domingo, enero 31, 2010

Malos tiempos para la lírica

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Espero que me perdonéis esta salida de tiesto. Mientras uno come y bebe, uno va haciendo pequeñas anotaciones , algún juego de palabras, algún destello que quiero fijar. Se me acumulan y creo que el blog, que me gusta que tenga algo de diario personal, puede ser un buen lugar para irlas sacando, como ya hice alguna vez:

Los blogueros o aficionados escribidores de esto que nos gusta del comer y el beber, rebuscamos en el fondo de la chistera después de que salga el conejo, mientras intentamos no perder el entusiasmo por la magia.

La memoria gustativa es un agujero de queso gruyêre que solo a veces trae algo de queso.

Hablar del olor violáceo de un vino es como decir que unos ojos son marrones. Preferiría decir,aún a riesgo de ser pedante, que son bellos y oscuros como para perderse en ellos.

A un enamorado solo le entiende su hablar desmesurado otro enamorado. A los demás les parecerá una sarta de memeces. No sin algo de razón.

Probar vinos distintos es una oportunidad de ser infiel sin tener sentimiento de culpa.

Ir a un restaurante por primera vez es una cita a ciegas con la esperanza de que surja el amor a primera vista

La botrytis es el otoño del vino

Los sabores son una forma de viajar. Por eso decimos que nos transportan.

Lo de gastrónomos es un eufemismo que empleamos para darnos un poco de dignidad los tragaldabas borrachuzos .

El gusto tiene razones que la razón no entiende.

En cuestión de gustos, solo creo en lo que saboreo.

En cuestión de gustos, solo podemos hablar a los demás hablando para uno.

El gusto es un dictador caprichoso y déspota que no quiere saber nada de los demás.

En cuestión de gustos , solo nos entendemos a nosotros mismos, y no siempre.

No es fácil comer de dar de comer

Los blogueros deberíamos ser como Santo Tomás, fieles discípulos de Baco, pero metiendo el dedo en la llaga.

Hay clientes viles que confunden el servicio con el servilismo.

Los buenos vinos los entendemos todos. En lo que nos liamos es en la traducción.

O bloguero é um fingidor.


*foto tomada de este blog de Málaga .

No podía faltar el vídeo de Copini





Domaine du Collier La Charpentrie 2005



Nada más olerlo uno cae seducido ante el despliegue inmediato, fragante y fresco de la Chenin Blanc. Hay fruta fresca: manzana Grannny, pera, suaves cítricos, albaricoque, hierba recién segada, crema pastelera, un dulzor que te recuerda a la moscatel y un fondo de mineral ligero. También da notas de madurez, de una miel de azahar ligera, un poco de hojas secas y húmedas (ese olor entre acre y dulzón de las hojas húmedas en el suelo). En boca se muestra equilibrado y , a la vez brioso y fresco, con una punzante pero integrada acidez. No suele ser la Chenin Blanc vinifificada en seco una uva de largo recorrido (aunque haya algunas excepciones), pero aquí aguanta bien la crianza, que da notas muy leves, y tiene suficiente peso y estructura, además de una buena persistencia.



Nota General: 86

Precio: 35 euros

Tienen una web, donde explican la filosofía de la bodega

Bodega: Domaine du Collier
D.O./Zona: AOC Saumur
Graduación (% vol): 12.5
Varietales: 100% Chenin blanc.
Elaboracion: Criado en barricas nuevas y usadas.


lunes, enero 25, 2010

Restaurante Etxebarri (Axpe, Vizcaya)


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Hace unos días que anduve por Etxebarri. Es la tercera vez que uno tiene la suerte de poder acercarse hasta allí . Y es que Etxebarri se graba en el instinto , que una vez que lo ha catado pide volver. No son muchos los sitios que lo consiguen. Quizás sea porque allí no se andan con tonterías. O porque se reverencia el producto, sin mirar su linaje, ya sea una mantequilla que es leche fresca hecha suculencia, o unas angulas largas , prietas , grasas y gelatinosas, que saben, lógicamente, a humo. Se busca el sabor, rotundo como en el chorizo o en la chistorra, magros y grasos, desbastados sin perder un ápice de su potencia, convertidos en una contundente golosina. El chorizo se acompañaba de un pan ahumado, para llevarse una hogaza, y de una crema de alubias pintas que nos convertía la comida ya en algo acogedor . Aunque leve, hay cocina, como en el plato de ostras con algas , que el fuego transforma en otra cosa que podrá gustar más o menos que el original, pero que solo puedes comer allí, (esta vez , más leve el fuego, me gustó más). O en el contrapunto de unas alubias cremosas y acariciantes a unas espardenyas que son textura y brasa y humo.
O en el fondo caramelizado y concentrado con la tinta de unos pulpitos que son , sobre todo, textura , brasa y humo. Y hay cocina en las medidas de ese fuego, ese producto, que llegan sin excesos ni defectos, y en ese humo delicioso. Incluso a la hora de silenciarse en la extraordinaria gamba roja. Imprescindible es el plato de huevo frito ( la yema cruda) con unas generosas láminas de una fantástica mellanosporum. Y mientras uno está en el cielo gracias a esa conexión mágica de la trufa y el huevo, uno aún se da cuenta de que lo mejor trabajado es la extraordinaria patata del fondo. Que es un restaurante que respira normalidad está también en que se equivoca, como en el arroz con berberechos, donde un exceso cítrico anuló el sabor del plato. O que la chuleta pueda estar a un buen nivel pero no extraordinario, similar a la de buenos sitios de Asturias (La Venta del Jamón, La Bolera,...). La becada la disfruté como un drogadicto su dosis después de una larga abstinencia, y la tosta con el paté de sus entrañas era, objetivamente, una cosa deliciosa , especialmente para los amantes de las emociones fuertes. Sus postres , el flan de queso, y el helado de leche ahumada (esta vez más ahumado, menos natoso) con una estupenda torrija abriochada, sencillos e inolvidables. Bittor, como siempre, no se pasó por las mesas, porque ya había dicho lo que tenía que decir donde lo tenía que decir. Me levanté, como siempre, sintiéndome afortunado, y me marché queriendo volver.


