de los billetes o del combustible no estaban al alcance de casi nadie, ahora que las autoridades desaconsejaban permanecer en el exterior más de dos horas por la contaminación.

Con el pase oficial firmado por el Comisario llegué en el Alta Velocidad y fui directo al Orión, a hablar con Olfield.

- Me alegra verte por aquí. No has llamado como otras veces, aunque ya sabes que ahora siempre hay mesas libres…

- No vengo a comer, es una visita oficial.

- ¿Y eso? Sabes que pago las tasas convenidas y que tengo el papeleo en manos de un gestor. Supongo que todo está bien. No iréis a meteros ahora con lo poco bueno que nos queda. Si me preguntas por la Declaración Homologada de Trazabilidad…

- Lo mío no son esos asuntos, yo busco gente, o algo parecido, más bien. ¿Tienes personal nuevo en cocina?

- Sí. Ha empezado una chica, la Srta. Garse. Es muy buena, muy intuitiva con los platos que desarrollamos y muy dotada para los sabores que ahora escasean.

- Tengo que hablar con ella, en privado. Olfield, esto es serio: puede ser una gastroandroide.

- ¿En mi casa? ¡Esto no me puede estar pasando!

- Venga, tranquilízate. Llámala y confía en mí.

Esa primera entrevista con la Srta. Garse fue compleja. De entrada, su innegable atractivo te distraía. Tenía un no sé qué turbador en la mirada, en sus gestos. Sin duda conocía su oficio, un oficio en realidad casi en extinción, extraño para alguien tan joven. Era buena conversadora y sabía de qué hablaba, lo bastante para hacerme dudar. Todavía antes de irme me llamó la atención un detalle en el libro de reservas: S. Solaris había comido en el Orión el día anterior. Pregunté por ello a Oldfield y a la propia Garse y lo que me contaron sólo incrementó mis sospechas sobre Solaris. Tenía que ser el cuarto de esos gastrillos. Informaría de ello al Comisario.

- Según lo que has indagado, Solaris es otro de los que buscamos. Han sido ingeniosos infiltrándolo como empleado de la propia empresa pero también arriesgados. Sería peligroso cuando sea cazado que se sepa dónde estaba.

- Comisario, buscará la manera de que nos enfrentemos lejos, no en la ciudad ni en la sede de la empresa.

- ¿Y lo del Orión? ¿Qué opinas de Garse, es también replicante?

Dudé, dudé mucho antes de contestarle nada. No sabía bien qué decirle porque no sabía bien qué quería decirle y qué quería ocultar.

- No estoy seguro… Verás, ¿y si hubiese llegado un punto en que no pudiéramos diferenciarnos?

- Vamos, mi mejor agente de campo no puede estar diciéndome esto.

- No, me refiero a que sea de verdad imposible trazar esa línea de separación. Cuando detectamos a esos gastroandroides son nuestros informes los que justifican que lo eran y avalan su eliminación…

- Su retiro, Shurde.

- Sin rodeos, comisario, yo salgo a cazarlos, no a traerlos de muestra. Pero sigo con lo que estábamos hablando. Igual que ellos tienen memorias virtuales de sabores que ya no existen ¿no puede ser la nuestra también falsa? La información recibida pudo ser manipulada, consumimos productos de origen desconocido… ¿cómo saber que era verdad lo que nos decían? Incluso voy más lejos. Ese pescado natural que sabemos que nos sirven en ciertos sitios es real pero puede que el propio bicho ya venga manipulado, alterado de algún modo antes de capturarlo.

- Venga, Shurde, quizá necesites descansar…

- No, no es eso, comisario.

La información que llegó a la Central los días siguientes era especialmente preocupante para el Comisario y para el agente J. Shurde. En el Orión, de pronto la gente empezaba a rechazar los platos de producto natural, a encontrarles defectos. Sólo alababan los platos menores del menú, los regenerados y manipulados con tecnología nueva. Un rastreo específico captó una señal desde un punto cercano al restaurante que establecía comunicación con terminales dentro del mismo. Sin duda, alguien en la cocina añadía algo en los platos nobles y alguien desde fuera los manipulaba para provocar la reacción negativa.

Con el coche del Departamento me acerqué hasta allí. Junto al Orión, en El Observatorio, pedí una sidra y hablé con varios camareros. Me confirmaron lo que esperaba: habían visto a Solaris y a Garse juntos; incluso Solaris había preguntado por mí. Este era el final de la partida. La señal rastreada me llevó a una nave a las afueras, junto al río: la fábrica abandonada de Turrones Calvo. Allí sólo quedaba un portátil destrozado –difícil recuperar información- y habían visto marchar la moto de S. Solaris hacia el este. Le seguí hasta los acantilados, al lado mismo de los bufones. Cuando lo alcancé forcejeamos y me derribó. Tuvo en su mano despeñarme allí mismo pero no lo hizo.

- ¿Por qué haces esto?

- Para que lo recuerdes, para que la memoria pueda seguir después de que nosotros pasemos, cuando ya no estemos aquí.

- Uno de los dos estará, o tú o yo.

- Yo no podría. Yo he visto cosas que vosotros no creeríais. He visto cocciones infinitamente lentas en Girona…

Hizo una pausa, le costaba hablar pero en ese momento se encendió como presa de una vieja pasión, como si su infancia no fuera un recuerdo virtual implantado.

- Qué coño, yo vi servir platos de fabes ardiendo más allá del Orión

Y otra vez fatigado, abatido, continuó hablando.

- Todos esos momentos se perderán en el tiempo como una lágrima en el caldo. Es hora de morir.

(…)

El informe del agente Shurde recogía la muerte de S. Solaris sin demasiados detalles. Por otra parte, respecto a la gastroandroide identificada como Francisca Garse los datos aportados llevaban a calificarla oficialmente como desaparecida.

- Tuvo que ser una pelea dura pero pudiste con él al final.

- Bueno, sabes que los programan con una vida corta. Crean un par de tendencias y terminan su ciclo.

- ¿Y la Srta. Garse? ¿Estás seguro de que no se oculta en alguna parte?

- Comisario, como te digo, imagino que su trabajo terminó con esa colaboración con Solaris. Hemos de suponer que murió y el cuerpo lo habrá arrastrado el río, quizá.

(…)

- Hola, buenos días. Tengo una reserva para dos personas, a nombre de J. Shurde.

- Hombre, Shurde, me alegra verte por aquí.

- Buenos días, Oldfield. Vengo a disfrutar, que me he ganado un descanso después de todo eso de los replicantes.

- ¿Menú largo? ¿Tu acompañante también…?

- Sí, dos menús como tú sabes. ¿Tenemos salmón del río?

- Claro, en esta fecha siempre lo busco. Un sabor así se encuentra pocas veces.

- Tranquilo, todo nos sabrá bien, sin duda.

- Por cierto, como se parece ella a…

- Sí, ya ves, casualidad. Se llama Rachel. Y le gusta mucho este mundillo de la gastronomía, por cierto.