miércoles, marzo 26, 2014

¿Es esta la gastronomía que queremos vender en Asturias?


He utilizado un título del post tal vez algo injusto con la gastronomía asturiana. A pesar de que en Asturias disfrutamos de varios restaurantes excelentes que prestigian nuestra gastronomía, está claro no toda ella se mueve en semejante excelencia. Evidentemente no todos los establecimientos pueden ser de alto nivel, pero entre éste y el rancho, hay un término medio que afortunadamente también existe, pero está claro que también existen muchos sitios de nivel manifiestamente mejorable que por desgracia suelen ser los que frecuentan muchos turistas.

Muchos de estos sitios suelen ser sidrerías. Hacía un montón de años que solo entraba en sidrerías para tomar sidra nada más pero hace unos días coincidió que estábamos en Gijón avanzada la tarde y nos
apeteció picar algo sencillo para engañar al estómago. Entramos en una céntrica sidrería y pedimos un par de raciones. La primera fueron unas patatas bravas. 6€. Sí. Seis euros. La foto no hace justicia a lo lamentable del plato. No sé qué estaba peor, si las patatas, a pesar del sorprendente logro de estar a la vez saladísimas e insípidas o la tremebunda salsa que debería estar tipificada en el código penal.  Seis euros por esto me pareció la peor relación calidad/precio que había visto en años.



Pero este record fue pulverizado minutos después por el inenarrable chorizo criollo, 4,50€. Un, de uno, chorizo de calidad extra-cutre, pasadísimo, mal cortado y acompañado de unas patatas fritas blanduchas y grasientas que salen muchísimo mejor en la foto de lo que parecían en realidad. Los 4,50€ que más me ha dolido pagar en muchos años.


Pero mi tortura no acabó aquí. Para no pecar de tonterías localistas, unos días después fuí invitado a comer en otra sidrería, esta vez de la capital, en la que, menos mal, no caería allí un turista ni de milagro dada su situación en la periferia. El motivo era que según dijeron, ponían un cachopo (tan de moda ahora) fantástico...

El "fantástico cachopo", 18€, fue un revoltijo de carne de calidad baja tirando a muy baja, un jamón saladísimo, un queso de vete tú a saber dónde y un rebozado bastísimo que se desprendía con solo mirarlo. Las patatas eran aún más horribles que las de la otra sidrería y mira que eso era difícil.
Eso sí, tamaño XL que parece ser lo que gusta a muchos de los comensales habituales.


También probé los escalopines al Cabrales, 13€, a los que se les puede aplicar los comentarios del cachopo, añadiendo que la ¿salsa? de ¿Cabrales? probablemente estuviera hecha con un queso cuya leche no estuvo nunca a menos de 50 kilómetros del conceyu cabraliego.

Todavía me estoy preguntado como este garito dobló casi todas las mesas y en algunas incluso triplicó. Tremendo.

   
 Lo malo de muchas sidrerías-garitos es que suelen ser los sitios  más frecuentados por los turistas, ya que si para ellos son algo “típico” se le añade que en muchos casos están en pleno centro de nuestras ciudades y pueblos, por lo que la impresión que se pueden llevar de nuestra gastronomía (aunque no prueben algo totalmente autóctono) es lamentable y evidentemente eso no ayuda a que vuelvan y más en tiempos como los actuales en los que la gastronomía ocupa un nivel destacado entre los motivos de los turistas para elegir una zona u otra.
  
Ya imagino a algún lector diciendo que por un mal sitio no se puede juzgar a todos y tendría toda la razón, pero mi experiencia de años pasados y por lo que me cuenta bastante gente en la actualidad, este tipo locales de tres al cuarto están mucho más extendidos en nuestra geografía de lo que nos gustaría y parte de la culpa es nuestra ya que está claro que si resisten es que tienen clientela todo el año lo que hace reflexionar sobre el nivel de exigencia  que tenemos en nuestra tierra con respecto a la gastronomía.