Asador Etxebarri Tel: 94 658 30 42
Plaza San Juan, I 48291 Axpe - Marzana Atxondo - Bizkaia


miércoles, enero 20, 2010

San Antón 2010. Este año en La Huertona (Ribadesella). Por Jorge Díez.




Un año más mantengo la costumbre ritual de celebrar San Antón con una comida, y suelo escoger para esta ocasión simbólica menús más populares, a veces contundentes, y en general con presencia del cerdo en los mismos. Pero al fin y al cabo como es un pretexto para una comida por ahí, para disfrutar de la mesa, acaba siendo cualquier cosa. Y después de repasar esos sitios a los que hace tiempo que no vas y no sabes por qué decidí volver a La Huertona.

Pensaba que habría poca gente en pleno enero y casi reservé más por disciplina que por considerarlo necesario. Pues error, Jorge, porque el comedor estaba casi lleno y había dos mesas grandes, de esas que distorsionan bastante el trabajo cotidiano de la sala. Pero vamos poco a poco.

Para llegar a La Huertona hay que ir al otro lado de la ría, como si fuésemos a Tito Bustillo, y seguir pocos kilómetros. La misma carretera que nos llevaría a Cuevas y a la impresionante Cuevona, o por donde iríamos a Sardalla, donde elaboran las Galletas de la Abuela. Pero no vamos tan allá. Antes encontraremos este local tradicional remodelado con gusto, con unas vistas bonitas sobre la ría del Sella desde su lado menos conocido.

Tiene fama esta casa por una especialidad poco típica en Asturias, el lechazo. Y también pregonan por ahí la calidad de sus bugres. A la vista, desde luego, tenían buen aspecto y comprobé la aprobación de los comensales respectivos. Pero aparte concentra su oferta en pescados de temporada, bacalao y alguna carne más, no mucho. Prefieren ajustarse a lo más demandado, a lo que saben que van a defender bien, que ofrecer una lista más larga de referencias con calidades oscilantes. Fuera de carta había salmonetes y angulas, pero me llamaron la atención los diferentes cortes de merluza, cada uno con una preparación específica.

Empecé con unos callos, que el frío y la festividad animaban. Ración algo pequeña para los 14 euros que figuraban en carta, pero esto no sería así al final. Sabrosos aunque poco espesos, les faltaba gelatina para mi gusto. No obstante cumplieron bien. Un cuenco aparte con sus patatas fritas en corte clásico y otras en bastoncillos.

Para la tentación de la salsa tenía dos tipos de pan, bastante buenos ambos, y unos palitos para entretenerse en los tiempos de espera.

Me apetecía carne y me tentaban más los vinos tintos de la carta pero el lechazo era para dos y no tenían el carré ese día, así que como principal elegí el tronco de merluza. Una pieza de aspecto excelente, punto conseguido –caras tostaditas e interior sonrosado- sabor sutil y ración muy abundante. Un acierto. Escamas de sal encima, algo de lechuga para aportar frescura y unas almejas al vapor como única compañía; para qué más.

La carta de vinos está bien estructurada pero para mi gusto hay demasiado clasicismo en la selección. Quiero decir que recorre bastantes zonas de España, algunas no habituales, y ofrece suficientes referencias pero a la hora de escoger las marcas son la sota, el caballo y el rey de cada palo. Sería agradable encontrar algún vino menos trillado. Extranjeros, algún blanco. Esto también tiene su explicación, sobre la que volveré más tarde.

Para acompañar la merluza me decidí por un Ossian 2007 que hizo buen papel. Graso, con cuerpo, aunque bien equilibrado por la acidez. Serio, buena madera que le da un carácter seco y disimula la fruta aunque no llega a taparla. Hay herbáceos agradables y hay fruta blanca madura. Bastante bien.

Como postre tomé una sopa de naranja con helado de chocolate blanco, muy fresca, con protagonismo ácido para limpiar el paladar después de la comida. Zumo de naranja muy filtrado con trozos de piña y en el centro la bola de helado bastante sabroso, con un fondo lácteo agradable. Igual que sucede con los platos la carta de postres es breve y agrupa clásicos como el arroz con leche con otras propuestas más creativas.

A la hora de hacer un resumen, de transmitir la impresión final de esta casa y esta comida, no hay más remedio que tener en cuenta elementos ajenos a lo culinario. Un sitio que pasaba desapercibido, para el que funcionaba posiblemente más el boca a boca que la publicidad o las guías, ha ido ganando público en buena medida por toda esa gran cantidad de veraneantes foráneos que tienen aquí segunda residencia o que extienden cada vez más las temporadas de visita a esta villa y alrededores. Público de alto poder adquisitivo y de gustos muy clásicos, que cifran el valor de un banquete sólo en los productos prestigiosos y en las etiquetas conocidas en las botellas. Todo esto condiciona mucho esas especialidades peculiares y esa carta de vinos para la que yo pedía más “aire fresco”. Y sin embargo me parece que la casa no está tan cómoda en ese entorno, no es su preferencia. Al fin y al cabo en la pequeña barra de la entrada todavía puedes encontrar a algún parroquiano local bebiendo una botella de sidra y sus propuestas de cocina quieren agarrarse a sus raíces asturianas en la medida de lo posible. Vamos, que un chófer esperando en un Mercedes a que “sus señores” acaben de comer desentona en la explanada de aparcamiento de La Huertona, que se pelea con capas de grava con los baches de un terreno muy húmedo, como corresponde al emplazamiento.

Quizá por eso el servicio se afanaba con aquellas mesas grandes y sufría con las pequeñas demoras tanto como el comensal, quizá por eso apenas se podían parar a preguntarte por los platos aunque de reojo observasen tu ritmo para no desatenderte. Quién sabe. El hecho es que al pedir la cuenta observé cosas que no cuadraban con mi comanda. Los callos, 14 euros en carta, quedaron en 10 porque probablemente eran menor ración, a criterio de la casa pero sin tiempo para explicártelo. Y el postre no venía (todos van marcados en carta a 5 euros) a lo que me contestaron que estaba invitado (Juro que no me conocen de nada ¡Y espero que no se me esté poniendo cara de crítico!) En fin, que es posible que decidieran compensar con esos detalles algo que ellos mismos no encontraron a su gusto (Yo comí bien, me sentí bien tratado y en ningún momento me quejé) pero tampoco pudieron pararse a explicarlo.

Al final, 34’50 de comida y 26 del vino más el IVA, sin que figurasen tampoco el agua, el pan ni el café.

Todo esto me lleva a pensar que somos un poco injustos con esta casa, que quizá deberíamos prestarle más atención los propios asturianos de las cercanías para mantener esa sala viva de acuerdo a sus raíces y a su propio carácter familiar, que todos estaríamos más a gusto sin que se resintiera el negocio. Porque a esas alturas del oriente asturiano enseguida empiezan a escasearnos las buenas mesas, y La Huertona te ofrece detalles, comodidad, entorno agradable y buena comida. Incluso, puestos a soñar, ahora que hay distribuidores más audaces moviendo vinos, puede que esa carta tuviera ocasión de renovarse, de abrirse a cosas interesantes que ahora no pueden dedicarse a promover.

Total, que yo estoy por esa reconquista de nuestra Huertona.

Tras la buena comida toca pasear con calma por Ribadesella bajo amago de lluvia, buscar los rincones de los que guardo recuerdos agradables, ver esa cara no tan frecuente en las postales. Porque es la que me gusta, la Ribadesella que reniega de sí misma o de esa mala caricatura que le hacen en verano, la que vive allí todo el año y habla con ese peculiar acento oriental, la que no puede hacer el agosto y sigue día a día al pie del cañón.

Hay que asomarse a la Atalaya a oir el mar, hay que recorrer su casco antiguo mojado, hay que pasar revista a los pocos barcos de pesca que quedan.

Y hay parroquias que visitar, que uno conoce esta tierra hace tiempo y tiene su pasado. Ir al Bergantín a tomar el café, que siempre vendrá con alguna golosina extra, la magdalena en miniatura habitual y un chupito de nata montada muy rica. Este local está tocado por una gracia especial, lo mismo ahora que cuando albergó a mi añorado Manín. Ir a ponerse al día de lo que pasa al Sebas, que es el mentidero privilegiado de la villa. También hubo tiempo para tomarle el pulso a las generaciones jóvenes en el Corquiéu.

Poco a poco vuelvo, por la antigua carretera de la costa, por Berbes, por Caravia, por la playa de la Espasa… Hasta Colunga, donde también hay parroquias que visitar. Hay que tomar un café en La Esquina y ver si te encuentras algún conocido, que podría ser. Tantear el ambiente futbolero y sentir envidia sana de la bolsa de llámpares que trajina el chigrero, recién traídas.

Estamos de vuelta otro San Antón.