Pero eso sería motivo de otro post.

lunes, marzo 17, 2014

Eirado da Leña (Pontevedra)




Si hay una ciudad poco conocida en España a nivel turístico esa es Pontevedra. Su casco antiguo es sin duda uno de los más bonitos y agradables de pasear que se pueden encontrar en nuestro país y en el tal vez, más emblemático y fotogénico rincón, la Plaza da Leña, se encuentra el restaurante Eirado da Leña. Al mando de los fogones está el cocinero Iñaki Bretal, miembro del grupo Nove. Su lema es: "Tres puntos clave: 1º Producto, 2º producto y 3º producto" y está claro que de eso tienen.

Teníamos reservada la cena de una de las dos noches de nuestra estancia en la ciudad, pero el lleno de otro de los sitios que teníamos pensado para cenar, Bagos, hizo que la primera noche acabáramos también en el Eirado da Leña. Por cierto, que es curioso y a la vez triste, que varios de los llamados “gastrobares” estuvieran hasta la bandera y en cambio el Eirado estuvo prácticamente vacío las dos noches que estuvimos.

Como hicimos dos cenas paso a relatar lo degustado como si hubiera sido solo una.


La carta no es demasiado extensa pero sí lo suficiente para tener unas cuantas alternativas. Nosotros en ninguna de las dos cenas pedimos entrantes ya que ya habíamos entonado el estómago con las tapas que ponen con los vinos que tomamos previamente. Aun
así nos pusieron algunos aperitivos de la casa consistentes en un ceviche de ameixón, un ceviche de navaja, que no probé y un escabeche de lamprea. Muy logrado el escabeche y perfecto para contrastar con el sabor potente de la lamprea.









De carnes probamos el lomo de vaca. 21€. Fantástico el sabor de la carne y perfecta de punto. A veces, qué difícil es conseguir hacer bien lo que parece más fácil.




 

Muy bien también las carrilleras de cerdo ibérico guisadas,18€, suaves, melosas, con excelente cocción y sabor. 







En cuanto a los pescados, excelente el mero con quinoa y remolacha, 24€, otra vez con el punto del pescado perfecto de intenso y persistente sabor.






También probamos un tataki de atún rojo con soja y wasabi, 23€, impecable.






Los postres los probamos todos. 
Muy bien el chocolate y helado de café, 6€.

No le fue a la zaga el de castañas, chocolate, amaretto e hinojo, 6€,





pero los que más nos gustaron fueron el gin tonic, 6€, una espece de deconstrucción de los componentes del gin tonic, muy rico y refrescante y un gran

coulant de avellana, manzana y vainilla, 6€, que fue tal vez el que más nos gustó de los 4, con un conjunto de sabores muy equilibrado entre la avellana, la manzana y la vainilla.





 Para acompañarlos tomamos tres copas de vinos dulces distintas. Tostado de Costeira, 8€, muy bueno pero no tanto como para repetir con ese precio, Casa del Inca, 2,5€ y Ochoa Moscatel, 3€, ambos con una relación calidad/precio mucho más ajustada sobre todo el Casa del Inca.

 
La carta de vinos muy bien escogida y con unos precios sensatos. Como no podía ser menos, bastantes referencias gallegas de las que escogimos dos de la misma bodega. Extraordinario el A Torna dos Pasás Escolma 2008, 32€, toda una sorpresa este vino de intensidad y elegancia a partes iguales. El blanco fue su “hermano” Viña de Martín Escolma 2009, 32€, muy bueno también aunque en este caso tal vez todavía joven.

El pan, 1€ c/u, de buena calidad.


El personal de servicio se redujo a la maitre/sumiller, un torrente de vitalidad y pasión por el vino con la que charlamos largo y tendido aunque seguramente ayudados por el poco trabajo que tuvo, algo triste y más con las inmejorables noches que tuvimos que invitan a salir.

Al final de la cena el propio cocinero nos puso unos petit fours de chocolate totalmente adictivos. Para comer varios kilos.

La sensación final fue muy positiva. Cocina sin estridencias, de sabor, con buena técnica, excelente producto y convincente en la que no te dejas la cartera ni siquiera con los vinos. Además con la ventaja de estar situado en pleno casco antiguo por lo que nos olvidamos del coche. El conjunto hace que lo recomiende vivamente para quien visite la preciosa ciudad pontevedresa.


Eirado da Leña

Plaza Leña, 3, 36002 Pontevedra
986 86 02 25  www.nove.biz/site/index.php?id_empresa=21&idioma=es